🚫 C A P Í T U L O 9 🚫

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El trayecto a Cártama duró aproximadamente treinta minutos en coche

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El trayecto a Cártama duró aproximadamente treinta minutos en coche. La carretera tenía varios baches, producto del abandono del gobierno central a la provincia. Y, mientras estaban camino al cortijo, hubo un detalle que empezó a inquietar a Catalina cuando sus ojos se toparon con el letrero que decía «Alhaurín El Grande».

El nombre le era conocido. De inmediato, el latido de su corazón empezó a acelerarse al tiempo que se preguntaba «¿Quedaría cerca de la finca familiar?».

Pocas veces había ido a esa zona de la sierra malagueña. Detestaba la diferencia de incremento de temperatura con la costa en el verano, así como la de descenso durante el invierno. A su vez, el campo no era algo que le hiciera mucha ilusión. Tenía fobia a los bichos, en especial, los mosquitos, lagartijas y ratones. Por todo esto, había tenido sus reparos en ir a su finca, cuando su marido le sugirió pasar el verano en ella. No obstante, como había sido muy convincente en que él iba a cambiar y en que Catalina debía poner de su parte para que su matrimonio prosperara, entre otras mentiras, se decidió por hacerle caso. El resto era historia conocida. Pero, durante su estancia en la casita de Monda, había olvidado el sonido incesante de su corazón al palpitar, el sudor frío que le recorría la espina dorsal, el encogimiento de su pecho hasta casi hacerla desmayar... No, no, no.

Durante casi dos meses, a pesar de la pobreza y simpleza de su nuevo hogar, se había sentido segura, tratada con amabilidad y dignidad, y sin temor de no poder despertarse al día siguiente nunca más. ¡Qué distinto de cómo se había sentido en su jaula de oro! Definitivamente, no debía volver a ese infierno nunca más.

Pero, si no quería regresar al lado de su marido, debía cerciorarse de que no se dirigía de vuelta al infierno. De inmediato, y con toda la cordura que su cuerpo podía mostrar sin traicionarla, le formuló a Lucas lo siguiente:

—Doctor... —dijo en casi un susurro.

—¿Sí? —La observó un par de segundos el aludido, para luego volver su atención hacia el camino.

—El nombre de Alhaurín me es familiar y... —señaló al tiempo que todo su cuerpo temblaba al recordar lo que había visto en el letrero metros más atrás.

Lucas frunció el ceño.

—¿Está recordando cosas de su pasado?

Ella tragó saliva.

—Eso creo, pero... ¿usted me encontró por aquí? —formuló la pregunta lo más rápido que le permitieron sus nervios.

Él sonrió al tiempo que sus dedos tarareaban el volante del coche.

—No, este es Alhaurín El Grande. Yo le encontré en Alhaurín de La Torre, que es un pueblo que está más allá de Cártama, cerca de Málaga.

—Allá viven unos primos míos —intervino doña María, que estaba sentada en la parte de atrás—. Hace años que no los veo. Si no fueran unos ingratos que no se acuerdan de mí, le diría que me llevara a verlos.

—Yo me quedaré en Cártama —acotó Lucas con el ceño fruncido—. Lastimosamente, no puedo llevarlas de paseo. Pero... —contempló a Catalina, cambiando su semblante al jovial de siempre— un día, cuando no tenga que ir a las clínicas, puedo llevarla a Alhaurín de la Torre, si desea. Quizá la ayude a recordar y...

—¡No! —Catalina alzó la voz—. ¡No quiero ir para allá! ¡Noooo!

Lucas la miró con el gesto adusto. No necesitó preguntar más para intuir que no le hacía gracia su sugerencia. Todo el temblor en su cuerpo había regresado, y la comparación de la joven mujer con un cachorrito abandonado a su suerte, tal y como había pensado la primera vez que la había encontrado, volvió a su mente.

—Está bien, no se preocupe —habló con la voz más calmada que pudo—. No iremos para allá, si no lo desea.

Durante el resto del trayecto, Catalina seguía abrazándose sus codos al tiempo que su mirada seguía perdida y cabizbaja. Él la contemplaba de reojo, cada vez que el conducir le permitía, y se arrepintió de haberle hecho la sugerencia de antes.

De todas maneras, se volvió a preguntar si ella recuperaría la memoria alguna vez. Debía intentar diferentes maneras; no podía quedarse bajo su cuidado para siempre; habría alguna familia que reclamase su presencia. Pero, por el momento, parecía ser que no era buena idea insistirle en ello.

Por ahora, debía agenciárselas por sí solo para averiguar sobre la procedencia de Catalina. Quizá debería hacer una visita a Alhaurín de la Torre, por su cuenta, en los próximos días.

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