12. EL PRIMER SALTO

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Fue en una mañana particularmente ruidosa, en la clase de un suplente, cuando crucé por primera vez al mundo que se encontraba del otro lado de los ojos. Y fue con Melanie.

En cuanto pasó el vértigo, había entrado. Me encontraba en la sala de un palacio. El color dorado refulgía en cada detalle. Y había velas encendidas por todos lados, en columnas, en los rincones y en las mesas y en las arañas de cristal que colgaban desde el techo. Después de la sorpresa inicial, un movimiento me llamó la atención. En el medio de la sala había un sillón y en el sillón dos personas se abrazaban con fuerza. Se trataba de Melanie y alguien más.

A pesar de lo embarazoso de la situación me causó mucha curiosidad. Era difícil imaginarse a Melanie de esa manera. Recuerdo que se movía como si tuviera hambre. Me alegré por ella, pero me quedé quieto: no quería romper el encanto que había entre los dos. Entonces Melanie se asomó sobre el hombro del chico, se acomodó un poco y se sentó. La figura del chico se volvió humo de colores y se deshizo en el aire. Yo me quedé riendo, con una ingenua felicidad por todo lo que significaba aquel lugar.

-Sabemos que esto está pasando, ¿no? -dije.

-Estamos acá y en ningún otro lugar. Supongo que estaría bueno avisar que vas a entrar -me dijo.

-No... Es que no sabía. No sé cómo funciona. Te miré fijo un rato y de repente estaba acá. Y perdón por lo del chico... que se tuvo que ir. ¿Quién es?

-Es de quinto. Es mi crush. Felipe, el hermoso, le puse. Combina con mi castillo, ¿no?

-¿Sabe alguien más que te gusta?

-¿Quién va a saber? Yo. Yo sola. No le conté a nadie todavía.

-¿Magalí no sabe?

-No. Yo. Y vos ahora.

-Disculpame si no querías que supiera.

-Supongo que no tenés que pedir disculpas. En este lugar se puede hablar.

-Sí, estamos hablando, y afuera nunca hablamos.

-Vos sos muy callado.

-¿Y Bosnia?

Me reí. Me reí suelto, como si por primera vez sintiera que nada me decía cómo tenía que hacer las cosas.

-Acá está bueno -siguió-, acá puedo besar al chico que me gusta, y a la chica que me gusta... llegaste tarde para verla. Contame vos. Qué pensás cuando estás callado.

Afuera, en el mundo de las caretas, uno siempre podía contestar "Nada" y evitaba incluso pensar que uno estaba pensando, pero allá no se podía. Del otro lado de los ojos se contestaba y punto. Se contestaba y se charlaba. Y charlar estaba bueno.

-Pienso en la realidad, si es verdad todo eso de vivir, pienso cómo es posible que en estas máquinas de músculos que somos haya algo que piensa, que levanta mundos. - Y alcé la vista. Me llamó la atención un vidrio roto entre tanta perfección. Se trataba de una ventana de cristal verde a la que le faltaba un fragmento alargado.

-¿Y qué es este lugar? -pensé.

-El castillo que me imaginaba de chica cuando me contaban cuentos. Lo saqué de un libro de princesas. Acá es todo como quiero que sea.

-Quizás por eso no haya malhumor.

Nos reímos.

-¿Y tu mundo?

-No sé... Supongo que debería invitar a alguien para que me lo enseñe.

-El recreo.

-Sí, es el recreo y ya están saliendo todos.

-Salgamos al patio.

Y nos despegamos. Yo volví a mis ojos. Cerca de la puerta, en la primera fila, Melanie se levantaba para salir del aula. No me dirigió la mirada, como si aquello no hubiese existido. 

El cantar de los ojos baldíosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora