La Gran Histeria Vampírica de Nueva Inglaterra (EEUU)

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"El salvajismo en el hombre es difícil de borrar. He leído sobre una familia en Vermont-cuyos miembros han sido afectados por la tuberculosis- que ha recientemente carbonizado los órganos internos de sus más reciente fenecido, para evitar que se esparza el contagio."

La cita de arriba pertenece al diario del escritor estadounidense Henry David Thoreau. No es precisamente el tipo de frase para memorizar en la clase de historia, pero es testimonio de lo impactante que fue el terror de la "epidemia vampírica" que se propagó a través de los territorios de Nueva Inglaterra a mediados del siglo XIX.

¿Cómo pudo producirse tal histeria en plena era de la razón? Todo comenzó con una enfermedad que aunque conocida por síntomas, carecía de una explicación: la tuberculosis.

Una tras otra, familias enteras en la costa este de los Estados Unidos comenzaron a presentar síntomas que incluían fatiga, respiración agitada, presencia de sangre en el el esputo al toser. En fin, una serie de características debilitantes típicas de esa afección pulmonar que al carecer de cuidado, llevaba a la muerte.

Pero vamos, que en lugares donde la ciencia no encuentra explicación, la imaginación pronto planta bandera. Es mucho más romántico-y acorde- pensar en muertos que salen de sus tumbas en busca de sangre. Es mucho más apropiado achacar el decaimiento entre miembros de la familia al hecho de que ciertas criaturas atadas a la noche suelen volver por sus familiares, arrastrando a aquellos que aman a la miseria.

La prensa amarillista que en aquellos tiempos encontraba poco con qué entretenerse, pronto cayó presta en diferentes lugares de la costa Este y la palabra "vampiro" comenzó a aparecer en diferentes rotativos.

A pesar de que en un principio las familias de los afectados se negaron a ligar sus situaciones personales a criaturas nocturnas, figuras de la comunidad y hasta agencias gubernamentales comenzaron a hacer eco de las supersticiones traídas de Europa, que se negaron a morir en suelo Americano.

Exhumación se convirtió en la solución del día. Aquellos de ustedes que han estado leyendo estas entradas saben que a la hora de desenterrar un difunto, los temerarios caza vampiros no juegan. Se determinó que habrían de remover los muertos recientes de sus tumbas, buscando señales que apuntaran a un vampiro. Se desenterraron varios cadáveres de entre una y dos semanas de defunción, marcando aquellos que aparentaban no haber decaído ( los que aparecían con ojos abiertos, o con manchas frescas de sangre en los labios).

Si los parientes del sospechado vampiro aún no se veían afectados por la enfermedad, la solución era fácil. El cadaver se enterraba boca abajo, con el fin de confundirlo. Si los familiares ya presentaban síntomas, una cruda e inusual operación se llevaba a cabo. Se arrancaba el hígado y corazón del sospechado muerto en vida, y tras reducir dichos órganos a ceniza, se servían a los enfermos en una infusión, para evitar el avance de los síntomas. (De más está decir que no funcionó para nada).

Mercy Brown y Frederic Ransom fueron los dos vampiros más notorios de Nueva Inglaterra, pues sus casos fueron perfectamente documentados. Su exhumación, la profanación de sus cuerpos y la cremación de sus órganos internos no solo se declaró legal, si no necesaria para mantener el bienestar y la paz en sus respectivas comunidades... No en balde Stephen King señala aNueva Inglaterra como el lugar de partida de todas sus pesadillas.

La ilustración es la tumba de Mercy Brown, la cual se ha convertido en un curioso destino turístico para aquellos que aman las criaturas nocturnas.

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