•XVII•

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Truenos lejanos se escuchaban en la noche y las primeras gotas de lluvia empezaron a caer gentilmente. Yara cerró los ojos con fuerza al sentir el frío en sus quemaduras, que se había hecho por no pensar lo suficientemente rápido.

Recordó haberse quedado parada, viendo a Roberto en el suelo. El fuego se acercaba velozmente y el humo la sofocaba, pero ella no parecía notarlo. Marrero le gritaba que se apurara a salir, pero Yara pensaba en algo, y es que no sabía como iba a continuar con su vida, sabiendo que había dejado morir a Roberto, encima de la peor forma posible. Iba a ser responsable de la muerte de no solo uno, si no, dos de los hermanos Musso ¿Cómo se vive cargando con ese peso? No creía poder soportarlo, así que decidió usar la poca fuerza que le quedaba para arrastrarlo fuera del lugar.

A pesar de el horrible ardor que sentía en la piel, estaba más tranquila. Era como si su última buena acción hubiera contrarrestado un poco todo lo que había hecho recientemente.

Por su parte, Roberto no entendía por qué la chica a la que había tratado de asesinar, le había salvado la vida. Bueno, aunque el dolor de cabeza tampoco lo dejaba pensar demasiado.

—¿Por qué...?—Fue lo primero que dijo el de rizos al empezar a recuperarse de su aturdimiento—¿Por qué me salvaste?—Miró a Yara con confusión, una parte de él aún estaba muy enojada con ella, pero, ahora estaba dudando de lo que quería.

—Yo...—Buscó las palabras correctas, no se le ocurría cómo expresarse—N-no creo que merezcas morir...Yo fui la que causó todo esto...

—Yara...—Marrero le susurró y le tocó el hombro—No te culpes así...

—Dejala terminar—Pidió Roberto, pero sin sonar hostil, su mirada mostraba intriga.

—Y-yo...—Yara tomó aire antes de seguir hablando—Tendría que haber tenido más cuidado...Sé que no me vas a perdonar, p-pero...Quiero que sepas que me arrepiento...De todo...

Roberto guardó silencio unos momentos, entonces suspiró y les dijo:

—Váyanse para la ciudad, ahora...Yo quiero ver una última vez a Riki—«Si es que sigue vivo» resonó esa voz en su cabeza.

—G-gracias...—Yara asintió y después miró a Marrero, que estaba dispuesto a irse también.

—Ehm...Yara, mi caballo se escapó cuando fui a defenderte...—Santiago bajó la mirada.

—No pasa nada, vamos los dos en la Negra.

Se acercaron a la yegua y no hicieron falta las palabras, Yara tomó control de las riendas y el chico iba atrás.
Roberto los observó irse y luego partió por su lado.

Al principio, Marrero parecía algo tímido, no quería pegarse demasiado a su amiga, pero ella sabía que él podía resbalarse por la lluvia, así que usó una mano para indicarle que no tuviera miedo de agarrarse de su cintura. La topa mojada entre los dos era algo desagradable, pero el calor que compartían no, eso era mejor. A pesar de tener impregnado el olor de las cenizas, estaban más que cómodos, y el amor que compartían pareció aliviar su dolor físico.


Mientras tanto, en los adentros de Tajo, oscuros y llenos de recovecos, Tavella había logrado perder a Topo, pero no podía confiarse demasiado. Las calles estaban totalmente vacías, eso era algo en contra, pero también había poca luz, eso le iba a favor. Cruzó la calle y entró a un callejón, se bajó de su caballo y cansado, se recargó en una esquina para después ir yendo a parar lentamente al suelo.

Disfrutó un poco del caer de las gotas, que se iba volviendo más violento cada vez, no era una lluvia como cualquiera. Con la mano todavía apoyada en su herida, pensó en qué estarían haciendo sus compañeros ¿Estarían bien? ¿Cómo estaría Yarita?
Tal vez estaba destinado a perderlo todo una y otra vez, ni siquiera tenía la seguridad de que iba a conseguir ayuda a tiempo.

Se le hizo más difícil disfrutar la lluvia, ya se había preocupado. ¿A quién le iba a pedir ayuda? ¿A la familia Marrero? Ellos los querían muertos, no podía ir. Ahora tenía que tener cuidado de que Topo no lo encontrara. Para peor, se había prometido que ya nada iba a derribarlo, se prometió que lo que no lo matara lo haría más fuerte, pero entre tantas palabras y promesas sin sentido, se estaba desmoronando.

Tal vez llorar de vez en cuando no es tan malo.

• • •


Cuando la lluvia había parado y se empezaba a despejar el cielo, aún no amanecía, pero Yara y Marrero ya habían llegado a dónde él vivía. Ataron a la Negra y se prepararon para entrar sigilosamente, pues todos ahí dormían, ni siquiera los empleados que se alojaban en la casa empezaban con sus labores.

—Yara...—Le confesó Marrero—No te voy a entregar, eh.

—Pero, para eso vinimos, yo ya tomé una decisión—Le respondió ella con tristeza.

—No, mirá, se me ocurrió algo para que salgas de este quilombo...

—¿Y qué sería?

—Si te casas conmigo...L-legalmente, nada más...Por ahí los dos nos sacamos un peso de encima...

—Eh...—Yara abrió los ojos bien grandes y le subió un potente color rojo—¿C-como?

—Bueno...Mi viejo quiere que tenga una esposa ya...Y si te hago mi esposa...Vas a poder vivir mucho mejor, y nadie te va a poder hacer nada...—Se llevó la mano a la nuca—No es nada romántico, solamente es ayudarnos el uno al otro...Je...

—No, no...—Yara lo vio a los ojos fijamente y se acercó un poco a él —Está bien...¿Te parece que va a funcionar...?

—Nadie sabe que sos la que nos robó esa vaca—Le aseguró él, convencido de lo que decía.

—Bueno...Tenés razón...Gracias—Rió y se puso cabizbaja para después volver a mirarlo como si esperara algo—¿P-puedo?—Se acercó un poco más, sintiendo la respiración del otro.

—¿No te vas a arrepentir como la otra vez?—Murmuró avergonzado.

—No creo...

Yara, estiró una mano para ponerla en la cara de Marrero, quien dio el paso final para unirse en un cariñoso beso, lleno de amor del más puro y dulce.

Pero había un problema.

Marrero no sabe besar ni con la guía de Yara.

•Bandido• (Cuarteto De Nos) [Sin Editar]Where stories live. Discover now