TRILOGÍA UMBRA - Libro II (En proceso)
Los meses siguen su curso sin ninguna respuesta sobre la ubicación de Amelie cuyo interior ha empezado a arder en llamas volviéndola un arma letal sin que nadie sea capaz de apagarla.
El capitán Meyer vuelve de...
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Un mes después
Berlín - Alemania
Amelie
Los golpes van y vienen sin poderlos evitar.
Me tienen atada contra una pared y los grilletes maltratan mi piel cuando por instinto intento liberarme sin conseguir nada. La sangre brota de las heridas abiertas de mi piel, tiemblo de dolor y enojo; no sé si me duelen más esas o las que siento en mi pecho, en mi corazón con el sentimiento de abandono.
Ha sido un mes largo lleno de torturas de todo tipo: Físicas, sexuales y psicológicas.
—Mira qué bonita te ves toda de rojo —Dmitri lanza otro latigazo a mi piel desnuda.
Dmitri Vasiliev Petrov ¿Cómo poder describir a este maldito hijo de puta?
Es un ser oscuro, macabro y retorcido, lleva un pantalón de vestir elegante y su camisa de botones blanca esta remangada a la altura de los codos con algunas manchas de mi sangre que le ha salpicado.
Él disfruta esto, debilitar a su presa, verla débil para después terminar con ella. Rebajarla a tal punto de ser irreconocible.
Callo ante los golpes, evito soltar quejidos enfureciéndolo más logrando que sus golpes sean cada vez más intensos y que mi fuerza de voluntad no caiga ante el.
Ha estado así desde que no le demuestro nada, desde que aplaque mis sentimientos para ellos, sin dejarme ver vulnerable en ese aspecto ya que en otros me ha quedado imposible defender mi integridad por más que lo intente.
—Fue muy fácil escapar de ese hospitalucho de mala muerte en donde me tenían —jadea con la fuerza del golpe que me propina y yo contraigo los músculos de mi cuerpo sin apartar mis ojos de los suyos—. Gracias a mi historial sabía que fácilmente podían condenarme como un demente así que me aproveche de la situación.
Sonríe mostrando los dientes y limpiando el sudor de la frente por el esfuerzo ya que llevamos casi cuarenta minutos entre azotes y burla.
Burla hacia mí, hacia mis amigos y hacia... mis bebes.
Y no sé cómo lo he hecho, no sé cómo he mantenido el mentón en alto y no he derramado ni una lagrima frente a él cuando dice esas cosas que taladran en mi cerebro, porque en las noches...
En las noches no soy nada.
Soy un manojo de nervios, de ansiedad y tristeza. Soy la que llora todas las noches en la oscuridad en busca de una salida que no encuentro, soy la que deja escapar el dolor que me abarca durante el día para no afrontar la mañana que llega sobrecargada de sentimentalismo.
