Capítulo 28

7 2 0
                                    

Capítulo 28

Catorce días han pasado desde que Edan recibió la flecha. Su estado no ha mejorado ni empeorado, ni siquiera con el traslado al palacio principal. Ha sido tratado por los mejores médicos, pero estos no encuentran cómo ayudarlo.

Mantiene sus ojos cerrados y su piel cálida, afortunadamente no ha tenido fuertes quebrantos, pero mi preocupación y la de todos no ha mermado, sin embargo, me he visto obligada a seguir adelante con la competencia.

Prepararme y ganar es la prioridad, no lo ayudaré sentándome a llorar, además, es lo que todos mis allegados—incluido Edan—esperan, y lamentaría perder sin siquiera luchar.

La daga se ha convertido en mi amiga, un arma que a pesar de ser ligera es traviesa y complicada de manejar, en especial cuando se tienen tan pocas horas de entrenamiento y paciencia. Más es la mejor distracción e inclusive una aliada para el futuro.

Ilena me ha entrenado—a pesar de haberse convertido en una dama de la corte—, y juntas hemos coincidido en muchas cosas que han demostrado que a pesar de tener distintas edades, podemos llevarnos bien. El palacio se ha mantenido imperturbable, inclusive Nahul no ha cometido error alguno más allá de salir cada noche, pero afortunadamente no me ha llegado reporte sobre él molestando a Dahlia y Thyra.

Muevo rápidamente mi cuerpo para así atacar a mi objetivo imaginario, es como si flotara en el viento. Sigo las instrucciones de Ilena y corrijo la postura cada vez que lo indica, necesito perfeccionar la técnica.

—Gire a la derecha, corte verticalmente, y esconda el arma—me indica.

Sigo las órdenes, rasgando levemente mi ropa al intentar el último paso. Ella lo nota y me mira negando por el error que cometí.

—¿No sería mejor ponerla en la funda antes de esconderla?—pregunto.

—Ni siquiera controla el movimiento para guardarla estando desprotegida—me indica—, por lo que mucho menos podrá cerrarla y esconderla; la descubrirán.

Asiento encontrando lógica en su respuesta.

Pide el arma, y se la entrego para luego verla realizar los movimientos de la manera en que yo debería hacerlo.

—Debes tratarla como si fuera una extensión de tu propio cuerpo—explica una vez ya la tiene escondida—. Pero también debes tenerla como si no supieras de su existencia.

Asiento, ordena otra posición y empiezo a moverme sin parar, me agacho, corto, subo y apuñalo, así hasta que da por finalizado el entrenamiento y llamo a Eunsok para entregar el arma.

—No es fácil manejar una daga—aclaro—. Inclusive diría que es peor que una espada.

Ella niega.

—Lo que ocurre es que le enseñaron mal. Debió de empezar con una daga para así acostumbrarse poco a poco al peso de las armas así como el equilibrio que se ha de tener.

—Nadie pensó hacerlo así.

—Son tontos—aclara y por primera vez en días, rio.—Está tensa.

—Tengo mucho de que encargarme.

—¿Lo ama, no?—pregunta y tiemblo—Me pareció extraño verla besando a un erudito, inclusive creí que solo eran amantes ocasionales... Pero al ver todo lo que está sufriendo por él.

Suspiro, me enderezo y giro a verla.

—Nos conocemos desde pequeños, y de alguna manera nuestro cariño creció—revelo—. Llegué a amarlo sin siquiera saber lo que era.

—Y él también la ama.

Asiento y sonrío.

—Arriesgó su vida por mí y está dispuesto a perderla incluso si con eso gana mi odio.

—¿Por qué no se casan?—inquiere y bufo por su inocencia—Él es apreciado por el rey al igual que todos en su familia.

—Por eso es que no podemos.—Aclaro—¿No viste la mirada de mi padre cuando me desperté al lado de Edan? Estaba furioso. No nos permitirá estar juntos.

Me mira comprendiendo las razones y por primera vez toma mi mano para apretarla fuerte.

—Es difícil no poder estar con la persona que amas, más aún si ambos están tan cerca el uno del otro.

—Es horrible.—Afirmo—¿Te ha pasado, no?

Ella asiente y suelta mi mano.

—Antes de venir aquí tuve un amado—revela—. Pero mis tíos no lo aceptaban por ser un guerrero, y al llegar la solicitud de matrimonio... me alejaron por completo de él.

Me asombro por conocer una pequeña parte de su pasado y me acerco a abrazarla por un momento.

—¿Quieres verlo?—Niega—¿Por qué, ya no lo amas?

—Lo hago, pero lo nuestro ya es imposible.

—Si ambos están solteros, no lo es.

—Sí lo es, princesa.

No desea hablar más, así que decido no ahondar más en el tema y tomamos el camino hacia el palacio, donde nos separamos una vez estamos en la puerta de la mansión de Edan.

Ningún guardia o dama entra a acompañarme a pesar de saber que eso no le agrada a padre.

Despido a las sirvientes que velan por Edan y nos quedamos una vez más a solas.

Tomo asiento a su lado y reviso que su ropa haya sido cambiada. Agarro su mano y la envuelvo entre las mías.

Detesto verlo en este precario estado puesto que yo debería estar en su lugar. No se ha encontrado el culpable y eso me confirma que bien fue Nahul quien disparó o uno de sus magníficos hombres.

Giro al escuchar pasos de alguien entrando y observo a Briccoi.

—Me preguntaba por qué no había ningún sirviente, ahora sé la razón.

—Has vuelto—digo y mis lágrimas salen antes de darme cuenta.

Lo miro y niega lentamente, derribando la poca esperanza que aún tenía.

—La flecha que se usó para herirlo era común, todos en el país pueden comprarlas sin restricción.

—Entonces se confirman nuestras sospechas—digo y él afirma—. Devolvamos el golpe.

Me mira aterrado, y niega.

—Princesa, no podemos hacer eso.

—¡¿Él sí puede atacarme y herir a uno de los míos pero yo no puedo hacer lo mismo?!

—Usted no es como él.

Bufo cansada de hacer las cosas por el lado del bien.

—¿Entonces solo debo quedarme sentada, viéndolo feliz por la vida?

—Pagará algún día.

—¿Cuándo?

—En el momento en que usted tome el trono. —comenta muy seguro.

—¿Quién nos asegura que algún día lo haré?

—Es la mejor preparada.

—Pero la que menos apoyo político quiere—le recuerdo—. Muchos consideran que cualquiera de mis hermanos es el más indicado excepto yo.

—Algún día se darán cuenta que la más apta es usted.

—¿Siquiera será antes de que Edan despierte?

Me mira triste y momentáneamente me arrepiento de haber dicho esas palabras.

—Seguiré buscando al culpable o al menos una evidencia que señale al príncipe Nahul. —asegura, y sin decir más se despide.

Tomo nuevamente asiento, vuelvo a poner la mano de Edan entre las mías, y dejándome llevar lloro como no lo he hecho en días.

Sarka. ©Onde histórias criam vida. Descubra agora