La plaga

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- ¡Oh, me encanta París!  - exclamó Addison. - ¿Qué le gustaría ver primero?  ¿Catedral de Notre Dame?  ¿Los Campos Elíseos?  ¿Demasiado turístico?

Pero Meredith estaba sumida en sus propios pensamientos, mirando alrededor de la pequeña habitación oscura. Había pensado en ese apartamento durante tantos años y lo había imaginado en su mente, pero nunca se atrevió a soñar que realmente lo alcanzaría. Sus ojos se llenaron de lágrimas.

- Es mucho más pequeño de lo que imaginaba. -Dijo después de un momento, parpadeando para contener las lágrimas. Fueron transportadas al ático polvoriento donde Meredith había vivido con su padre y su madre tantos años antes.

Parecía abandonado, con solo una pequeña cuna y un caballete roto como recordatorios de que el lugar había sido una vez su hogar. Mientras Meredith caminaba por el espacio, la tristeza que sintió al principio regresó con una venganza. Por alguna razón, había imaginado que el libro encantado revelaría el hogar de su infancia tal como había sido, no en su estado actual, pero claramente estaba mirando un lugar vacío. Nadie había vivido allí durante años, desde que Thatcher se había mudado con Meredith al campo.

Detrás de ella, Addison permaneció en silencio, dejándola tener su momento de nostalgia. Sin embargo, cuando recogió un sonajero que colgaba en la esquina de la cuna, la morena finalmente habló:

- ¿Qué le pasó a tu madre? -Addison preguntó suavemente.

- Esa es la única historia que papá está siempre dispuesto a contarme. - dijo Meredith, apretando el sonajero. La madera era vieja, pero los detalles seguían siendo extraordinarios. Era una rosa perfectamente tallada. - Y sé que no debería preguntar.

Mientras hablaba, los ojos de Addison se desviaron hacia la esquina de la habitación, se movió con expresión de dolor y tomó una máscara negra que se parecía al pico de un pájaro. Esa máscara solo significaba una cosa: era la que usaban los médicos para protegerse de la desastrosa enfermedad de sus pacientes. Meredith siguió su mirada y, al ver la máscara, las lágrimas volvieron a llenar sus ojos. La plaga.  Eso fue lo que se llevó a su madre, fue lo que hizo que su padre huyera a la seguridad del campo.

Durante todos estos años, le había molestado que la mantuvieran encarcelada en Villeneuve, pero ahora sabía a lo que se había enfrentado.  Podía imaginar a su madre instándolo a que se llevara a su hija, rogándoles que la dejaran antes de que ellos también se contagiaran. No podía imaginar cómo se había sentido el país al ver morir lentamente a su amada sin poder salvarla. Los nudillos de Meredith perdieron color cuando apretó el sonajero rosa con más fuerza.

- Hace muchos años tu padre fue al rey en busca de un préstamo. Thatcher Grey acababa de llegar al reino y necesitaba dinero. Mi padre le prestó una suma para empezar su vida aquí, pero nunca se la devolvió. -Addison habló sintiendo el peso de sus acciones.

- ¿Por eso arrestaste a mi padre?  - preguntó Meredith llorando.

- Sí. Una vieja deuda familiar.  - respondió Addison. - Siento haberlo hecho.

Finalmente, Addison sintió el peso de sus acciones. Finalmente vio que no tenía nada que ver con su difunto padre. Ella no necesitaba ser como él.

Perdida en sus pensamientos, Meredith se sorprendió por la voz profunda de Addison. Ella se volvió para mirarla. La preocupación marcó sus rasgos con fuerza. Meredith se secó las lágrimas y echó un último vistazo al ático. Ella gira lo suficiente. Luego guardó el sonajero en el bolsillo de su delantal para que no se separara de él.

Inclinándose, tomó la mano de Addison.

- Vamos a casa. - Ella dijo. -Al palacio.

Addison asintió y juntas colocaron sus manos en las páginas del libro encantado, cerraron los ojos e imaginaron su hogar.

- ¿Te sientes bien? -Addison preguntó cuando regresaron a la biblioteca.

- Me diste una de las cosas más importantes del mundo. Me diste la verdad. -Meredith habló entre lágrimas.

Addisom sonrió tímidamente y luego apartó la mirada de Meredith.

- Me diste lo mejor del mundo. Me enseñaste a sentir. -Addison habló entre lágrimas.

Los dos lloraron a solas y después de un rato, Meredith se acercó lentamente a Addison y la atrajo hacia ella.

- También me enseñaste a sentir.  Parece que estoy ganando mucho de tu lado.

Rápidamente, Meredith atrajo a Addison hacia ella y apretó sus labios. Una explosión, eso es lo que sintieron por dentro. La hermosa rubia guió los labios de su amante alrededor de los suyos, sus gustos se mezclaron en medio de besos y lágrimas. Fue su primer beso y su amor mutuo fue más que claro para cualquiera que lo viera.

Al otro lado del bosque, Thatcher abrió los ojos y se encontró sentado al pie de un árbol. Su cuerpo ya no estaba dolorido, su mente estaba liviana, su fuerza se renovó. Era otro hombre y se sentía dispuesto a acabar con todo. Se levantó rápidamente y buscó en su mente lo que había sucedido.

Los ojos de Bailey se posaron en sus recuerdos y respiró hondo.

Cerca de allí, Bailey se escondía detrás de uno de los árboles. Ha llegado el momento de todo. La historia llegaría a su fin, Addison y Meredith estaban un paso más cerca de la felicidad.

El anciano caminó hacia el pueblo. Era hora de encontrarse cara a cara con Derek Shepherd y su bufón.

Beauty And The Beast - MeddisonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora