Epílogo

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—¿Por qué siempre te quedas ahí parada mirándome, y no vienes a darme un beso? —pregunta, sin siquiera mirarme

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—¿Por qué siempre te quedas ahí parada mirándome, y no vienes a darme un beso? —pregunta, sin siquiera mirarme.

Amaba que me conociera tan bien.

Él estaba ahí, recostado en el sofá individual, con apenas un pantalón de pijama, sin camiseta.

¿Qué no tiene camisetas?

Claro que tiene, girl, y hasta para regalas... solo... ejem... ya sabes.... Prefiere no utilizarlas para que lo veas y... no tarden tanto en... ya sabes... la acción.

—¿Por qué siempre sabes que te estoy mirando? —mi sonrisa se ensancha y lo miro, cruzándome de brazos.

—Porque me pone nervioso cuando alguien tan hermosa como tú me observa con esos ojos tan preciosos y...

Pero no sigue, porque tomé su rostro entre mis manos, y lo besé.

Mis manos acarician sus mejillas, mientras que sus manos aprietan mi cintura, acercándome a él.

Fue gracias al sillón atrás de nosotros que no nos caímos de culo.

Bendito sillón.

—Te extrañe hoy —suspiro exageradamente— extrañe que no estuvieras a mi lado pegada como una garrapata.

Sonreí.

Últimamente, mi familia estaba más unida que de costumbre.

—Solo estuve fuera un par de horas.

Hoy es mi día libre, pero en el hospital me necesitaban, y tuve que ir.

—No me importa si son días, horas, minutos o segundos... cuando no estás conmigo, a mi lado te extraño con locura —sonreí, recostando mi cabeza es su pecho.

Podía escuchar como los latidos de su corazón se aceleraban casi igual que los míos cuando estábamos cerca.

Ese era... uno de mis sonidos favoritos en el mundo.

Me transmitían una paz y seguridad inmensa... una paz que solo Jason me había podido proporcionar en toda mi vida.

—...Todos los días, a todas horas, siempre que estamos separados yo... te extraño.

Conocía la sensación a la perfección.

Pues la sentía cada que se iba a trabajar a la empresa de su padre —que en un par de meses seria suya— o cuando se iba de viaje.

El escuchar su voz al otro lado de la línea era un constante recordatorio de lo lejos que ambos estamos.

—Gracias por esperarme, —entrelace mis dedos atrás de su nuca, y lo observe con detalle, sus preciosas pecas sobre sus mejillas, sus labios rojos, sus largas pestañas o sus preciosos ojos verdes— por esperarme siempre.

—No me iría a ningún lado sin la dueña de mi corazón.

Muchas veces, mientras mirábamos el techo, yo al lado de él, tomaba mi mano y la ponía justo en su corazón, mientras me repetía millones de veces que su corazón me pertenecía, y que siempre seria así.

UACEN | Amarte es poco [En Proceso]Where stories live. Discover now