•XVI•

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La temperatura empezaba a bajar considerablemente y había un poco de viento. El cielo cambiaba de color al acabar lentamente la tarde, se iba convirtiendo en un color grisáceo y oscuro porque, además, las nubes que anunciaban la lluvia se iban acumulando. Por suerte,los árboles eran lo suficiente espesos como para protegerlos un poco de la lluvia.
Alvin levantó la mirada hacia las nubes y suspiró con preocupación.

—Espero que no nos moje...—Entonces miró a Riki y agregó:—Es lo último que necesitamos—Extendió su mano para acariciar la cara del de lentes pero la retiró de golpe al sentir lo fría que estaba su piel—¿R-riki? No, no, no, dale, p-por favor no te vayas a ir ahora ¿C-como le digo a Rober? ¿Q-qué va a h-hacer Marce?—Dijo Pintos con la voz temblorosa.

Desesperado ,con su respiración totalmente alterada y el corazón que parecía que se le iba a salir del pecho, empezó a mirar en todas las direcciones posibles hasta que se le ocurrió algo, se quitó el abrigo rápido y nerviosamente para cubrir a su amigo, esperando que eso le sirviera de algo.

—¡¿Por qué Topo y Santiago están tardando tanto?!—Lloró casi gritando—¡No van a llegar! ¡La puta madre!—Se acercó de rodillas a Riki, tratando de no perder el equilibrio del todo—¡Y vos!...¡S-si te llegas a morir ahora! ¡Voy a decir que sos malo y un estúpido y- y-...! Q-que sos un bobo y...—Se quedó mirando su compañero que estaba pálido y de un aspecto terrible, para luego abrazarse a él—¡Riki! ¡Te estoy hablando!

• • •

Entre tanto, Yara estaba aún en el rancho. Estaba sentada en una silla, apoyada en la mesa de madera mientras veía la pequeña chispa de fuego que ardía dentro del cristal de una lámpara de aceite.

Yara se paró de inmediato cuando escuchó que llamaban a su puerta. «¿Podrá ser Cano?» pensó ilusionada, pero su expresión llena de esperanza cambió a una de miedo al abrir la puerta y encontrarse a Roberto. Retrocedió a medida que él avanzaba y logró articular:

—R-roberto ¿Que haces acá?

—¡¿Qué pensás vos?!—La tomó por sorpresa, ya que recién estaba inexpresivo y de pronto había explotado en ira. No la dejó responder y le dio un golpe que la derribó por la fuerza del mismo.

Yara se levantó pero Roberto le dio otro golpe que la hizo empujar la mesa, y la lámpara de aceite cayó al suelo, rompiendo su cristal y salpicando su contenido por la habitación. El fuego comenzó a esparcirse ferozmente, eso le hizo sentir una punzada de angustia a Sánchez. Eso le trajo recuerdos.

Recibió una patada, dos patadas, tres, cuatro. Y con su cuerpo adolorido,queriendo alejárse del fuego se arrastró por el suelo, que como la mayor parte de la casa, era de madera. Roberto esperó a que la chica se pusiera en pie una vez más, quería que sufriera. Cuando ella se paró, él pareció satisfecho.

—Fue un a-accidente, se me escapó el tiro—Quiso explicar con los ojos llorosos y la cara manchada con sangre—E-esa pistola estaba estropeada.

—Y si sabías eso—Musso apretó los puños—¡¿Por qué mierda estaba cargada?! ¡Ahora mi hermano se muere y es tu culpa!—Le lanzó un derechazo pero Yara lo evitó a pesar de lo complicada que ya estaba—¡No pienses que te voy a dejar viva!

—P-pero....—En la necesidad de salir de la situación, replicó—¡Matarme no te va a devolver a tu hermano!

—¡Callate!—Le ordenó. Después le dio un rodillazo.

Yara se quejó al perder la respiración pero no quería ceder, y recuperándose tan rápido como pudo,  contraatacó. Sus golpes estaban algo debilitados, sin embargo, le eran suficientes para defenderse un poco.

Ahí llegó un error.
Quiso darle una patada al más alto, pero fue contraproducente y él la hizo parar al suelo. Continuó un poco más con la golpiza. Después, se apoyó encima de ella y le dijo lleno de odio:

—Ahora seguro quedamos a mano.

Yara creyó que todo había llegado a su fin, pero recordó que en su costado llevaba un cuchillo. Lo alcanzó y lo desenvainó. Lo envió directo a la cara de Roberto, agarrándolo desprevenido. Él se apartó quejándose...Pero eso no le dio suficiente tiempo para correr.

Bueno, tal vez un héroe podía salvar su vida, no todo estaba perdido.

Cuando parecía que Roberto iba a volver a tomar la ventaja, un recién llegado se abalanzó contra el de rizos, se trataba de Marrero.

—¡¿Me seguiste?!—Exclamó el mayor con sorpresa.

—¡No voy a dejar que mates a Yara!—Contestó Santiago con aires desafiantes. Roberto lo miraba fijo, pero el contrario le sostenía la mirada.

—¡Tsk! Si no te vas ahora, te voy a matar a vos también. Te aconsejo que rajes de acá ya.

—No. Yo sé que te duele, nadie quiere que estas cosas pasen, pero...Yo...¡No voy a dejar que mates a Yara! ¡Lo voy a repetir hasta que entiend-!—Un impacto lo hizo callar, pero se enderezó rápido y con su nulo conocimiento sobre pelea, trató de enfrentar a Roberto.

Yara, al ver que Marrero estaba peleando y dándolo todo por ella, sintió algo extraño. ¿Sería que se sentía protegida? Tal vez, incluso miró a Santiago con, amor, si se le puede llamar así. Pero entonces se dio cuenta de que el joven iba perdiendo, y dentro de poco su propio cuerpo iba a dejar de responder.

—¡Basta!—Les rogó Yara, esa pelea que ocurría frente a sus ojos, las cenizas en el aire, el fuego y los pedazos de madera que empezaban a caer del techo la hacían sentirse muy aturdida—¡Por favor!

Pero no había caso. Entonces, la chica morena pensó en alguna idea para terminar con la pelea.

Para ese momento, Marrero estaba en el suelo, ya casi derrotado, pero consciente, pensando en que Yara debió haber huido cuando pudo. Mientras, Roberto observaba si el chico aún se movía. La verdad es que a esta altura, no le importaba si lo mataba o no, solo le interesaba quitarlo del camino.

Sin embargo, no pudo cumplir con su objetivo.

—¡¡Bo!!—Gritó Yara mientras corría.

Cuando Rober dio la vuelta, Yara ya estaba a unos pocos centímetros de distancia para usar un pedazo de madera para darle un contundente golpe a la cabeza.

•Bandido• (Cuarteto De Nos) [Sin Editar]Where stories live. Discover now