Ehéle

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Este viaje sugerido por @dcrodio me ha cambiado la visión, la perspectiva y hasta el acento.

Llegué encantada con las botanitas de queso, el choripán y el chimichurri y con ganas de mudarme a Córdoba. Pero que se puede hacer... ya he vuelto de la Argentina y la dieta líquida y carmesí que alimenta a los habitantes de la cripta y el campanario vuelve a ser parte del ritual de lo habitual.

Encontré lo que pensé no encontraría, pues en mi cabeza, este país acomodadito entre los Andes y el Atlántico Sur, era tierra exclusiva de lobizones.

Después de todo, allá en las sierras del centro donde me fui a pasear, las temperaturas son suaves y los días largos. Tales cosas no favorecen a los vampiros.

Pero, nada que temer. Siempre ha de haber una fémina de mala reputación sacando la cara por las criaturas nocturnas.

No se si se han fijado, pero hay una línea directa entre el vampirismo y el concepto de lo que representa ser mujer, y ninguna ha de ilustrarla mejor que la historia de Ehéle.

En este caso se trata de una joven hermosa (porque las feas viejecillas ya han vivido una vida entera y tienen más sentido en la cabeza) que tentando lo estipulado por su tribu, se atrevió a adentrarse en el monte mientras tenía su ciclo menstrual.

En estos días, nuestra osada Ehéle sería la sonriente protagonista de un anuncio de productos de higiene; sin embargo, en tiempos pre coloniales, exponerse de esa manera se consideraba tabú. Se creía que una mujer sangrante podía abrir su vientre a espíritus inmundos.

Aparentemente un nido de víboras que nada tenían que hacer, se alojaron en sus entrañas mientras Ehéle dormía y al volver a casa, esa madeja de pesadilla alojada entre sus piernas (felicidades a los Argentos por ser tan poetas) acabó con la vida de su joven esposo.

Eventualmente la mujer, indigna, se dedicó a darse la vida de viuda alegre, llevándose a su lecho y a la muerte a cuanto jovenazo dispuesto encontraba en su camino.

Tanto fue el gusto por la poca vergüenza que la tribu decidió darle muerte, quemándole dentro de su propia choza.

Mujer al fin, con esa extraña magia que combina sangre, vida y muerte, dejó a los pobres de su aldea con ganas de verla morir.

De sus cenizas surgió el primer vampiro, jurando enemistad eterna entre su estirpe y la de los hombres.

Se les amargó el mate, caramba.

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Cuando pasan cosas como esta, la cripta se alborota y el campanario repica. Estén pendientes, que el jueves les traigo una propuesta que sabe a teclado, sufrimiento y sangre... y puede ganarles un premio.

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