Día 12: Anillos de promesa

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El pequeño niño de siete años suspiró de nuevo, no sabe exactamente cuántas veces lo ha hecho en el día, ha perdido la cuenta. Mirando el mar abrazó sus pequeñas piernas y acostó su cabeza sobre sus rodillas raspadas cubiertas en total por cinco banditas -en realidad no necesitaba cinco, pero no iba a dejarlo en cuatro banditas- con dibujos animados decorando. Estaba tan aburrido.

Apartó la mirada del mar y vio a la gente que pasaba, todos tan despreocupados de ver a un pobre niño morir de aburrimiento. Normalmente disfrutaba ir a Nápoles, se divertía mucho con sus primos pero ahora era el único ahí, por ende no había otro niño de su edad para jugar y pasar el rato, ni siquiera podía salir con su madre porque esta estaba muy ocupada cuidando de su nonna como para pasar el rato juntos y turistear por ahí.

Otro suspiro de aburrimiento salió de su boca, esta vez más fuerte. Su atención se dirigió a una pequeña bolita que parecía una roca la cual estaba en playa. Sonrió al darse cuenta que no era una roca, sino otro niño que aparentemente sufría el mismo aburrimiento que él. Se puso de pie sacudiendo sus pantalones cortos con estampado militar y caminó hacia esa bolita. Si no estaba con sus primos entonces tendría que hacer nuevos amigos, por suerte siempre fue bueno en eso, tenía muchos amigos en la escuela y todos le decían que era el niño más genial que habían conocido.

Caminó por la arena y una vez estuvo cerca observó mejor, era un niño -niño, ¿cierto?- de cabello negro y usaba un saco sucio muy grande para su tamaño de color café, eso fue todo lo que pudo ver pues la cara de niño estaba oculta entre sus rodillas y abrazaba sus piernas.

— ¡Hola! — Saludó casi gritando para llamar la atención del niño el cual al parecer se asustó pues cayó sobre la arena. Ahora podía verlo mejor, en definitiva era un niño, uno más joven que él, su cabello oscuro casi oculta sus enormes ojos color mar que le parecen bonitos pese a las marcadas ojeras bajo ellos, su piel era muy pálida aunque tenía algo de rojo en su cara, quizás por estar bajo el sol, pensó que sus mejillas redondas eran muy lindas. — ¿Tú también estás solo? ¿No tienes con quien jugar? — Preguntó pero no recibió ninguna respuesta. — ¿Eres de aquí? —

El niño asintió lentamente y se incorporó para sentarse, todo en completo silencio, incluso sus movimientos los hacía de tal manera que casi ningún ruido salía de él. Sonrió más emocionado, los niños callados le parecían adorables y siempre encontraba la forma de hacerse amigo de ellos, su mamá le decía que todo el mundo quería ser su amigo porque era muy divertido.

— ¿No tienes amigos para jugar? — Vio al niño más joven negar suavemente con su cabeza. — ¡Eso es genial! Yo tampoco tengo amigos así que podemos jugar juntos. — Le extendió su mano, notó como el niño se hizo hacia atrás pero realmente no sabía por qué esta reacción. — Soy Guido, ¿cómo te llamas? —

— Haruno. — Respondió casi en susurro que a penas pudo escuchar, si hubiese estado un poco más alejado del niño seguro no habría oído su respuesta.

— Nunca había escuchado un nombre así, ¿significa algo? — Nuevamente no tuvo respuesta. Bien, este era el niño más difícil que había conocido, incluso los otros niños callados con los que había tratado le respondían más que esto. — ¿Te estoy molestando? ¿No quieres jugar conmigo? —

— Yo... — Comenzó a jugar con sus dedos.

— ¿Quieres que me vaya? — El niño lo miro directamente aún moviendo sus dedos, estaba nervioso pero también parecía estar analizandolo, pensó que podría ser un pequeño robot muy lindo. Después de un momento finalmente obtuvo respuesta.

— Está bien. — Contestó el niño nuevamente en un tono de voz muy bajo y mirando la arena bajo sus zapatos.

— ¡Genial! — Se puso de pie y le tendió una mano a Haruno quien no del todo convencido la aceptó y le ayudó a ponerse de pie.

GioMis Flufftober 2021Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang