12- Miko

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Aquella bruja y el vampiro se miraban fijamente el uno al otro, los ojos de Jack destellaban en un rojo intenso. Gracias a que luchaba en la oscuridad el hombre tenía una clara ventaja.

Jack impactó su puño contra la cara de la bruja, su fuerza era tal que hizo que ella cayera al suelo abriéndose varias grietas.

—Te subestimé, vampirito, eres muy poderoso — elogió la de tez verde.

—Cierra tu asquerosa boca — vociferó el hombre convirtiéndose en humo y atrapando a la mujer por detrás —¡¿cómo te atreves a lastimar a Ceres?! Si la vuelves a tocar, te dejaré sin una gota de sangre — Jack apretó el cuello de la mujer con más fuerza.

La bruja apenas podía moverse y, con su otra mano la tomó de la cabeza y en un brusco movimiento le rompió el cuello. La bruja cayó inerte al suelo y su cuerpo empezó a desvanecerse hasta sólo quedar un muñeco de papel tirado en el suelo.

—Un maldito muñeco de papel ¿cómo es posible? — se preguntó el vampiro, tomó el muñeco en sus dedos y lo olfateó sintiendo un desagradable olor —¿Azufre? Pancracio, avísale a los chicos que sea lo que nos atrapó aquí tiene un olor a azufre — ordenó el vampiro.

—Amo... — señaló a Ceres que estaba en su forma humana y completamente desnuda —¿Cómo haremos? — inquirió su sirviente.

Jack se quitó su abrigo de piel y lo colocó suavemente en el cuerpo de la loba, se acercó a la chica y le dio un beso en la frente. Usando su magia oscura hechizó el muñeco, lo lanzó al aire y este comenzó a seguir una ruta para salir del laberinto estaba seguro que era de día y eso lo haría vulnerable.

Cuando salió del laberinto observó que estaba en un claro de un bosque, rodeado por algunos árboles. No se equivocaba. Era de día.

Dentro del laberinto, Dafne y Kassia divisaban a Jack trayendo a Ceres cargada en su espalda. La híbrida rápidamente se acercó a ella y la encontró herida en su pierna.

—Debemos purificar esa herida — informó Tefnut con cierto enfado —una herida causada por una bruja es algo delicado.

En el lugar donde Caronete había muerto sólo quedaba un muñeco de papel, Kassia se dio cuenta de ello y quiso contárselo a todos pero bien sabía que su voz no serviría de nada.

—Pues llévala — ordenó una voz conocida para la centaura.

Todos giraron a verlo, era Caronete y estaba vivo, completamente vivo y sin ningún rasguño.

—Creí que me conocías, ¿en qué momento yo atacaría directamente y sin un plan?

Tefnut giró sobre sus cascos de caballo y lo miró molesta, quería golpearlo hasta cansarse pero no lo haría porque estaba agradecida de que estuviera vivo.

—¡Idiota! ¡no sabes cómo sufrí con tu maldita muerte y resulta que estás vivo!

—Yo también te quiero — se mofó el Centauro —Eso ya no importa, debemos llevar a la licántropa a que le purifiquen esa herida — mencionó el Centauro con seriedad.

—Bien, vámonos — mencionó Dafne.

Kassia tomó una caracola que guardaba en su vestido, la llevó a sus labios y sopló con suficiente fuerza para emitir un sonido agradable y a la vez tan fuerte para derribar las paredes y salir de aquel laberinto.

(...)

Justo en esa misma isla en la que estaban Dafne y los demás habían llegado, en una ciudad cuyos edificios de madera y adobe y calles de piedra destacaban.

Sobre las aceras habían postes de energía eléctrica, un automóvil se acercó a una gran mansión rodeada de bellos jardines y una fuente en la entrada.

—Lord Windsor — saludó el mayordomo de la casona —la Madame Lilith lo está esperando — mencionó con respeto el hombre que atendió a ese Lord.

Aquel hombre que respondía al nombre de Lord Windsor salió del vehículo, iba vistiendo una chamarra y unas zapatillas de color negro, pantalones largos del mismo color.

En su cabeza llevaba un sombrero de ala corta con una cinta de color rojo, adornado y aspecto era un hombre de unos treinta años o más, y en su cinturón llevaba una pequeña pistola de un pequeño calibre.

—Bien, llévame con ella — ordenó Windsor.

El mayordomo obedeció y guió al Lord por los largos y amplios pasillos  de la mansión, llegaron a una sala donde habían muebles que parecían ser antiguos de un color vivo rojo muy intenso.

—Vaya, yo lo esperaba  por aquí Lord Windsor — dijo una voz femenina desde una baranda en las escaleras que conectaban al segundo piso —sea bienvenido.

—Es un honor estar aquí con usted — respondió e hizo una reverencia.

—¿Quiere tomar algo de vino? — ofreció la mujer.

—Acepto su ofrecimiento, Madame Lilith — respondió Windsor.

Lilith bajó las escaleras y minutos después una sirvienta trajo una botella de vino en una hielera con dos copas en sus manos. Ella le extendió una de las copas a su invitado y la otra la dejó para sí.

—¿Aún sigue con los planes de extender el territorio de Ducado, Lord Windsor? — preguntó la dueña de esa casa.

—Sí, pero no por la vía militar sino más bien ideológica, créame si le digo que he depuesto a gran cantidad de Señores Feudales de diversas aldeas — comentó el hombre bebiendo un poco de vino.

Lilith rió entre dientes con ternura, estaba consciente de que ese hombre no era un alma pura pues no dudaba en ensuciarse las manos para obtener sus objetivos.

(...)

Ya habían salido del laberinto, Dafne cargaba en sus brazos a Ceres mientras corría con cierta velocidad seguida de Jack que le seguía su ritmo sin dificultades y atrás iban los Centauros y Kassia que estaban rezagados por las heridas de Tefnut.

Cuando ya salieron del bosque lograron observar un enorme templo o monasterio construido con poedra y madera.

Un par de cuervos anunciaron la llegada de aquel grupo a ese lugar, las puertas corredizas se habían abierto dejando ver a una mujer de larga cabellera rizada y oscura vestida con un haori blanco y un hakama rojo.

—Seres sobrenaturales ¿qué les trae por aquí? — cuestionó la mujer que parecía ser alguien espiritual.

—Necesitamos saber quién puede purificar la herida de mi amiga — respondió Dafne con seriedad —fue herida por una bruja

—Ya veo, pueden entrar y también veo que están cansados — mencionó la rizada.

Dafne sonrió levemente y entró al templo, era un sitio acogedor y cálido. Puso a su amiga en el suelo para que descansara y esa mujer pueda realizar su trabajo.

—Eres una sacerdotisa, ¿no? — murmuró Dafne observando todo el lugar.

—Así es, dame un espacio, por favor — pidió ella a Dafne y la híbrida asintió dejando que la sacerdotisa hiciera su trabajo.

La mujer dueña de ese templo colocó su mano en la herida de Ceres comenzando a emanar una energía que sanó a la loba por completo pero a costa de quedar exhausta.

Dafne la ayudó para que no se golpeara la cabeza, aunque fuera una  total desconocida no dejaría que nadie se lastimara.

Alfa y Omega: La Dama del Mar (en pausa)Where stories live. Discover now