Anónima. I

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Abbie era más conocida que yo y le llovían empleos por todos lados, por lo que le fue fácil conseguirme una entrevista en la agencia de policías de la ciudad. Y el uniforme, no me habían examinado todavía pero ya contaba con el uniforme. Siempre soñé con ese trabajo, bueno, no siempre... pero luchar contra las injusticias era algo que me movía desde muy temprana edad. Me hubiera gustado cambiar el mundo y ciertas cosas de mi pasado.

George, mi padre, solía llegar borracho a casa y el alcohol le ponía de muy mal genio. Rondaba apenas los seis años cuando tenía que esconderme en el armario de mi habitación al escuchar los gritos y las amenazas que él nos daba. Era maltrato, tanto físico cómo verbal, emocional y todos los tipos que se puedan citar.

Recuerdo cómo a veces solía quitarse el cinturón, empujarme contra la cama y darme con él. Aquella sensación era horrible, quemaba sobre mi piel, pero por suerte o no, cada vez dolía menos. Monique y yo nos acostumbramos a aquellas palizas diarias.

Una noche los gritos agudos de mamá me despertaron y corrí hacia el lugar de donde estos provenían. No hice notar mi presencia allí y contemplé la escena con horror. George tenía el cabello de mamá en un puño, lo que hacía que esta quedase inmovil mientras la golpeaba. También estampaba su mejilla contra los muebles que pillaba cerca. Yo solo apretaba los ojos con cada uno de los sonidos secos que la cara de Monique producía. Me sentí tan impotente, pero... ¿qué iba a hacer una niña? socorrerla habría hecho que papá, en el estado que se encontraba, me matase.

Aquella vez George abusó sexualmente de mamá.

(...)

24/02/2017 a las 9:30 am

Los rayos del sol despertaron a Hayley, y de no haber sido aquella la causa, su hermana cantando a pleno pulmón Bohemian Rhapsody lo habría logrado también. Se puso las zapatillas de andar por casa y bajó al comedor. Abrió la nevera, frunció el ceño con decepción y volvió a cerrarla.

-Estamos sin un duro, Hay. -Dijo la hermana sentada encima de la mesa y después hizo una mueca desagradable. "Hay" era el diminutivo por el que solía llamarla todo el mundo.

-Lo sé, lo sé. -Contestó ella con la vista en el suelo mientras asentía pensativa-. Esta vez lo voy a conseguir, voy a sacarnos adelante. No te preocupes, enana.

Esbozó una sonrisa, aunque pequeña, para trasmitirle algo de seguridad a su hermana de 15 años. Ella había cumplido hacía poco los 21.

Para Hayley cuidar de su hermana era primordial desde que a Monique le diagnosticaron cáncer. Solían ir a visitarla al hospital los Lunes, Miércoles y Domingos, los demás días... ella era toda una madraza cocinando -siempre y cuando hubiese comida- y limpiando.

Organizó todo lo necesario en un bolso grande de color marrón y se dirigió hacia la puerta. Debby le deseo buena suerte antes de que saliese.

No era la primera vez que se presentaba a algo como aquello, una semana antes tenía que haber ido a la agencia de policías para una entrevista de trabajo, pero inoportunamente se desmayó antes de llegar y cancelaron, o mejor dicho, aplazaron su cita.

Esta vez no fue nada mal. Le hicieron rellenar un cuestionario y responder unas cuantas preguntas para ver cómo se desataba a la hora de hablar y cómo de bueno era su vocablo. Exquisito cuando se trataba de algo serio. Le concedieron un trabajillo fácil, no le pagarían demasiado pero para probarla estaba bien.

Salió de la agencia y emprendió camino hacia su casa. Mientras tanto no dejaba de darle vueltas a todas las respuestas que había dado. Por muy exactas que estas habían sido, sentía que podía haberlo hecho mejor.

La joven vislumbró una figura conocida a unos siete u ocho metros de distancia. Frunció el ceño para aclarar su visión y en seguida los recuerdos llegaron a su cabeza como si de una película se tratase.

Flashback.

Aquél hombre se mantenía de rodillas cerca al cuerpo de la chica. De vez en cuando le daba golpes secos pero no muy fuertes en las mejillas y le tomaba el pulso. Gruñía al ver cómo no reaccionaba. Hayley prácticamente se había desmayado encima de él, cayó al suelo golpeándole antes el hombro por lo que ahora se sentía en un compromiso. Además, a esas horas de la mañana y por esa calle no solía haber ni un alma.

La pelinegra abrió los ojos y se sentó de golpe agarrándose la cabeza.

-¿Estás bien? -Preguntó el chico.

-Eh... eh, sí, sí.

Se levantó casi a la velocidad de un rayo, se acomodó la ropa y se marchó del lugar exclamando un "gracias" cuando ya se encontraba a metros lejos del chico.

Fin del Flashback.

-Oye... -Puso su pálida mano encima de la pantalla del móvil del chico que días antes había "cuidado" de su inconsciencia.

Él alzó la mirada algo irritado por aquella acción, pero en seguida cambió la expresión al reconocerla.

-Hola a ti también. -Dijo con un tono bajo de voz.

-Me comporté como una niñata el otro día y lo siento, agradecí lo que hiciste pero no sé si lo llegaste a oír... así que bueno, gracias. La verdad es que tenía demasiada prisa y el desmayo lo echó a perder todo... -Frenó para coger aire-. Una fallida entrevista de trabajo.

-Eso no suena muy bien, pero disculpas aceptadas. -Levantó una ceja y las comisuras de sus labios descendieron-. ¿De donde vienes ahora?

-De otra entrevista. -Apretó los labios para no sonreír. Él quizá pensaba que era una chica demasiado seria, muy ajetreada, y tampoco era esa la imagen que quería dar.

-Honestamente, me parece bastante aburrido. -Bloqueó la pantalla de su móvil y se lo guardó en el pantalón. -¿Y cómo te llamas?

-Mmm... ¿cómo te llamas tú? -Esbozó una sonrisa de lado y se cruzó de brazos esperando respuesta.

-Andrew, así me llamo. ¿Me vas a decir tu nombre o... quieres mantener el misterio? -Recalcó la última palabra con cierto tono sarcástico.

Labios de hieloWo Geschichten leben. Entdecke jetzt