🚫 C A P Í T U L O 5 🚫

5K 308 20
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Junio de 1935


La noche se hallaba iluminaba en todo su esplendor. Era una de luna llena. Blanca, brillosa, esplendorosa, era la primera vez en junio que se dejaba atisbar, pero... no era la única que lo haría.

Había otra más que había empezado a resplandecer desde su interior, gracias al exterior que había conocido desde hacía poco más de un mes. Catalina, poco a poco, parecía haber dejado atrás los días ensombrecidos y amargos que la habían rodeado. La peligrosa atracción, y quizá por qué no, inequivocable pasión, había empezado a germinar en su interior. Y aunque todavía no era consciente de aquel, cada día se acostaba tranquila y risueña, feliz del caluroso y acogedor ambiente que la rodeaba, aunque fuese pequeño, incómodo y pobre. Con lo mismo, se despertaba animada, radiante pero, sobre todo, esperanzada.

Las semanas en aquella humilde cabaña, lejos del palacio de oro que la amenazaba y violentaba, le había mostrado que podían existir otras personas a quienes le importaba, que podían cuidarla y amarla. Sobre todo, aquel amable doctor, que solía saludarla cada mañana de manera afectuosa, que solía comer con ella de manera amistosa, y a quien solía mirar de reojo... curiosa, temerosa, ansiosa.

Todavía no le había puesto un nombre a aquel sentimiento que la embargaba. A pesar de su edad, Catalina no había tenido mayor experiencia en el amor más que aquel empresario, que primero se había mostrado atento y galante, para años después obrar con toda impunidad violenta. Cuando se vio embargada por nuevos y bellos sentimientos, no supo cómo sentirse. Lo único de lo que sí estaba segura era que, antes de acostarse, extrañaba su presencia, su esencia... cálida, amorosa, atenta. Pero, conocedora de que al día siguiente lo volvería a ver, se durmió tranquila, soñadora, esperanzada de que quizá le depararía un mundo mejor; confiaba en que así fuera.

Los primeros días de su estancia en aquel sencillo pueblo habían sido de tensión, de oscura tensión. Siendo una extraña en el lugar, sus primeros miedos habían sido aquellos que podrían llevarla de vuelta a esa oscura mansión. Don Pedro Barquero podría haber enviado a sus peones a buscarla, a atraparla, incluso a matarla. Total, para él su vida no importaba nada, ya se lo había demostrado una y otra vez.

No supo qué tan lejos se encontraba Monda desde la finca de su marido. Como nunca le gustó la vida en el campo, poco conocía el lugar. Cuando se apresuró a salir presurosa, como pudo de aquel terrible sitio, después de la última paliza que él le había dado, fue lo último en lo que había pensado. Aún sin saber a dónde ir, cualquier sitio sería mejor que aquel lugar, que de lejos parecía un castillo de seda, pero que por dentro era la misma miseria.

Sin embargo, luego de que el miedo a lo desconocido disminuyese poco a poco, alimentado por la compañía de doña María, así como por los amables y buenos tratos de su doctor, aquel cálido doctor que poco a poco se colaba en su corazón, se había dado cuenta de que, quizá era posible escapar del infierno en el que se había hallado envuelta. Por un motivo que desconocía, nadie había ido en su búsqueda en aquella choza. Quizá, su marido la había dado por muerta luego de descargar toda su ira y rabia. O quizá, para beneplácito de ella, simplemente le daba igual lo que hubiese sido su destino.

La paciente prohibida [LIBRO 1] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora