CAPÍTULO 65 - Cristo Purifica de Nuevo el Templo

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holocaustos y víctimas, como en obedecer a las palabras de Jehová ?

Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios; y el prestar

atención que el sebo de los carneros." E Isaías, al ver en visión

profética la apostasía de los judíos, se dirigió a ellos como si fuesen

gobernantes de Sodoma y Gomorra: "Príncipes de Sodoma, oíd la palabra de

Jehová; escuchad la ley de nuestro Dios, pueblo de Gomorra. ¿Para qué a

mí, dice Jehová, la multitud de vuestros sacrificios? Harto estoy de

holocaustos de carneros, y de sebo de animales gruesos: no quiero sangre

de bueyes, ni de ovejas, ni de machos cabríos. ¿Quién demandó esto de

vuestras manos, cuando vinieseis a presentaros delante de mí, para

hollar mis atrios?" "Lavad, limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras

obras de ante mis ojos; dejad de hacer lo malo: aprended a hacer bien;

buscad juicio, restituid al agraviado, oíd en derecho al huérfano,

amparad a la viuda."

E1 mismo que había dado estas profecías repetía ahora por última vez la

amonestación. En cumplimiento de la profecía, el pueblo había proclamado

rey de Israel a Jesús. E1 había recibido su homenaje y aceptado el

título de rey. Debía actuar como tal. Sabía que serían vanos sus

esfuerzos por reformar un sacerdocio corrompido; no obstante, su obra

debía hacerse; debía darse a un pueblo incrédulo la evidencia de su

misión divina.

De nuevo la mirada penetrante de Jesús recorrió los profanados atrios

del templo. Todos los ojos se fijaron en él. Los sacerdotes y

gobernantes, los fariseos y gentiles, miraron con asombro y temor

reverente al que estaba delante de ellos con la majestad del Rey del

cielo. La divinidad fulguraba a través de la humanidad, invistiendo

a Cristo con una dignidad y gloria que nunca antes había manifestado.

Los que estaban más cerca se alejaron de él tanto como el gentío lo

permitía. Exceptuando a unos pocos discípulos suyos, el Salvador quedó

solo. Se acalló todo sonido. El profundo silencio parecía insoportable.

Cristo habló con un poder que influyó en el pueblo como una poderosa

tempestad: "Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada, mas

vosotros cueva de ladrones la habéis hecho." Su voz repercutió por el

templo como trompeta. E1 desagrado de su rostro parecía fuego

consumidor. Ordenó con autoridad: "Quitad de aquí esto."

Tres años antes, los gobernantes del templo se habían avergonzado de su

fuga ante el mandato de Jesús. Se habían asombrado después de sus

propios temores y de su implícita obediencia a un solo hombre humilde.

El deseado de todas las gentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora