24. Emisaria de Xochiquétzal

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Una noche antes.

Entre la oscuridad, una figura pequeña,jugaba a las muñecas, en medio de una sala con luz tenue que apenas alumbraba. Se acercó despacio y le tocó el hombro, la niña se dio la vuelta y comenzó a retorcerse. Lulú era atacada por un fuerte dolor punzante, mientras chillaba agonizando.

—¡Luyana! —gritó Froilán despertando de su pesadilla.

Miró a su alrededor, solo vio a su madre dormida en el sillón de la habitación. No sabía qué hora era, pero veía luz en los pasillos del hospital.

Un día antes de encontrarse Yuliana, Dioney y Froilán, con el señor José, el joven poseedor del don del viento despertaba de una pesadilla, con el corazón latiéndole fuerte y la respiración jadeante.

Estaba asustado, sudor frío le recorría la espalda y una sensación de terror le invadía. Pensar en sus primas desoladas le había ocasionado una pesadilla. Miró por debajo de la puerta, una sombra estaba llegando. Alguien quería entrar. Froilán desconocía la hora, pero sabía que era de madrugada. Dudó que fuese una enfermera, así que por debajo de la sabana preparó su puño cerrado.

La puerta se abrió y solo alcanzó a vislumbrar una sombra, la luz del pasillo lo cegó. La persona se acercó y entonces pudo reconocerlo.

—¿Dioney?

Su primo menor estaba frente a él.

—Froilán —respondió el joven de casi quince años, se acercó a él y le dio un gran abrazo.

—¿Qué haces aquí? —Quiso saber el mayor— No estabas...

Dioney se dio la vuelta, su tía parecía a punto de despertar, así que colocó una mano sobre la cabeza de ella y la durmió con sus poderes.

—¿Cómo te sientes? —preguntó.

Froilán no se había detenido a pensarlo. Cayó en cuenta que se sentía mejor. Observó sus manos, ya no tenía rasguños y la fuerza volvía a él. Estaba sano y completo.

—¿Qué está sucediendo? —preguntó preocupado.

—No lo sé, pero no podemos quedarnos. Hablaremos en el camino, las chicas nos necesitan —fue la respuesta de Dioney.

—Espera, ¿y nuestra ropa? —Aún portaban las batas del hospital.

—No hay problema, yo les traje. —La tía Rosita se asomó por la puerta de la habitación con una bolsa— Vayan por sus primas y ayúdenlas.

Ya no era noche sino madrugada. Pronto amanecería y en ese momento Yuliana tenía horas viajando en un incómodo autobús que hacía varias paradas en casi cada pueblo, sin saber que mientras tanto, ambos chicos se encargaban de no dejar evidencia ni en el hospital como con su familia.

Dioney acababa de modificar las memorias de sus padres y tíos para enviarlos a su hogar y no preocuparse por ellos. Sin preguntar más, hicieron caso a las indicaciones de su anciana tía, está les aseguró que sabrían todas las respuestas encontrando a Yuliana y a Frey. Así pues, tomaron la mochila que su tía había preparado para ellos y partieron volando desde el hospital en busca de sus primas.

Detrás de un árbol a las afueras de la clínica dos figuras femeninas observaban como los niños Viera salían en busca de su familia.

—Mira, allá van —dijo una de ellas al verlos volar

—Síguelos, necesitarán tu ayuda —pidió la otra voz.

—No, ya cumplí con mi parte. Les salvé la vida, lo demás les corresponde a ellos. —El tono que usaba era tajante.

Crónicas del Quinto Sol: La diosa negraWhere stories live. Discover now