Felices para siempre

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Dentro del palacio de Addison, los miembros del equipo se sentían como si ya estuvieran muertos. Su única esperanza de salvación, Meredith, se había ido. El miedo de que Addison volviera a ser mala era demasiado grande.

A medida que la noche se hizo más oscura, se reunieron en el vestíbulo, buscando consuelo en todo lo que les quedaba: el uno al otro. Izzie apoyó la cabeza en el hombro de Cristina. Sus esperanzas se desvanecían y su expresión era tan seria y exhausta como la de Owen, que se había retirado a un rincón.

- Finalmente aprendió a amar. - Dijo Izzie con tristeza, mirando a la ventana que daba a la torre donde estaba sentada Addison.

- No sirve de mucho si ella no la ama.  - Owen apuntiaguda. Se cruzó de brazos y frunció el ceño.

- No es lo mismo. - Dijo Izzie. - Esta fue la primera vez que tuve una verdadera esperanza de que ella pudiera amarte.

Owen abrió la boca para replicar, pero April lo interrumpió. La joven se había vuelto hacia la puerta y escuchaba con atención.

- ¿Es ella?  - preguntó, saltando y corriendo hacia la ventana. El resto del equipo se apresuró a unirse a April. Se esforzaron contra el cristal de la ventana, tratando de identificar lo que habían oído.

En la distancia, vieron la luz de las antorchas brillando a través de los árboles.

Las esperanzas de Izzie se encendieron con entusiasmo.

- ¿Será? -Preguntó, abriéndose paso entre los demás.

Era difícil ver el exterior a través del hielo que cubría la ventana. Alzó una vela y calentó el cristal de la ventana hasta que el hielo se derritió. Luego gritó:

- ¡Sacre bleu! ¡Cielos! ¡Invasores!

Los demás miraron por la ventana limpia. Izzie tenía razón. No fue Meredith quien atravesó el bosque y regresó con Addison. ¡Era una multitud! Y por las expresiones, una turba enfurecida. Los aldeanos se dirigieron a la puerta del palacio y cruzaron el puente hacia la columnata. Un hombre alto y fuerte montado en un gran caballo negro lideraba al grupo. Se dirigió a la multitud, bajo la mirada del personal del palacio, que miraba por la ventana.

- ¡Tomen todos los tesoros que quieran!  - El grito.- ¡Pero la mujer cruel es mía!

El equipo tragó saliva con pavor ¿Qué iban a hacer?

- Llamaré a los soldados, conseguiré todas las armas que puedas usar.  - ordenó Owen.

Todo el equipo del palacio comenzó a correr y prepararse para una posible guerra. Izzie, por otro lado, se separó de todos y corrió hacia la torre más alta del palacio.

- Señora, nos están atacando. -Ella le informó a Addison que estaba apoyada contra la pared.

Addison no levantó la cabeza, manteniendo su rostro oculto en la oscuridad. Cuando habló, su voz estaba desgarrada por el dolor.

- No importa más. - Dijo con tristeza, finalmente levantando la cabeza. Sus penetrantes ojos verdes estaban preocupados y llenos de lágrimas atrapadas. - Déjalos venir.

[...]

- Tengo que decirle a Addison...

Meredith miró a su alrededor frenéticamente. Tenía las manos apretadas y los ojos llenos de confusión mientras buscaba desesperadamente una salida de ese espacio restringido.  No había manera. La ventana era demasiado pequeña y estaba cubierta de barrotes, y el carruaje estaba cerrado por fuera.

- ¿Advertirle? - preguntó Thatcher, confundido. Estaba tirado en un rincón. El anciano se veía peor que cuando había sido prisionero de Addison en el castillo. Su ropa estaba hecha jirones y su cabello se levantaba en todas direcciones. Sus palmas estaban raspadas por las caídas y el cansancio pesaba mucho sobre los hombros del hombre. - ¿Cómo escapaste de ella?

Beauty And The Beast - MeddisonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora