Capítulo 27

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Aseados y felices se reunieron en la sala con Lucía e Isabella. Mientras la pequeña disfrutaba de los dibujos animados; la pelirroja estaba concentrada en su teléfono, con una sonrisa tímida y escribiendo con la mayor concentración. 

—Menos mal que solo era una cogida ocasional —se burló Helena mientras le tiraba una toalla de la cocina a su amiga. 

—Lo mismo digo yo y ahora quién lo saca de aquí, hasta me tocó poner música para no oírlos— se defendió Lucía devolviendo la toalla al pecho de su amiga. 

Juan David soltó una carcajada fuerte y nerviosa, sintió un poco de vergüenza y entró al juego.

—A ti lo que te da es envidia— le dijo mientras abrazaba a Helena por la espalda— como tu costeño no está aquí...

Lucía hizo un gesto infantil de tristeza. En el fondo sí sentía esa ausencia que no podía compensar del todo la comunicación constante con Alex. Acababa de despedirse de él y las horas amargas de la despedida, seguidas de la pelea con Antonio no ayudaban a su ánimo. Así que la broma del gesto terminó desbordando en una contracción en su rostro y, posteriormente, un leve quejido acompañado con varios lagrimones.

Juan David intentó disculparse, pero solo consiguió que Helena se soltara de su abrazo y le diera una palmada en el brazo por lo que había dicho. Ella corrió a abrazar a su amiga que se dejó llevar por el llanto unos minutos. 

—Lo siento, Lucía, perdóname— le decía Juan David acercándose poco a poco— no pensé lo que dije.

— No, tranquilo... es que ando emocional últimamente— le respondió mientras se secaba las lágrimas.

— Te ofrezco una pizza como ofrenda para reparar el daño— le dijo Juan David simulando que se postraba a sus pies.

Las carcajadas de las dos amigas no se hicieron esperar y poco  a poco se fue disipando el mal momento. Pero una llamada de Alex a Lucía lo desapareció por completo. En ese momento llegó la pizza que Juan David había encargado con anterioridad. Se sentaron a comerla felices, los tres, frente al televisor, mientras Lucía se llevó la suya a su cuarto para seguir en la charla con Alex. 

Mientras Juan David acercaba su pedazo de pizza a la boca de Helena y esta lo mordía le soltó la reflexión que había hecho mientras lo sucedido con Antonio.

—Quiero proponerte algo, quiero que me escuches, que lo pienses y tomes una decisión y que sepas que sea la que sea, la voy a respetar— le limpió las comisuras con una servilleta mientras ella lo miraba y seguía masticando con cara de intriga.

— A ver, dime— se acomodó para mirarlo a los ojos, ojos avellana frente a ojos verdes con total seriedad.

— Debido a lo ocurrido hoy y teniendo en cuenta lo que vimos cuando este señor subió a la patrulla, considero que deberías recordar que hay una casa para ti y para los tuyos esperándote. Considero que ese es un lugar más seguro, que vas a evitarte situaciones tan molestas como la de hoy y que vas a poder tener mucha más paz.

Helena no despegó la mirada de los ojos de Juan David hasta que él terminó su propuesta. Sonrió un poco cuando terminó de escucharlo y dejando la pizza a un lado, se lanzó para darle un abrazo. Él la recibió y la estrechó extrañado.

— ¿y?— le preguntó mientras cerraba los ojos para aspirar el olor de su cabello.

— Te amo— le dijo Helena mientras lo abrazaba más fuertemente— te amo muchísimo, mi amor. 

Él sonreía ante esas palabras y sentía una inmensa plenitud en su pecho. Tomó la barbilla de ella para ponerla a la altura de sus ojos y con un beso casto le respondió.

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