Capítulo 2

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  • Dedicado a Anyi Duran
                                    

Respiraron profundo al mismo tiempo sin darse cuenta y se pusieron de pie, ella acomodó su blusa color crema y su chaqueta azul marino, el miraba la rodilla que comenzaba a sangrar. Helena pasó por su lado pero el agarre de Juan David la detuvo.
- Esta herida, vamos a mi consultorio- le dijo.
- Puedo curarme sola señor...- se trago sus palabras al caer en cuenta que el había dicho "mi consultorio"- discúlpeme doctor- susurro con las mejillas un poco coloradas.
- Discúlpame tú  a mí...
- Helena- dijo ella a modo de respuesta.
- Mis más sinceras disculpas Helena, déjame hacerte una pequeña curación y revisarte la rodilla- el tono ronco de su voz y el arrepentimiento notorio en los ojos del doctor le hicieron comprender que era un alma sincera.
- Lo disculpo, pero tengo una condición- sonrió ella y eso hizo que el corazón de Juan David bajara a su estomago, era una sonrisa hermosa.
- Lo que desee Helena. Por cierto mi nombre es Juan David Villareal, estoy en el área de urgencias.

Helena abrío la boca y la volvió a cerrar, había acabado de comportarse grosera con uno de los doctores más renombrados del hospital. 

- Solo que voy tarde a mi trabajo, aquí en el hospital y... - no pudo continuar, Juan David saco su teléfono celular, buscó un contacto y se lo llevo a su oreja mientras la miraba embelesado. Llevaba una falda pegada a sus piernas y hasta dos dedos encima de la rodilla, dedujo que trabajaba en la parte administrativa, su cuerpo era divino, hecho a mano, "sabe diferenciar entre delgadez y anorexia" pensó el médico y cuando fue a detallar sus caderas la persona al otro lado de la linea contestó:

- Doctor Villareal- dijo un hombre con voz amigable.

- Buen día Augusto.

- ¿A qué se debe la llamada?

-Mira, lo que pasa es que ocurrió un incidente con la señorita Helena- la miro apurado para que le dijera su apellido.

-Blanco- dijo ella y el le guiño el ojo, cosa que hizo que Helena sonriera tímidamente.

- Helena Blanco, Augusto y posiblemente tenga que faltar hoy a su trabajo- Helena abrió los ojos y gesticuló que no, pero el volvió a guiñarle y esta vez sonrío de medio lado, cosa que la obligo a callarse y quedarse quieta, lo observo durante toda la llamada prestando poca atención a lo que decían, esa sonrisa la había cautivado y sintío un hormigueo en su estomago. 

- Todo bien- colgó Juan David, presiono el mando del auto y puso la alarma, luego recogió la cartera de Helena del piso y se la puso el, tomo una de sus manos y puso la otra al rededor de los hombros de ella, no se resistió y se dejó guiar mientras las fosas nasales de ambos captaban cada fragancia que desprendía el otro. 

Entraron por el área de medicina externa y cruzando dos pasillos llegaron a la oficina y consultorio de Juan David, le ordeno que se sentara en la camilla, aunque quiso ayudarla a hacerlo, quería seguir teniendo contacto con esa piel tibia y suave. 

Ella obedeció y miraba discretamente como el se ponía una bata blanca sobre la camisa celeste que llevaba con unos vaqueros índigo, la correa ajustada y cuando flexiono los brazos para adentrarlos en la prenda deseo tocar los músculos que se hicieron notorios. Con el estetoscopio y el tomador de tensión fue hacia la camilla y se puso de pie frente a ella, se miraron nuevamente a los ojos y allí estaban de nuevo los corazones aleteando, él aparto primero la mirada y se agacho para examinarle la rodilla.

La reviso con la mayor cautela del mundo y fue tan minucioso en su curación que Helena pensó que nadie había cuidado de ella tanto, mucho menos este a quien no conocía, pero sabia que le atraía, que aunque en el fondo sintiera aprecio por el padre de su hija eso no quitaba que este hombre que solo había llegado hace veinte minutos a su vida, le hiciera revolución corporal.

Todo Por TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora