15. Son solo niños

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En un par de horas o incluso menos amanecería, Frey estaba segura de eso. Kou le seguía el paso con cautela.

—¿Crees que aún falta? —preguntó el chico— ¿A llegar?

La niña no respondió, lo conocía, intentaba disuadirla de su molestia con la plática. Kou comprendió, aunque su arrepentimiento era sincero su actitud no era natural. No sabía relacionarse, era serio y en ocasiones temperamental igual que Frey... por eso se llevaban bien, desconocía que hacer o que decir para arreglar las cosas.

—¿Cómo piensas que están tus primos? —insistió.

—Estarán bien —respondió Frey con seriedad.

Kou volteó a verla de reojo, le había contestado, ya era algo.

—Les deseo lo mejor —dijo con honestidad.

—Lo estarán, lo sé, porque lo siento —volvió a decir como si no lo hubiese escuchado.

—¿Aún tienen esa conexión? —preguntó.

—Por supuesto. Somos familia.

Kou sintió una punzada de celos; él también extrañaba la suya. El chico se quedó callado y Frey comprendió que había dado en su fibra sensible, no obstante, no pronunció nada más. Se mantuvieron así durante un buen rato. Hacía frío, estaban casi a oscuras, alumbrándose solo con la lámpara que Frey traía consigo.

En ocasiones escuchaban pisadas, dependiendo del lugar donde caminaran; si era tierra, pasto o maleza, el sonido aumentaba o disminuía.

En más de una ocasión, en los pies sufrieron pequeños raspones al no poder ver con claridad plantas con espinas o ramas secas escondidas entre la maleza. Pese a que se encontraban en primavera, el clima helado aún calaba durante las madrugadas.

Frey agradecía haberse puesto su chamarra de cuello alto antes de salir, el frío le afectaba menos en la garganta. Kou también iba equipado con un jersey y su mochila con armamento ligero que tanto él como ella sabían utilizar.

A esta misma hora, Yuliana acababa de recibir a la tía Rosita en casa y hacía el intento por dormir, pese a que el dolor mental se lo impedía.

Aún no pasaban ni doce horas desde el accidente y Frey y no se había detenido a descansar, pensaba que ya tendría tiempo en cuanto estuviera más próxima a su hermana. Se sentía culpable por haberla perdido de vista tan solo un segundo. Si es que así sucedió. Suspiró hondo al recordar lo rápido que pasó todo. Kou le escuchó y sugirió algo:

—¿Por qué no descansar un rato? El camino es trazado, no creo que hagan daño —dijo de manera apacible.

Frey se detuvo y aun sin dar media vuelta, consideró su opinión.

—Uno de nosotros debe cuidar al otro y solo será un corto tiempo, quizá pronto amanezca —respondió Frey.

—Yo vigilaré primero —se ofreció Kou.

—No, lo haré yo —impidió ella—, aún no confío en ti.

La niña deseaba seguir, sentía que estaría más segura en el pueblo que con Kou a solas, quizá hasta planeando algo.

Además, esperaba que la familia que tuviera el "mapa" por lo menos fuese amable. Aunque no tenía idea de qué manera iba a dirigirse a ellos ¿Cómo llegar y pedir algo que nunca había visto? Aún peor, ¿Cómo saber de qué familia se trataba?

—Está bien —Kou respondió resignado—. Pero repito, poder confiar en mí.

Frey alzó los ojos, sabía que en medio de la oscuridad no la vería haciendo ese gesto, mucho menos dándole la espalda. Se giró y se dirigieron al árbol más cercano para estacionarse. En México, a orilla de las carreteras se pueden encontrar hermosos paisajes que van desde largos pastizales, bellos caminos boscosos, miles de hectáreas de milpas, sembradíos de maíz, frijol, calabaza, etc. Frey había observado estos y más paisajes variados en muchas ocasiones cuando salía junto a su familia. Ahora que los recorría a pie, podía apreciarlos durante más tiempo a diferencia de la vista desde el coche.

Crónicas del Quinto Sol: La diosa negraWhere stories live. Discover now