Repetir lo irrepetible

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Octubre, 2018

-¡Ya voy!

Justo había terminado de arreglarse cuando sonó el portero automático.

-Mírala, cómo se arregla para tentar a la leona -comentó jocoso dándole una palmada en el culo.

-Cállate, maricón, así ya estoy vestía pa irme luego a emborrachar.

-Ay, mi rubia -la atrajo con cariño. -Me voy ya, que está abajo mi churri -le dejó un beso en la cabeza y le dijo: -Muchísima suerte, ¿vale? Ya sabes lo que hay, así que esa es tu ventaja. Me llamas cuando se vaya y nos tomamos algo tú y yo.

-Te quiero, Ricarda. Te aviso cuando me quede sola -se despidió cerrando la puerta por la que acababa de salir su amigo.

Echó un último vistazo a la mesa. Ella que nunca acostumbraba a ponerla, se había esmerado en prepararla esta vez. Y eso que a Mimi le servía hasta un tupper de plato, pero claro, ya podía imaginar la regañina de Miriam si la hacía comer en la cocina, sin mantel y sin platos. Lo que le faltaba.

Se pasó las manos por el pelo nerviosa, sacó de la nevera una botella del vino que la gallega les había ofrecido en su casa la otra vez y lo llevó a la mesa. Joder, si es que se iba a ir nada más cruzar la puerta, aquello parecía una cita en toda regla. Y que conste que no lo había hecho con esa intención, pero eran tantas las ganas que tenía de pasar tiempo con ella y que estuviera cómoda, que había intentado que todo estuviera tal y como le gustaba a Miriam. Así, podía retrasar la charla hasta el postre y, al menos, disfrutarían de la comida.

Sin saber qué más hacer para que el tiempo pasara rápido, se dirigió al espejo del pasillo para echar un último vistazo al outfit que había elegido el mallorquín. Un crop top negro, un pantalón holgado a rayas, y unas Vans blancas de suela alta. El sol había decidido brillar con fuerza ese día, así que con ponerse una cazadora después, no pasaría mucho frío. Maquillaje elegante, resaltando sus ojos y los labios granate. ¿Se había pasado? Igual teniendo en cuenta que era una comida entre amigas, en la que además iban a clavarle un puñal en el estómago...

<<Pfff, se va a pensar que estoy desesperá. Que no es mentira, pero vamos, sale por la puerta en cuanto vea el panorama. Entre la mesa y esto... Puto Ricky, ¿pa qué le haré caso? Me cambio. >> pensó con intención de volver a su cuarto cuando sonó el timbre.

<<Mierda.>>

Desistió de cualquier intento de cambio exprés y se acomodó el pelo, planchado y pulcramente peinado, como pudo. A paso rápido se dirigió a la puerta, nerviosa, si es que ya prefería no pensar en el efecto que causaba en ella la gallega, ¿para qué?

Y sin pensar se quedó cuando abrió la puerta. La madre que la parió. No, no se había pasado porque la gallega parecía que iba con la intención de hacerla sufrir, como si quisiera dejar claro que todo eso no era para ella. Miriam llevaba un vestidito corto blanco con lunares azul marino que se ajustaba al dedillo a su cintura, y que con el escote en v, realzaba sus pechos, dejando visible los lunares que tenía bajo la clavícula. Llevaba el pelo suelto y bien rizado, maquillaje al natural y su abrigo negro largo en el brazo, que también colgaba su bolso. Mimi dio gracias en su mente al presidente de la comunidad por hacerles pagar tanta calefacción. Se le hizo la boca agua. Y no fue la única en quedarse perdida en la otra más de lo que se considera correcto, porque Miriam... Miriam no sabía qué estaba pasando con sus hormonas. Miriam solo tenía claro lo que había ido a hacer, y no podía dejar que nada la distrajera.

-Hola.

-Hola.

-Pasa -la invitó haciendo el amago de cogerle el abrigo para colgarlo.

KILLA / Miriam²Where stories live. Discover now