Capítulo 20

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Capítulo 20

Balanceo mi espada al compás de la música que en voz baja voy murmurando. Manejar un arma es un arte.

Lo que me fascina de no estar peleando con nadie es que no debo aplicar tanta fuerza, termino sin raspones y puedo relajarme. Por ello amo esta actividad a pesar de decir que no me gusta bailar.

—¿Quién pensaría que te puedes ver majestuosa?—Habla Nahul, quien sorpresivamente ha llegado tan cerca sin darme cuenta.

Paro de bailar, y lo observo pulcramente vestido con su traje rojo y detalles dorados.

—Muchos dirían que luzco así desde que nací.

Sonríe y se acerca para tocar el filo de la espada con un dedo, dejando un pequeño corte en él. La sangre brota lentamente, pero esto parece no importarle.

—Lindo ejemplar.

—Un regalo del rey—le recuerdo—¿Pero qué hace usted aquí?

—¿Puedo?—señala la espada y me niego a dársela—De todas formas la mía es mejor—señala la que tiene en un funda—. Digna de todo heredero y especial para el que fue hecho.

Pongo los ojos en blanco. Todas nuestras espadas son casi iguales, sus diferencias apenas están en los detalles.

—¿Viniste para que hablemos sobre nuestras armas?—inquiero.

—Sí y no—balancea su cuello y se acerca un poco más. No me muevo. —Vine a advertirte.

—¿Sobre?

—No te metas con mi posición.

Bufo y camino un poco más cerca de él, dejando unos míseros centímetros de distancia.

—¿O qué, me matarás?

Pone la mano sobre su espada y estando preparada sujeto más fuerte la mía.

Ríe y aleja la mano de su arma para agarrar su estómago, e intenta calmar sus fuertes carcajadas.

—Por supuesto que no, eso no sería filial de mi parte—revela—. Además, padre estaría muy decepcionado de ver morir a su pequeña

—Lo estaría de ver morir a cualquiera de sus hijos.

—No exageres, tiene más hijos varones. Y el menor es el que menos le va a importar—me amenaza—. Después de todo los pequeños no hacen falta, solo consumen recursos.

—¿Me estás diciendo que si sigo metiéndome contigo, matarás a Declan?

—No me malinterpretes, yo no mataría a nadie de mi familia. —corrige—Solo doy a notar que los accidentes ocurren.

—Entonces nos quieres lejos de tu camino.

Aplaude encantado.

—¿Eso es, no has escuchado que las personas no deben codiciar lo que no es suyo?—pregunta irónicamente.

Descarado. El que está en un puesto que no es suyo es él y sin embargo tiene el atrevimiento de decir que no debo codiciar el lugar que por derecho hubiera sido mío.

—¿Y usted no ha escuchado que debe proteger lo que considera suyo?

—¿Quién dice que no protejo mi trono?—me enfrenta.

—Usted lo demuestra.

—¿A qué te refieres?

Su mirada está nublada, solo que no logro descifrar si es por enfado o algo más.

—¿Por qué en vez de estudiar para ser un buen rey, va a beber? —inquiero.—¿Por qué en vez de pasar tiempo en el palacio se va con sus mujeres?

Sarka. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora