🚫 C A P Í T U L O 1 3 🚫

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—Así es, doctorcito. —Encarna había respondido en lugar de las aludidas, dejándolas con la palabra en la boca.

María sacudió la cabeza como desaprobación mientras Catalina solo se conformaba con pasar saliva. La observó de reojo y con incomodidad.

Encarna debería haber pasado minutos antes por el granero, ya que adelantaron a la señora y a su protegida. Pero, al intuir que a esa hora los niños deberían irse a su casa para almorzar, decidió retrasar su viaje a propósito.

—¿Qué tal? —la saludó Lucas—. No la había visto.

La mujer se limpió las manos en los bolsillos del delantal, se quitó el pañuelo del cabello y se lo arregló como pudo. Una sonrisa boba se dibujaba de oreja a oreja sobre su rostro.

—¿Qué tal las clases, doctor? ¿El Juan se ha portado bien?

—Bueno, sí...

Lucas recordó que Juan, el hermano pequeño de Encarna, no era lo que pudiera decirse un alumno aplicado. Al contrario, era bastante arisco entre sus compañeros; siempre armaba alborotos que le dificultaban dictar las clases con normalidad. Por ello, se preguntó qué hubiera pasado si aquel niño hubiera estado a cargo de su difunto padre. Él había sido un profesor conocido por su férrea disciplina entre sus alumnos, que incluían castigos físicos.

—Ahora que todos se han ido, ¿vamos al comedero juntos? —preguntó Lucas—. La cocinera debe de estar esperando a los peones y a las lavanderas.

Encarna asintió la cabeza tantas veces en señal de afirmación, que Catalina se preguntó si no se marearía.


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—¡La calor está insoportable!

Lucas bebió agua de su botijo para aplacar su sed. El trayecto hacia el comedero había sido agradable, de no ser por Encarna: no había perdido oportunidad en abordarlo para saber sobre la situación estudiantil de su hermano.

—¿Ya aprendió por fin a leer? Es un poco empanao(2), pero es buen niño —dijo Encarna, casi gritando.

No podía disimilar, ni tampoco quería, el entusiasmo que la cercanía del doctor le provocaba.

—Bueno, yo diría que...

—Padre dice que ese chiquillo es bruto y que es una pérdida de tiempo que venga a clases, que lo necesita para arar en el campo, pero... Madre dice que hay que darle una oportunidad para que no sea bruto como yo.

—Pero ¡¿qué dice?! —Frunció el ceño, con disgusto—. Nunca es tarde para aprender. Aparte, usted no es bruta, para nada.

—¿En serio, doctorcito? —le preguntó con una felicidad tal, que rezumaba en sus orejas.

—Así es.

—¿No soy bruta? —Lo contempló con ojos esperanzadores.

—¡Qué va! —Sacudió la cabeza—. Solo no ha tenido oportunidad de ir a la escuela como yo u otros privilegiados..., pero de bruta para nada.

Si ya de por sí Encarna lo observaba con adoración, bastó que escuchara esto último para que Lucas ahora fuera visto como un dios.

—Usted siempre tan bueno, doctor.

Encarna tenía unas ganas enormes de abrazarlo para demostrarle todo el agradecimiento y amor que sentía por él, mas se contuvo. No era apropiado una mujer de su edad actuara de dicha manera, por mucha admiración que le profesase. Ya si se convertían en novios, como creía que sería luego de que Lucas le pidiese permiso a su padre para cortejarla, podría robarle un beso a escondidas.

La paciente prohibida [LIBRO 1] ✓Where stories live. Discover now