40. Un mail de despedida

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Papá, mamá, creo que algunas cosas se pueden decir solo cuando uno cree que es la última vez. Sé que no debería ser así, pero ahora es de la única manera que me sale. Es la forma de este momento. Nunca me animé a entrar en los ojos de ustedes. Creo que en el fondo a lo que no me animé es a conocer qué lugar ocupaba en el mundo más privado de ustedes, ya que en la vida real, si le podemos llamar así, siento que me olvidan. Siento que todo eso que no hacen –acercarse, abrazarme, alentarme, decirme que me quieren– es una ausencia enorme, como una sombra gigante que busca asfixiarme.

Temía saber si encontraría o no un lugar donde hallarme. ¿Hay un lugar para alojarme allí? La casa es tan fría, tan ruidosa, tan insufrible. Todos corren de un lado para el otro, todos se gritan, todos están en sus problemas, que papá reniega de sus horarios, de su jefe, que dormir en contra del mundo lo pone de mal humor, que después no tiene tiempo de hacer nada, que mamá reniega con sus clientas, con sus pedidos especiales, los cambios de turno... y cuando me preguntan qué estoy haciendo, si estoy estudiando, lo preguntan dentro de la misma rutina y en ese ensayo permanente asiento con la cabeza y sigo invisible, y yo hace tiempo que me fui, me quedé en mi mundo leyendo, dibujando, pensando en todas las posibilidades de la vida, pensando en quien soy, tratando de pensarme en quien me gustaría ser, pero me quedo en esa encrucijada y no puedo resolver el modo de salir. Y es más fácil diseñar un sistema para pasar desapercibido. Uno se crea un mundo de silencio, como si el silencio fuese una fortaleza, una fortaleza con muros de vientos. Y en sus muros escribo historias para que los demás vean quien soy, que no es realmente quien soy. Quiero que sepan que no soy el chico idiota que parezco, el tímido, el que pierde el tiempo, el que vive en un mundo de fantasía, el que hace lo justo y necesario. Eso es todo lo que me inventé como barricada para que el mundo exterior no me atropelle. Así es el Federico que me salió ser ahora, que me salió dibujarme.

Prefiero no conocerlos, no haber saltado a su mundo, porque a veces saber duele. Que me digan que me quieren siento que puede destruirme y que no me digan nada porque finalmente también soy un fantasma para ustedes es también fatal. No se crean que pienso todo en términos de destrucción, de oscuridad, de vacío y silencio. No soy un lagarto de sangre fría. Es que son las coordenadas en las que vivo, parece que son los materiales de mi existencia porque no encontré materiales más felices, o quizás encontrar los materiales sería enfrentarme a una realidad que prefiero evadir. Estoy cómodo sabiendo poco, involucrándome poco, pensando que mi hermana no es mi hermana sino la niña con la que jugaba hasta que nos hicimos extraños y luego tuvo a la nena que la odio y la amo, pero que no es más que la confusión de esta familia, el grano que le salió a esta familia, que es lo único que nos hace reír pero que es la que nos dice que Samanta podría haber seguido estudiando y no estacionar su futuro en una cadena de cafeterías.

Por eso nunca salté a sus ojos, no quiero saber.

Ahora tengo que hacer algo importante por primera vez en mi vida. Creo que eso que ustedes querían de mí, que fuese más responsable, que saliera de mi cáscara y que me conectara con otros, y todo esto, finalmente y por primera vez, lo voy a hacer y va a ser en grande. Creo... Quiero creer... Supongo... que esta decisión de alguna manera es parte de lo que soy porque ustedes me criaron, como una roca que es modelada por la marea.

Quiero que sepan que no podría haber dicho en voz alta nada de todo esto. Yo hablo a través de escribir.

Fox

El cantar de los ojos baldíosWhere stories live. Discover now