Todo Por Ti

Capítulo 38

Todos creemos estar preparados para saber la verdad. Nos armamos de una falsa valentía que tarde o temprano termina desmoronándose ante la cruda y patética realidad y entonces, una fuerte bofetada nos quita la venda de los ojos. ¿A quién le gusta vivir engañado? ¿Acaso es mejor no saber? Tal vez, para algunos, es mejor así. Pero para otros no hay elección, lo que sea que organiza las cosas en el universo o el montón de casualidades que nos hacen estar aquí y ahora, a veces, nos trae otras casualidades ignoradas, confusas, dolorosas. Casualidades que permanecían ocultas, a la espera de otras y que, estemos preparados o no, se nos presentan abruptamente y nos haces cuestionarnos la vida misma.

Así estaba Helena. Sentada en el sofá, apretando los puños, conteniendo el cúmulo de emociones y pensamientos que la circundaban, queriendo salir corriendo de allí e ir a abrazar a su hija. El testimonio de Claudia parecía ficción y se apiadó de ella, quiso abrazarla al descubrir que no había sido más que otra víctima de Antonio. De ese monstruo que le había quitado la felicidad, la paz y el deseo de amar por tantos años y que, ahora se enteraba, había asesinado a su hermano. Tantos años durmiendo con el enemigo pensaba, Maldito hijo de perra, te odio, te odio, te odio Su cabeza era una vorágine; quería salir corriendo y hacerlo pagar por hacerla sufrir a ella y a su madre, por haberles arrebatado la luz de sus vidas. 

Pero, en cambio, estaba allí, en esa sola posición y con la mirada perdida. Pensaba en Juan David y en lo que también acababa de contar, esa investigación privada que había iniciado y ese extraño don que tenía para descubrir misterios... Pero sentía tanto odio en ese momento, tanto dolor, que no tenía cabida para agradecerle o darle un gesto de cariño. Estaba pasmada, reclusa en sí misma, su felino interior estaba herido y furioso, arisco ante cualquiera que se acercara. 

Juan David la veía desde su cama, la cual había acomodado para quedar sentado. Veía esa mirada vagabunda que miraba todo y nada a la vez, veía la vena de su cuello a punto de estallar, el movimiento convulso de su pierna, la presión que tenía en sus puños y la tensión de su cuerpo. Iba a estallar en cualquier momento y lamentaba estar así, herido y no poder moverse tan fácilmente para correr junto a ella cuando todo lo que estaba conteniendo la sobrecogiera. Quería que lo mirara, que le dijera con sus ojos algo, pero era inútil; él conocía a esa Helena que parecía un vendaval cuando todo la sobrepasaba. 

Claudia estaba un poco más tranquila, pero a la vez tenía ansiedad por el porvenir. ¿Qué pasaría ahora que ya se sabía todo? ¿Qué pasaría con ella? ¿Cómo empezar de nuevo, con tanto dolor y heridas en su cuerpo y en su corazón? ¿Valía la pena seguir viviendo? 

La policía grabó los testimonios de los tres y de inmediato se fueron a la estación para iniciar el proceso correspondiente. Este era solo el inicio. Ahora deberían emitir orden de captura para Antonio, El Loco y Ramírez. Ahora iniciaba la investigación sobre el homicidio de Eliezer Blanco. Ahora faltaba esperar justicia es un país donde cada caso, para el sistema judicial, era un papel más y eso dolía y retumbaba en la cabeza de las dos. Pero Helena, a veces parecía olvidar que tenía un ángel, que en medio de su divinidad y desprendimiento, estaba moviendo los hilos posibles, como cuando agilizó la custodia de Isabella. Ella ignoraba todo eso, porque a su ángel le gustaba actuar en la sombra, sin reconocimientos ni títulos, ni galardones. Le bastaba tenerla a ella, saberla suya, a su Helena y a la hija de esta. 

Eran casi las diez de la noche cuando los policías se fueron. Entonces, Juan David llamó a Alessandro y le contó todo. Helena lo miraba con el ceño fruncido, no entendía bien esa situación, no entendía cómo le daba tanto detalle e información sobre absolutamente todo. Eso la sacó de su letargo un poco. Escuchó atentamente toda la conversación de ellos y cuando finalizó, se puso de pie para sentarse en el espacio que quedaba en la cama del doctor.