Problemas de viejos conocidos

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Sabía que aquella linda mujer con sonrisa misteriosa y prendedor de mariposa estaba buscando ayudarlo, sin embargo no había hecho más que complicar las cosas. Que él supiera, no tenía un pasatiempo. Al fondo, Daki sonrió maliciosa, como si ella supiera exactamente cuál era y le resultaba divertido ver la decisión que tomaría. Está de más decir que la ira no tardó en llegar.

— Entrenar en el dojo de mi maestro. — respondió con firmeza.

Seguramente de haber sido cualquier otra persona, aquello no sería un problema, sin embargo con él había una línea delgada que puso a todos tensos. Sus compañeros se guiaron por su apariencia, sin embargo la profesora, que sabía la razón por la que fue transferido durante el último año, no lo tomó de la mejor manera. Hakuji tenía razón, seguía siendo guiado por esa parte irracional y furibunda que lo llevaba a ser siempre el más fuerte. Se preguntó en silencio si aún podía cambiar de opinión y decir que también le había empezado a interesar la cocina justo cuando descubrió que era muy bueno en eso.

Pero al parecer se tardó demasiado.

— Ya lo creo. Toma asiento por favor. — por primera vez en aquella media hora de conocerla, el tono de voz de Kocho Kanae tuvo un ligero cambio que lo tomó por sorpresa, había bajado varios grados en su calidez y tenía un toque afilado de advertencia, sin embargo sus movimientos siguieron siendo dulces y delicados cuando le señaló el tercer asiento de la primera fila como su lugar. — Chicos sean amables con él, por favor. Ahora, hay algo que debo aclarar. — continuó una vez toda la clase estuvo en sus lugares. — Me temo que no seré su tutora este último año. Su tutor se ausentará unos días por motivos de salud y se integrará a nosotros lo más pronto posible.

Hubo algunos reclamos que hicieron a Akaza dejar de prestar atención. Pudo escuchar vagamente que pedían aclarar la identidad de aquel profesor, y aunque escuchó el nombre, a él le daba bastante igual. Todos los docentes que había conocido eran iguales, y lo decía habiendo tenido bastantes profesores a lo largo de su vida, y aunque sabía que existían aquellos que de verdad querían ayudarlo, no tardaban mucho en darlo por caso perdido.

Se acomodó en su asiento con su mano izquierda sosteniendo su cabeza y se permitió prestar atención a clases, o mejor dicho, a los profesores que podían convertirse en un problema para él. Descubrió que todos le guardaban cierto recelo y lo miraban con firmeza cada cuánto. Pensó que era gracioso, ya le preguntaría a su hermano qué tal le había ido a él.

Cuando sonó la campana guardó el único cuaderno que utilizó y planeó marcharse de aquel salón tan ruidoso, sin embargo un peso extra sobre su espalda lo mantuvo quieto en su lugar. Con desagrado supo al instante de quién se trataba.

— ¿A dónde vas? ¿El gran demonio Akaza aprendió a huir? — le susurró Daki.

— ¿Por qué huiría de alguien como tú? — le siseó, moviendo su rostro solo lo suficiente para mirarla a los ojos. — Simplemente no tengo nada que hacer contigo y no me interesas.

Los ojos verdes de la chica se volvieron fríos y molestos. Se levantó y miró al pobre chico del asiento de enfrente con molestia.

— Lárgate. — le ordenó. Mientras el estudiante huía, Daki se sentó y se acomodó de forma que pudiera quedar cara a cara al pelirrosa. — Owww, vamos. Hace mucho tiempo que no nos vemos, podríamos ponernos al corriente. — pero Akaza no respondió, miró hacia fuera de la ventana con aburrimiento. Ella se impacientó. — ¡TE ESTOY HABLANDO! — nuevamente no hubo reacción alguna. — ¡GYUTARO!

De forma casi instantánea se vio cubierto por el alto cuerpo del mencionado, mientras ponía uno de sus largos brazos poco arriba de su cabeza. Podría ser uno de los más desagradables kabe-don que Akaza pudo imaginarse involucrado.

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