C a p í t u l o 38

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—Estaré bien —repite el rubio, por milésima vez— no tienes por qué preocuparte

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—Estaré bien —repite el rubio, por milésima vez— no tienes por qué preocuparte.

—Max, yo... sé que esto es difícil para ti, y sé que quizás y no quieres hablar de eso. Pero, siempre me tendrás para desahogarte. Si estás sufriendo, o algo, lo que sea, no dudes en llamarme...

El rubio había llegado ebrio en la madrugada, llorando, y por un pequeño instante, había sentido pena por él.

—El amor de mi vida se casará en menos de veinticuatro horas con alguien más, con alguien que no soy yo —sollozo el rubio, arrastrando las palabras, con lágrimas en los ojos.

La mitad de su camisa estaba abierta y arrugada, en su mano derecha tenía una botella de vodka a medio beber, y su cabello desparramado en todas las direcciones posibles.

—Max... —palmeo su espalda, y le doy un ligero apretón en el hombro— yo sé que...

—Se que, soy un estúpido —hipo— que no la merece, pero... yo...

—La amas —susurro, el seca sus lágrimas—, pero...

—La amo, —me interrumpe— pero yo no la merezco, nunca la he merecido, ya le hice suficiente daño, y...

—Estas arrepentido por ello —lo interrumpo— pero debes de entender, que tú tiempo con ella ya pasó. Ella ahora es feliz, incluso más de lo que era contigo.

Auch.

—Lo siento.

No, es decir, —se rasca la nuca— tienes razón, él la hace feliz, no yo. Y por más que me duela admitirlo...

—Es verdad —lo miro, el desvía la mirada— y si de verdad la amas, estarás feliz si ella lo está. Y ella de verdad lo es.

Y no mentía, nunca había visto a Elizabeth tan feliz como lo es con Adrián.

Es como si fueran dos almas gemelas que siempre estuvieron destinadas a estar juntos, a pesar de todo lo que atravesarán encontrarían de un modo u otro la forma de estar juntos.

—Y solo hay algo que realmente me importa, —volvió a hipar— ella es feliz, esta con alguien que la hacía feliz, aunque no lo fuera conmigo. Y eso me hacía sentir en paz.

—Soy de los que sufren en silencio —bromea— estaré bien, no te preocupes por mí, ve y disfruta la... boda.

—¿La amas? —pregunto, el me mira— ¿de verdad la amas?

Hay personas que aman a otras personas toda su vida.

Y este es el claro ejemplo.

—Me pregunto si algún día deje de hacerlo.

—Y te dolió, verla amar a alguien más de la manera en la que te intento amar a ti.

—Y me duele —conecta su mirada con la mía— pero al menos tengo la certeza de que esta con alguien que la va a amar de la forma en la que yo no pude hacerlo.

UACEN | Amarte es poco [En Proceso]Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ