10. INTENTO DE DISCULPAS AL PROFESOR

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Me gusta leer y también invento historias y las dibujo. Me encierro en mi habitación y en mi cabeza me imagino que estoy en un lugar tranquilo, como una cabaña en un bosque. En los bosques se respira paz, bueno... se debe respirar paz –supongo–, pero siempre hay esperando una aventura. De atrás de cada árbol siempre puede aparecer algo.

Cuando nos encerramos en nosotros mismos es como dar vuelta una media y enseguida estamos del otro lado, en un lugar privado. Ahí ni siquiera tengo que pensar si hay que saludar o no. Nadie me va a reclamar si no hago lo que los otros esperan. Nadie me va a reprochar nada. Y ahí estoy, tranquilo, en mi bosque, planeando una aventura para mis personajes.

Se llama Robin. Sí, lo estoy dibujando yo. Era la idea, que fuese un conejito para que la gente piense que es tierno, pero que sea peleador: valiente pero un poco maleducado. Tiene ojos verdes, no sé, parece el color de la torre del pueblo. Y la forma de las pupilas... quise hacerlas diferentes, como un fueguito.

Claro, sus armas son el arco y la flecha. Y tiene además una soga que usa de cinturón. Anda atrás de villanos y tipos que creen que se las saben todas y de corruptos... Ahora, por ejemplo, tengo que ver cómo se va a encargar del nuevo enviado del rey que quiere talar todos los árboles para hacer una muralla.

Y no tiene amigos. Nadie podría soportarlo: es creído y cuando hace chistes puede lastimar más que sus flechas. Así que Robin vive solo en el bosque.

Qué bueno que le hayan gustado mis dibujos.

Perdón por lo que escribí el otro día, lo del desayuno. Estaba nervioso. No había podido dormir bien. 

El cantar de los ojos baldíosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora