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Hoseok sabía que Misuk jamás lo dejaría abandonar su pandilla. Era el ganso dorado de Misuk, capaz de llevarle más dinero que todos los otros chicos juntos. Nunca sería libre.

Forzando fuera las deprimentes ideas, Hoseok intentó concentrarse en el trabajo.

La mujer tenía la billetera en el bolsillo izquierdo. Su mano derecha simplemente sostenía el iPhone junto a su oído.

Hoseok sacó su propio teléfono maltratado —un viejo Nokia, rayado y deteriorado pero indestructible— y caminó hacia la mujer, con los ojos fijos en su teléfono. Nada sospechoso. Sólo otro adolescente texteándose con sus amigos y sin prestar atención hacia dónde iba. Hoseok chocó contra la mujer, murmuró sus disculpas y se alejó, con su billetera bajo la chaqueta.

Dobló en la esquina y desapareció en el oscuro callejón. Echando un vistazo alrededor, asegurándose de que estuviera solo, Hoseok sacó el monedero y lo abrió.

Sus ojos se ensancharon cuando vio su contenido. Dinero. Muchísimo dinero. ¿Y eran esos diamantes?

Algo frío y duro presionaba en la nuca de Hoseok.

—No te muevas —dijo una profunda voz masculina.

Hoseok maldijo por lo bajo. Estúpido. Debería haber sospechado algo. Había sido demasiado fácil, incluso para él.

—Mételo al coche —dijo la misma voz.

Dos fornidos hombres agarraron los brazos de Hoseok y lo arrastraron hacia la furgoneta negra estacionada a la vuelta de la esquina.

Hoseok no se resistió, con su mente corriendo a toda velocidad... ¿Quién querría secuestrarlo y por qué? No era nadie... Bueno, tampoco nadie, pero era un pez chico en un estanque grande, ¿por qué él?

Los tipos lo empujaron adentro, pero no entraron con él; Hoseok oyó a uno de ellos ocupando el asiento del conductor y al otro el del copiloto.

Cuando Hoseok empezó a preguntarse si debería intentar escapar del vehículo, otro hombre entró en la caja trasera de la camioneta y se sentó frente a él.

Hoseok lo miró con cautela. No reconoció al hombre. Tenía pelo castaño oscuro y ojos sombríos, su piel estaba palida o así era su tono natural —Hoseok no podía decidir cual era el caso. Vestía pantalones negros y una camiseta simple con cuello de tortuga que no hacía nada por esconder su cuerpo alto y musculoso.

—Hola, Hoseok —dijó el hombre cuando el auto empezó a moverse

Hoseok parpadeó.

—Siniestro.

Algo que pareciera ser diversión brilló en la mirada del tipo.

—Podría hacerlo aún más siniestro —su voz era increíblemente profunda y atractiva, el tipo de voz que llamaba la atención de la gente—. Tú eres Jung Hoseok, tienes dieciocho años, y eres parte de la bandita de ladrones de Goh Misuk.

A Hoseok se le heló la piel. Nadie conocía su apellido. Ni siquiera Misuk.

—¿Qué quieres de mí? —dijo.

El tipo lo miró por un largo momento.

Era muy atractivo, algo que Hoseok notó con incomodidad y molestia.

No era como si tuviera un problema con los hombres guapos; era solo que... no le gustaba el efecto que tenían en él. Hoseok tendía a sonrojarse, tartamudear y hacer cosas estúpidas con tipos guapos (que siempre eran heterosexuales o no estaban interesados en él, lo que hacía que todo fuera aún más mortificante). Las hormonas eran horribles y tenía dieciocho años.

만 조금 shameless [YOONSEOK]Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin