Erotismo.

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Después de tomar una merecida ducha, me acuesto en la cama sin tener nada que ponerme. El hotel tiene servicio de lavandería y se han llevado mi ropa, sólo me han dejado los tenis. Las sábanas rozan con mi cuerpo desnudo, lo que provoca que me excite con cualquier movimiento. Escucho que Gaal cierra la llave y sale de baño con una toalla.

-¿Por qué te tapas?-me pregunta mientras se seca.

-Porque no tengo nada de ropa.

-Pero si no hay nada que no hay visto antes-dice inclinándose en su maleta-, además fue broma. Obvio te traje ropa. Es mía, así que supongo que te quedará un poco grande.

Sus tatuajes brillan con los destellos de las gotas contra la luz de los focos.

-Un día de estos me vas a matar con tus bromas.

-Cállate y ponte esto-me lanza un pedazo de tela que no identifico al inicio.

-¿Qué es esto?-le pregunto al extenderlo.

-Un jockstrap-responde y me guiña un ojo.

El "jockstrap" es simplemente un pedazo de tela que cubre mi erección pero deja expuestos mis muslos. Se sostiene a mis piernas simplemente por un elástico.

Es de color rosa.

-¿Te lo puedes poner?-me pregunta con ojos de cachorro y una hermosa vocecilla que nunca había escuchado-, ¿por favor?

-Por supuesto-digo  pues estoy igual o más excitado que él.

Me lo pongo y quedo a su merced. 

Se abalanza sobre mí, y es justo en ese momento donde comienza una lucha  llena de pasión y violencia.

Siento sus manos recorrer todo mi cuerpo como si fuera las cuerdas de un violín, sus dientes me muerden tímidamente los pezones, mi lengua recorre su piel en un momento de erotismo completamente insuperable, sus uñas dejan marcas en mi espalda, como si así marcara su territorio, su presa, su propiedad.

Su erección entra y sale de mí sin dificultad, pues llevamos mucho tiempo haciéndolo. ¿Una, dos, tres horas? No lo sé, pero no quiero que termine. Sus embestidas son largas, y estoy tan dilatado que saca completamente su erección en cada sacudida y vuelve a metérmela.

Nuestro sudor se funde donde nuestra piel se junta y su respiración entra en mi boca con cada beso que me da. Siento como mi erección está atrapada en la lycra del jockstrap, sin poder liberar el orgasmo que, inevitablemente, crece en mis testículos.

La habitación marca treinta y cuatro grados, cuando llegamos estaba a veintiocho. Nuestro calor es tal que ni siquiera el aire acondicionado puede disminuirlo.

Me embiste de distintas formas, pero mi favorita es estar en cuatro. Amo sentirlo sobre mí y que me mueva a su placer jalándome las caderas. Dentro de mi algo libera placer al ser embestido: es mi punto G. La punta de su gruesa erección estimula mi próstata y arqueo la espalda cada que la toca.

-Me voy a venir-dice jadeado.

Comienza a metérmela más y más rápido, pero estoy tan dilatado que no la siento completamente y no aprieto tanto como cuando empezamos, pero aun así es un éxtasis de placer digno de los romanos.

Su disparo de semen me inunda por completo y es tanto que no solo me llena por dentro sino que el delicioso líquido blanco sale de mi abierto agujero y cae por mis muslos, dejando un camino blanco que ensucia las sábanas.

-Me toca a mí-le digo después de que Gaa recobra su consciencia.

Me acuesto de espaldas mientras Gaal me besa e introduce sus dedos en mi.

-¿Es uno?-le pregunto.

-Tres.

-Uno más-le digo con cierta vergüenza, pero es que el semen ha hecho que se deslicen tan suave que no logro distinguirlos.

Cuando siento sus dedos dentro de mí, bajo la lycra de mi erección y comienzo a masturbarme. El orgasmo está cerca, más cerca y entonces se me ocurre una idea. Arqueo mi espalda y acerco lo más que puedo mi boca a mi erección.

Solo logro chuparme la cabeza del pene, pero eso es suficiente.

-Vaya que eres flexible-me dice Gaal sin dejar de estimularme con sus dedos.

Siento placer en la boca y en mi erección. Nunca había sentido nada igual y es increíble. Mi orgasmo crece cuatro veces más rápido hasta que me vengo en mi propia boca, inundando mi garganta con ese extraño metálico sabor.

Me trago mi leche y Gaal saca sus dedos.

-Perdón por eso-digo después de un rato-, fue… raro.

-No es cierto-me dice fumando dos cigarrillos al mismo tiempo-. Fue diferente. Eres muy flexible.

-Las ventajas de ser porrista-respondo.

-Fue la mejor cogida de mi vida-agrega y me extiende un cigarrillo. Lo miro extrañado y dice:-Los cigarrillos se hicieron para después del sexo.

-Pero no tuvimos sexo-le digo dándole una deliciosa calada que se lleva con el humo la tensión y los nervios.

-¿Entonces que hicimos estas cuatro horas?

-El amor.

¿Alfa?, ¿Omega? Where stories live. Discover now