Persiguiendo coches.

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El doctor de Gaal, Gus, choca conmigo camino a la salida.

-Lo siento, doctor, no lo vi.

-No importa, no importa. ¿Cómo está tu novio?

Su pregunta me seca la boca y es como si alguien arañara una pizarra en mi oreja.

-Bien-contesto. Mis lágrimas y mis ojos rojizos me revelan así que digo la verdad de una vez-Él ya… ya no es mi novio, doctor.

-Oh, pues es una lástima. Pero créeme, es lo mejor.

-¿Cómo chigados vas a ser esto lo mejor?-pregunto tratando de controlar las lágrimas-Es, a leguas, el peor día de mi vida.

-Es lo mejor-la mano del doctor me aprieta el hombro mientras sus ojos se clavan en los míos.

-¿Qué decía la tabla que agarro allí adentro?-pregunto para cambiar de tema.

-Es confidencial. Relación paciente doctor, el juramento hipocrático, ya sabes.

-No, no sé quién es ese viejo, pero no importa-me tallo los ojos-, ya nada importa ya.

-Aunque podemos arreglarnos. Creo que te importaría saber esos resultados.

Pinches doctocitos, todos son iguales.

-¿Cuánto?

-Pasemos mejor a mi oficina.

**

Diez billetes con la imagen de Digo Rivera extraídos del cajero camino a la oficina del doctor me dan pase extraoficial a su consultorio para hablar de temas extraoficiales.

-¿Scotch?-pregunta sintiéndose gringo.

-Tequila-digo severamente.

-No tengo, sólo hay…

-Déjalo así.

La oficina es amplia y limpia. Todo está en su lugar, ignorando la media pastilla junto al frasco de Valium sobre el escritorio, todo tiene ese olor a desinfectante médico. Las persianas detrás del escritorio están corridas. Gus se quita su bata y sólo se queda con el traje negro que lleva debajo. Sólo le falta el gato para hacer la escena de El Padrino.

-No puedo creer que me hayas quitado cinco mil pesos sólo por decir unas cuantas palabras.

-En primera, yo no te quité nada. Tú me los diste. Y en segunda, por eso me mate ocho años estudiando medicina.

-Ya cállate y dime qué es eso que me debería importar tanto.

-Gaal.

Lo miro con precaución, como se ve a un mapache.

-¿Qué quiere decir?

-Bueno, ya que terminaron quizás no te importe tanto, pero aun así te importa. No soy quién para decir si está bien o está mal, pero…

-¡Ve al puto punto! Como les gusta a los doctores hablar en su juerga asquerosa que nadie entiende.

-Calmado, ¿sí? Cuando Gaal ingresó tenía las costillas rotas, las cuales ya está prácticamente sanas. Como te dije, un hueso sana, pero el problema es el riñón. Lo tiene perforado completamente.

-Pero ya salió del coma, eso es bueno, ¿no?

-El coma son cacahuetes en comparación a lo que sucederá si no encontramos un donador. Sus papás están completamente descartados, ya no están en edad. No tiene hermanos. Podríamos ponerlo en una lista.

-¿Se tardaría mucho?

-No tanto… uno o dos años. A ver, a ver, no me grites, es solo una broma, perdón, fue de mal gusto. Siéntate… ¡Que te sientes, hombre! ¡Ya! Por eso te incube esto. Tu eres de las pocas conexiones que Gaal tiene afuera de su familia.

-¿Quiere que le consiga un riñón?

-Yo no, Gaal.

Gaal, hasta cuando no estamos juntos algo nos liga. Antes era el amor, ahora es tu vida. Y aunque me consideres la peor persona del mundo, lo haré. Lo haré porque no puedo dejarte así como así, preferiría morir a verte muerto. Está bien si no me quieres volver a hablar en tu vida o si no me quieres ni ver. Está bien si, cuando nos crucemos en la calle, desvíes la mirada. Está bien si consigues a alguien más. Está bien si llegas a tener una familia. Está bien que me dejes guardado en un baúl de tu mente, empolvado y triste donde van a parar las malas memorias, las que producen melancolía, las que nos despiertan en la noche para olvidarlas al amanecer. Está bien, porque ahí merezco estar. Pero no vas a morir, no podría dejarte.

-Conseguiré el riñón doctor.

-Perfecto, mira este folleto y checa todas las implicaciones. Dejar de fumar de por vida, dejar de tomar, no correr ni hacer movimientos rápidos. Reducirá la capacidad de las funciones considerablemente, así que te sugiero que encuentres a alguien mayor, así no será tan duro el golpe.

-Está bien.

-Ten mi tarjeta, cuando encuentres a la persona, llámame. Hay varios exámenes que tengo que hacer.

-No es necesario.

-¿Por qué?

-Le voy a dar el mío. Le daría mi corazón si lo necesitara… aunque él ya lo tiene.

Siempre lo tendrá.

Al final soy un perro persiguiendo coches, buscando dilemas en los que meterme, corriendo tras esa tranquilidad que tan poco recuerdo y que, cada vez que pasa frente a mis ojos, la persigo sin alcanzarla nunca. Y  como los perros que alcanzan el coche, ¿qué haría con ella de todas formas sin nadie con quien compartirla?

¿Alfa?, ¿Omega? Where stories live. Discover now