SOBRIEDAD & EMBRIAGUEZ

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Había sido un día largo, pero a Laszlo y John aún les esperaba una larga noche, pues era la despedida de soltero de Moore.

Su buen amigo Kreizler se había encargado de hacer todos los preparativos, enviar las invitaciones y de alquilar un salón privado. Oggie, otro de los amigos de John, le había contratado como regalo una bailarina, "la señorita Egipto", con la que todos los varones estuvieron encantados.

Todos excepto Kreizler, que se encontraba entre embelesado e incómodo cada vez que la bailarina intentaba interactuar con él, a su amigo le hacía gracia verlo así, pero lo que no sabía era que Laszlo tenía a alguien más en mente.

Saxa Keim estuvo rondando por la cabeza del doctor todo el día, a él le hubiese gustado decir que fue desde que se encontró con ella en la mañana luego de hacerle la hipnosis a Sara, pero no era así.

Toda la noche anterior había pensado en ella, tan sólo había podido dormir unas pocas horas, pues el recuerdo de ella diciéndole que estaría encantada de disfrutar de sus silencios resonaba en sus oídos como el seductor canto de una sirena.

Era demasiado para él, no deseaba volver a enamorarse. Además de que era un día de celebración, debía estar feliz para su mejor amigo, por lo que se permitió beber más de la cuenta para así desinhibirse.

John ya se encontraba cansado, pero sus colegas insistieron en continuar con la velada e ir a los bares de los barrios bajos, él realmente no quería pero aun así accedió. Laszlo notó que su amigo no estaba del todo bien, por lo que decidió interferir, después de todo era el padrino.

—Te ves inusualmente apagado, John. ¿Por qué brindamos? ¿Por ti y la señorita Violet?

—Un brindis con agua, Laszlo —dijo revelando el motivo de su descontento.

Su amigo sonrió, desde el año anterior que el reportero estaba sobrio, le había prometido a su difunta abuela que ya no bebería. John se puso de pie.

—¿Qué tal por mi abuela? —propuso, provocando que la sonrisa de su viejo amigo se ensanchase—. Catherine Elizabeth McAllister Moore. Ella, por ejemplo, estaría muy feliz de que sentara cabeza con una mujer como Violet.

Laszlo asintió y ambos chocaron sus vasos en honor a la abuela.

Sara Howard se encontraba aún en la agencia de detectives cuando escuchó los gritos de John Moore, quien la llamaba desde la calle. La rubia se puso de pie y se asomó por la ventana para detener aquel escándalo.

—Baja la voz, John —atajó mientras analizaba aquella escena.

Su ex amante la miraba desde abajo, un carruaje lo esperaba detrás de él y Laszlo tenía medio cuerpo afuera.

—Por favor acompáñanos —dijo.

—No voy a ir a tu despedida de soltero John Moore.

Laszlo recargó la mano sobre la pequeña puerta para ponerse de pie y dirigirse a Sara.

—Esa parte de la noche ya terminó. Ahora será una reunión más íntima con los amigos más cercanos de John —balbuceó y a ella no le pasó desapercibido el inusual tono en la voz del doctor.

—Es demasiado tarde y totalmente inapropiado.

—"Esta es la hora para los maleficios, cuando los cementerios se abren, y el mismo infierno exhala contagiando este mundo" —Kreizler recitó poéticamente.

Sara frunció el entrecejo.

—¿Estás intoxicado Laszlo? —Preguntó—. ¿Lo está John?

—Snaps de arándano y tal vez una o dos copas de champaña —explicó.

Paper cagesWhere stories live. Discover now