27 - Inesperado

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La oscuridad envolvía totalmente la habitación mientras que la luz intentaba entrar por sus ventanas, aunque unas gruesas cortinas lo impedían.

Incluso en aquella oscuridad se pudo ver una sombra moverse, parecía no tener forma.

Una respiración era apenas audible y parecía ser de una persona la cuál estaba agitada.

-amo- se escuchó una voz suave y casi susurrando

-¿estás bien?- preguntó una voz masculina, aunque igualmente en un tono muy bajo

-fue...arriesgado hacer eso-

-ja, bueno, ¿qué tal si seguimos tentando a la suerte?-

Lo que parecía ser una sombra amorfa moviéndose en la habitación en realidad eran dos personas debajo de una sabana.

-me gustaría amo pero ya es un poco tarde, no podemos descuidar nuestros deberes-

-supongo que tienes razón Sylvie, además que tenemos una invitada en casa-

El sonido de un profundo y amoroso beso resonó por la habitación, para que después ambas personas descubrieran sus cuerpos.

Una joven chica de cabello plateado y con varias cicatrices en su cuerpo trataba de acomodar nuevamente en su sitio su pijama, mientras que en el otro lado de la cama un hombre de cabello plateado se colocaba de nuevo una camisa blanca.

-¿te quieres bañar?- preguntó el doctor

-creo que tomaré un baño amo, sude un poco por culpa suya- dijo una Sylvie aún un tanto avergonzada

El doctor sonrió ante tal actitud.

-de acuerdo Sylvie yo también tomaré uno pero primero iré a ver cómo se encuentran las niñas y veré si nuestra invitada sigue bien-

Sylvie asintió con una sonrisa.

Luis se levantó de la cama, se colocó un pantalón, unas calcetas, unos zapatos y salió de la habitación.

El pasillo al que salió estaba totalmente vacío, eran casi las diez de la mañana según un reloj que estaba en la pared.

El doctor se dirigió al cuarto de sus pequeñas hijas y abrió la puerta, ahí se encontraban las tres, todavía durmiendo, decidió no despertarlas ya que ellos igual habían despertado bastante tarde ese día.

Cerró la puerta y se dirigió al primer piso, asegurandose de bajar con cuidado las escaleras para no hacer mucho ruido.

En cuánto bajó del todo dio un vistazo a su sala y se encontró lo que esperaba encontrar.

Recostada sobre su sillón más grande se encontraba una mujer lo suficientemente alta como para que sus largas piernas sobresalieran un poco de los lados, y aunque estaba un poco cubierta por una sabana, su despeinada cabellera rubia se notaba perfectamente, Luis sabía que era una vista que probablemente muchos hombres matarían por tener, una chica tan bonita como lo era Aurelia mientras dormía usando un pants negro y una playera de manga larga que se pegaba a su cuerpo, era incluso difícil asimiliar que la mujer que siempre viste con sombreros gigantes y con vestidos únicos podía verse así.

Luis sonrió y se dirigió a la cocina donde se preparó una taza de café.

Comenzó a tomarlo en la pequeña isla que había en la cocina, casi nunca se ocupaba pero sin dudas era práctica.

El clima era algo frío, el invierno había comenzado y por fortuna el frío que se sentía era bastanta agradable.

Antes de terminar su taza de café Luis escuchó unos pasos que se acercaban a la cocina, los cuáles provenían de una despeinada y somnolienta Aurelia.

Enseñando A Sentir (Segunda Edición)Where stories live. Discover now