capítulo 4

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[Maratón, 2/2]

Me sentí de lo peor, como si fuera la escoria más grande del mundo, se que fue un accidente, pero eso no evita que me aborrezca en este instante.

Si hubiese sido al revés, se que estaría llorando, por eso no puede evitar colocarme en su lugar.

Son las tres de la mañana, no he conciliado el sueño, solo mantengo la vista fija en el techo, sobre pensando más de lo debido.

El recuerdo de ambos viendo las luces de la ciudad, llega a mi.

Sean negó riendo.

—Suelo venir aquí cuando estoy triste o me siento mal, es como mi lugar preferido para reflexionar, mi lugar de escape...

—Bueno, yo no estoy ni triste ni muchos menos me siento mal, ¿Por que me trajiste?

—No lo se, solo presencie la necesidad de mostrártelo Rose.

—Gracias por eso supongo.

Quizás en ese instante no necesitaba de un lugar de escapé, pero ahora lo necesito más que nunca.

Me levante de la cama tomando mi chaqueta junto a las llaves, saliendo de mi habitación.

Entre a la pieza de Gabriela, de forma silenciosa, agarrando prestada sus llaves del auto. Al tenerlas, salí del departamento, subiéndome al elevador, bajando de el, encaminándome al estacionamiento, y abordando el coche.

Al llegar me aparque en un estacionamiento cercano.

Siguiendo por mi cuenta, solté un respiro mirando la luna, estaba hermosa como siempre, brillando sin importar la oscuridad que la rodea.

Tal vez debería aprender de ella.

Di unos pasos más, llegando al punto exacto y en el momento justo. Sonreí cuando vi las luces encenderse. Era igual de sorprendente como la primera vez, tan atrapante.

La última vez que estuve aquí, fue cuando Sean decidió marcharse, me quede hasta el amanecer, esperando que regresara, pero no fue así.

Aun recuerdo todo, como si hubiese ocurrido ayer.

Ese día me despedí con lágrimas en los ojos, deseando que se diera la vuelta y volviera a mis brazos, pero no lo hizo. Lo vi irse, cada vez más lejos, hasta que se perdió de mi vista, mis ojos no tardaron de llenarse más de lágrimas, y justo en ese preciso instante, recordé una frase que me dijeron hace mucho tiempo, combinada de dolor y verdad, personas correctas en momento equivocado. Quizás ese era nuestro caso, quizás nos volvamos a encontrar, cada uno con su vida hecha, con una felicidad falsa.

Por unos meses mi mentalidad fue esa, vivía de la ilusión de volvernos a ver, y poder explicarle todo, para que volviéramos a estar como antes, pero luego me di cuenta de la realidad.

Y solo acepte qué hay personas que están hechas la una para la otra, que se complementan, y hacen el match perfecto, pero no pueden estar juntas...

Y ese es nuestro caso.

—Ahora es cuando me arrepiento de haberte mostrado este lugar—hablaron detrás de mi, haciendo que soltará un pequeño grito.

Me voltee de una manera rápida, captándolo sentado en la vereda, con una botella en la mano, mano la cual estaba hecha un desastre, al igual que su camiseta blanca, llena de sangre. Sus ojos estaban rojos como si estuviese llorando.

Sean soltó una respiración por la boca, pasando unas de sus manos sobre su rostro.

—Solo falta que traigas a tú novio aquí, y te beses con él restregándomelo en la cara—continuo.

Polos OpuestosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora