Al comprobar que no había ningún tipo de lesión grave o leve, solo el golpe Juan David respiró tranquilo, nunca se perdonaría el haberle hecho daño, además saber que trabajaba en el hospital lo animaba, quería seguirla viendo y comprobar si eso que hacían que su corazón saltara al mirarle los ojos, era real.

Le reviso el pulso y fue delicado y tierno usando el estetoscopio, incluso no pudo controlar el impulso de quitarle un mecho de pelo y ponerlo detrás de su oreja. Ella solo callaba, era su costumbre cuando se sentía expuesta o cuando se le alteraban las emociones, callar.

La obligo a quitarse la chaqueta solo por ver la piel de sus brazos, no porque fuese necesario para tomar la tensión, y pudo verificarlo, eran delgados  y blanco con pecas que se podían contar con los dedos, pero descubrió algo bonito, un tatuaje.

"ISABELLA

Decía en letra cursiva, en la parte inferior varias curvas lo adornaban y una pequeña estrella con el numero 10 llamaba su atención, lo admiro largo y tendido y ella se sintió incomoda, movió la mano para que él captase que debía parar. Así lo hizo y procedió a seguir, frunció el ceño al notar baja la tensión y ella adoró ese gesto, de repente se descubrió detallándolo.

- ¿Ha desayunado?- preguntó él en tono profesional.

Ella bajo la mirada, su felino interior se encontraba patas arriba , exponiendo el vientre para que  lo consintiesen.

-No- susurro.

- ¿A que hora se ha levantado Helena?

- Seis 

- Serán las nueve de la mañana y no ha comido nada, por eso su tensión es baja- quito los implementos y mientras los llevaba a la mesa llamó a alguien.

- Teresa, podrìas traerme dos ensaladas de frutas, sin dulce artificial, solo miel y poca granola, ah y dos jugos de naranja- sin más colgó.

Helena intento bajarse de la camilla para salir, no iba a permitir que el doctor le comprara el desayuno. Juan David noto el movimiento y nervioso por no dejarla ir, habló.

- Helena ¿Me acompañarías a desayunar? hace mucho tiempo que nadie lo hace- y le guiño el ojo, mientras ella sentía el escozor en la rodilla. Quería negarse, debía hacerlo porque aún era una mujer casada, pero solo calló y agacho la cabeza.

- No debo hacerlo Doctor- dijo por fin- debo ir a mi trabajo- se detuvo cuando llamaron a la puerta y Juan David abrío, una mujer de cabello canoso y sonrisa dulce entro con una bandeja elegantemente decorada, dos tazas con frutas y dos vasos con jugo de naranja, saludo a Juan David con un beso en la mejilla y salío con paso presuroso.

Él no se permitiría dejarla ir, por eso a riesgo de no volverla a ver por ser tan confianzudo se acerco a ella y la miro, sintieron eso de nuevo, ese cabalgar de los corazones.

- Por favor, acompañame- susurro él, ella se sentía hechizada con esa mirada y solo pudo asentir ¿Qué le pasaba con ese hombre?  había surgido tan fuerte que parecía que lo conocía de toda la vida, no se explicaba esa extraña sensación en las pocas veces que se habían mirado y reparo como último pensamiento en su boca, en sus labios eran proporcionados y de un rosa intenso, se pregunto que sabor tendrían. 

Juan David abrió la puerta del pequeño cuarto donde descansaba, era su pequeño santuario en las horas que pasaba en el hospital, tenía una pequeña cama, en frente un diminuta biblioteca, había una cortina que dividía el comedor, era en hierro forjado  y con superficie de vidrio tenía solo dos sillas también en hierro forjado y con cojines de la mejor espuma. Llevó la bandeja hasta la mesa y dispuso todo de la mejor manera, colocó servilletas y volviendo a su consultorio le sonrió de medio lado, cosa que ella adoró de  nuevo. Le tendió la mano a modo de invitación y ella se sonrojo, aún no podía creerlo, saco la suya tímidamente y la poso sobre la de él, en un acto de valentía el la giro de modo que pudo entrelazar los dedos, su mano era suave, como cada centímetro de su piel, le estaba gustando esa sensación y ella era consiente de que el abrigo y la protección que le daban la extremidad del doctor le gustaban. 

La hizo seguir y le corrió la silla al sentarse, estaba actuando por impulsos, lo sabía, era un conquistador pero en esta ocasión se sentía diferente, quería agradarle de una forma distinta, quería hacerse inolvidable para Helena. Pensabá que era soltera, pues no noto argolla en su dedo al examinarla, lo que él no sabia es que ella casi nunca la había usado, Antonio se la quitaba cuando iba con sus amantes  y ella al descubrirlo decidió hacer lo mismo. 

-Come- la animo al verla callada, quieta y con la mirada gacha, no resistió verla así y de nuevo se dejo llevar por los impulsos llevando sus dedos a la barbilla de Helena, se arrepintió cuando vio de nuevo esos labios, deseó besarlos de nuevo.

- Gracias- dijo ella con voz más segura, recordó quien era y quien no debía ser, por eso el felino se sentó con porte elegante y empezó a degustar la comida- mmm- gimió al degustara las frutas y luego tomo jugo de naranja, Juan David comía a su vez pero sin quitarle la mirada de encima, deseaba a esa mujer, con solo media hora de conocerla la deseaba, pero no para sexo, deseaba conocerla entera, porque su mente audaz e inteligente le dictaba que ella no era para jugar.

- Hace cuanto trabajas aquí- curioseo Villareal.

- Hoy cumplo mi primera semana, y mira ya estoy faltando- respondió y sonrió, se dio cuenta que se tuteaban sin pedirse permiso.

- No ha sido tu culpa Helena, de verdad que me siento mal por haberte provocado esa lesión, voy a disculparme el resto de mi vida- dijo y le guiñó el ojo de nuevo.

- Tus atenciones han sido más que suficientes- contesto.

Se llevo un trozo de manzana con miel a la boca y no se fijo en que el dulce había quedado por fuera en una comisura de su boca, Juan David si lo notó, y de nuevo su impulsos y cabeza descontrolados lo llevaron hacia mientras ella pasaba la manzana. 

Se arrodillo frente a la silla y la giro un poco de modo que quedaran frente a frente, ascendió un poco y aceco su rostro al de ella. Helena no supo como reaccionar, solo no quiso alejarlo, algo desprendía el cuerpo del doctor que se sincronizaba con el de ella y la  hacía querer tenerlo cerca.

Acerco su rostro al de ella, se estaba arriesgando y lo sabia pero ya no podía detenerse, nunca había deseado tanto besar a alguien. Ella solo podía respirar descontroladamente mientras pensaba en lo que haría, y llego a la conclusión de que sí Antonio beso e hizo el amor con tantas mujeres mientras ella aún lo amaba, esta vez  nada estaría traicionando, quería besarlo quería catar esos labios.

Cuando estuvieron a milímetros él la miro para pedirle permiso, ella solo parpadeo y sin más sacó su lengua y limpió ese rastro de miel, luego capturó su boca y ella gimió. 

Sus labios se dejaron besar, y luego empezó a corresponderle, había rastro de fruta y los dos llegaron a la conclusión de que lo dulce de cada boca no era por la miel, era porque así sabia cada uno, sus bocas dieron paso a lenguas,  sus lenguas danzaban cooperando a lo empezaba a nacer. El se puso de pie y  se flexiono  apoyado en los reposa brazos de la silla, el sabor de Helena era exquisito, no tenía comparación alguna, quería seguir besándola, y no solo su boca, su cuerpo empezó a revolucionarse y a querer más de ella. Helena apoyo las manos en los bíceps de Juan David, nunca la habían besado tan sensualmente y temía no parar.

Siguieron besándose sin descanso, ninguno pasaba a otro límite aún no  era momento, ninguna boca se canda de consumir la otra, aunque las respiraciones los delataban y el bulto de Juan David se tensionó, paro antes de que sus manos arrebatadas por tocar el cuerpo de Helena empezaran a tener voluntad propia, mordió el labio de ella y abrió los ojos, para encontrarla con los de ella cerrados y la frente fruncida, notó como respiro ella profundamente.

Se miraron a los ojos consientes de lo que habían hecho, pero no sabían que el destino les acababa de jugar las cartas, por fin los había hecho encontrarse y después de ese beso nada volvería a ser igual. Tampoco fueron consientes de que en el momento en que se besaban el celular de Helena aun reproducía One And Only de Adele. 

Todo Por TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora