5. Un plan

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Durante la noche, ninguno de los cinco podía descansar, salvo Lulú, quien en ocasiones se quedaba dormida, pero al poco rato despertaba llorando. Oír que sus primos y su hermana se iban le afectaba tanto.

Yuliana y Lulú compartían habitación, al igual que lo hacían ambos varones. Dioney decidió hablar con el resto de sus primos y hermana, así que sacó a Froilán de su cama, pasaron a llamar a Yuliana y después buscaron a Frey.

Esta yacía en posición fetal, ya no lloraba, pero aún estaba muy dolida con sus padres. Abrazaba el collar que le había regalado su abuela cuando aún vivía, uno con una turquesa en forma de gota y conchas marinas en los lados. Era el tesoro más preciado para la niña y de lo poco que le quedaba de su abuela. Si ella un estuviera con vida, no permitiría nada de esto.

A su mente llegó un llamado, la voz de Dioney resonó en su cabeza. Era un modo de comunicarse entre ellos, sin usar la voz, pero solo funcionaba para los cinco si Dioney lo permitía, siendo un canal de comunicación.

—"¿Estás despierta?"

—"Lo estoy."

—"Sal, tenemos que hablar."

Frey suspiró, se levantó de la cama y abrió la puerta, aún estaba vestida, no se había puesto el pijama como el resto de sus primos. Esperaba que gracias a la luz tenue no notaran sus ojos hinchados.

—Hablemos en el laboratorio —le dijo Yul.

Los cuatro bajaron. Decidieron no despertar a Lulú para dejarle descansar. Al ser la más pequeña, desvelarse no era bueno.

Descendieron en puntillas las escaleras y entraron con cuidado por la puerta rota, -culpa del escorpión-, y una vez más utilizaron escalones.

El laboratorio era un espacio subterráneo. Pocos hogares en México contaban con sótano, la casa de los Viera era uno de esos.

Creado como escondite para las mujeres que se ocultaban de los soldados durante la guerra de Revolución Mexicana y tras terminar, los habitantes de la casa conservaron el espacio. dándole uso como sótano.

Casi cien años después, Dioney había adaptado y engrandecido el espacio, resanado las paredes y poco a poco lo llenaba con su esencia y materiales de laboratorio.Ya contaba con su propia mesa de trabajo, un escritorio pequeño y un librero. Dioney disfrutaba de pasar su tiempo ahí abajo. Investigaba, hacía experimentos e inventaba nuevos artefactos.

Algunos de ellos habían sido las armas que Frey intentó usar contra el escorpión o el poder adaptar la ropa suya y de Lulú a prueba de fuego, de esta manera, si alguno de los dos utilizaba sus poderes, sus vestimentas no se incinerarían.

Los chicos se acomodaron en el espacio, Dioney se sentó en su silla giratoria, Yuliana en un banco, Frey se recargó sobre la pared y Froilán se acomodó en el último escalón.

—Veo que mantienes castigado a tu mascota —resaltó Yuliana al percatarse que el escorpión seguía encerrado en el frasco.

—Ya te dije que no es mío —respondió Dioney de mala gana—. Por cierto, noté que falta una de mis armas inventadas.

Yuliana y Frey intercambiaron miradas, lo mismo Froilán.

—Si, bueno... —comenzó su hermana.

—Como sea, no importa. Debió caérseles durante la persecución. Solo esperemos que nadie la encuentre. No funcionaba de todas formas —informó el chico.

—¿No qué? —preguntó Frey atónita— Yo...

—¡Si! Que bueno que nadie la ocupo. —Yul le tapo la boca. ¿Para qué echarle más sal a la herida?

Crónicas del Quinto Sol: La diosa negraWhere stories live. Discover now