CAPÍTULO 63 - Tu Rey Viene

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"Alégrate mucho, hija de Sión; da voces de júbilo, hija de Jerusalem: he

aquí, tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre

un asno, así sobre un pollino hijo de asna."

Quinientos años antes del nacimiento de Cristo, el profeta Zacarías

predijo así la venida del Rey de Israel. Esta profecía se iba a cumplir

ahora. El que siempre había rechazado los honores reales iba a entrar en

Jerusalén como el prometido heredero del trono de David.

Fue en el primer día de la semana cuando Cristo hizo su entrada triunfal

en Jerusalén. Las multitudes que se habían congregado para verle en

Betania le acompañaban ansiosas de presenciar su recepción. Mucha gente

que iba en camino a la ciudad para observar la Pascua se unió a la

multitud que acompañaba a Jesús. Toda la naturaleza parecía regocijarse.

Los árboles estaban vestidos de verdor y sus flores comunicaban delicada

fragancia al aire. Nueva vida y gozo animaban al pueblo. La esperanza

del nuevo reino estaba resurgiendo.

Como quería entrar cabalgando en Jerusalén, Jesús había enviado a dos de

sus discípulos para que le trajesen una asna y su pollino. Al tiempo de

su nacimiento, el Salvador dependió de la hospitalidad de los extraños.

El pesebre en el cual yaciera era un lugar de descanso prestado. Y

ahora, aunque le pertenecían los millares de animales en los collados,

dependía de la bondad de un extraño para conseguir un animal en el cual

entrar en Jerusalén como su Rey. Pero de nuevo su divinidad se reveló,

aun en las detalladas indicaciones dadas a sus discípulos respecto a su

diligencia. Según lo predijo, la súplica: "El Señor los ha menester" fue

atendida de buena gana. Jesús escogió para su uso un pollino sobre el

cual nunca se había sentado nadie. Con alegre entusiasmo, los discípulos

extendieron sus vestidos sobre la bestia y sentaron encima a su Maestro.

En ocasiones anteriores, Jesús había viajado siempre a pie, y los

discípulos se extrañaban al principio de que decidiese ahora ir

cabalgando. Pero la esperanza nació en sus corazones al pensar gozosos

que estaba por entrar en la capital para proclamarse rey y hacer valer

su autoridad real. Mientras cumplían su diligencia, comunicaron sus

brillantes esperanzas a los amigos de Jesús y, despertando hasta lo sumo

la expectativa del pueblo, la excitación se extendió lejos y cerca.

Cristo seguía la costumbre de los judíos en cuanto a una entrada real.

El animal en el cual cabalgaba era el que montaban los reyes de Israel,

y la profecía había predicho que así vendría el Mesías a su reino. No

bien se hubo sentado sobre el pollino cuando una algazara de triunfo

El deseado de todas las gentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora