Capitulo LXI

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—Señor —junto mis manos—, no sabe cuanto se lo agradezco

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—Señor —junto mis manos—, no sabe cuanto se lo agradezco.

—No se preocupe, señorita. Me alegro haber ayudado, no podía dejarlos varados en ese aeropuerto.

Coloco una mano en mi pecho esta vez siendo sincera y demostrándole mi agradecimiento.

Que buen hombre. Si pudiera agradecerle con algo de valor se lo daría. Una lastima que me tocó engañarlo. Pero se que eso iba a funcionar y no la verdad. Después de todo, nadie nos llevaría si decíamos que terminamos en New York por una borrachera.

Le termino de agradecer para luego alejarme, me giro hacia los demás quienes no bajan su cabeza, los tres embobados con el hotel.

—¿Emma? —Venus sigue mirándolo—. ¿Me dices que hacemos en este hotel? Mira que si quieres engañar aquí será inútil.

—No engañaremos a nadie, ustedes síganme.

Camino hacia la puerta. Probablemente parezcamos cuatro locos, y mi falta de zapato y mi cabello despeinado no ayuda. Sumándole la ropa arrugada que llevamos.

Me adentro. Las miradas que se fijan en nosotros no me sorprenden pero las ignoro, camino directamente hacia recepción ganándome rápidamente la atención de la mujer.

Me mira de arriba abajo comenzando a arrugar los labios, lo mismo hace con los demás.

—¿Si? —parpadea con falsa amabilidad

—Buenas tardes. Necesito tres habitaciones por favor —levanta una ceja—. Soy...

—Lo siento, solo hacemos caridad en navidad. Eso es en dos semanas —suspiro—. Los espero para esta fecha —nos sonríe

—Soy Emma Wild —continuo con mi frase, levanta mas su ceja

—¿Y eso se supone que...?

Un hombre la calla cuando empuja levemente su hombro, me sonríe amablemente y ella lo mira parpadeando.

—Señorita Wild —sonrío mientras une sus manos—. Que placer volverla a ver.

—Es un placer también, señor Brown.

—Discúlpala —la mira de reojo—. Las nuevas y jóvenes nunca saben nada de la empresa. ¿Acaso ni siquiera sabes el apellido del jefe de este edificio?

Ella se lo queda mirando claramente sin saber la respuesta causando que le ruede los ojos negando con la cabeza.

—Wild, inepta. Jacob Wild, tu jefe —la señala—. Emma Wild, la dueña —me señala 

La mujer abre los ojos volviéndome a mirar, le sonrío.

—¿Que, qué? —susurra Venus a mi lado

—Señor Brown —llamo su atención—. Estamos algo cansados, ¿podría pedirle unas habitaciones?

—Pida lo que quiera, señorita —vuelve a sonreírme—. Y tu, haz bien tu trabajo —le advierte antes de alejarse

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