XIX

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"Solo cuando perdemos todo, somos libres de hacer lo que queramos"
—Brad Pitt—

Capítulo 19: El dueño de todo, el dueño del tiempo.

La cubeta de agua helada fue suficiente para levantarlo. Sus ojos se abrieron con pesadez y el frío en sus muñecas y tobillos le confirmó que no podía moverse un centímetro más de lo requerido. Su cuello dolía por la mala posición y ya no sentía sus piernas lo que significaba que estaba arrodillado desde hace bastante tiempo. Sus brazos colgaban de la pared por grandes y gruesas cadenas y él apenas despertaba.

Frente a él varios otros hombres en bata de doctor anotaban algunas de sus reacciones. Kaled extendió sus palmas unos minutos para intentar usar su habilidad de una forma que le sea posible liberarse. No funcionó. Ya sea por el cansancio o algo más, el tiempo parecía haber dejado a Kaled a su suerte en el peor de los casos. Ante ello los doctores siguieron anotando.

La habitación era metal puro. Podía ver su reflejo en el piso. Sus ojos estaban llenos de suciedad y en sus mejillas tenía moretones, alguien se había divertido con él mientras dormía, quizás usándolo como saco de entrenamiento. Su cuello crujió al enderezarse para así dejarle una mejor vista. El sitio estaba vacío, sin ningún mueble y un pasillo resguardado por barandales tenía una perfecta vista hacia su desgracia. Y no le sorprendía que el espectador sea Ion.

El hombre lucía uno de sus tantos trajes mientras hablaba con uno de los doctores del lugar. En la puerta estaba Marco resguardado la habitación junto a otro que no vio nunca. Kaled suspiró y eso fue suficiente para llamar la atención de todos. Unos pasos apresurados llegaron a él y se arrodillaron a su lado para verificar su estado. Kaled reconocía las agradables manos de London en cuanto hicieron contacto con él.

London tenía ojeras enormes y algunas heridas en su rostro junto a moretones. Sin embargo, con la apariencia demacrada sonrió indicándole que estaba bien y solo así Kaled pudo respirar un poco mejor. El doctor sujetó su cuello y verificó su pulso, alumbró sus ojos con una linterna e hizo más del usual procedimiento.

Ion se acercó a ambos con calma mientras limpiaba sus manos con algún pequeño pañuelo azul. El hombre se inclinó para observar a ambos y ante ello Kaled pudo percibir el leve temblor en London. Fue una de las pocas veces que lo vio con tanto miedo. Kaled arrugó la nariz por el enojo y extendió sus manos intentando liberarse para golpear a Ion. Sin embargo, en definitiva el tiempo lo dejó.

—Apártate, London —ordenó Ion.

Kaled se percató del nuevo accesorio en el cuello de London, el mismo que encendió unas luces tenues y que ante ello el doctor hizo una expresión de dolor. Después de unos segundos de lucha constante London tuvo que aceptar, se levantó y caminó hasta Marco quien también lucía el mismo collar. Kaled tuvo miedo del futuro que les esperaba.

—Llevas cerca de cinco días dormido —Ion se inclinó hasta estar a la altura de un arrodillado Kaled—. Un día más y te habríamos dado por un fallo y serías basura.

—¿Qué fue lo que les hiciste? —preguntó, sorprendiéndose de que su voz salga con claridad y sin titubeos.

—Deberías preguntarte lo que te pasó a ti.

Ion hizo una seña con su cabeza y dos mujeres se acercaron con algunos apuntes y una pantalla. La primera doctora se inclinó y dejó los papeles en el suelo, con las estadísticas de su avance. La segunda dejó el video en reproducción y Kaled se obligó a cerrar los ojos. No tenía la intención de ver a London en una situación tan deplorable y por eso lo ignoró.

—La traición a nuestra organización es la muerte, pero como London ya pasó por ello y sobrevivió, no creía que fuera lo mejor así que modifiqué un poco su sufrimiento —explicó.

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