[+18] Una tarde de verano

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—Estaba durmiendo, pero... me sentí observado. Ya veo porqué... —contestó burlón.

Volkov se aclaró la garganta a la vez que se levantaba y daba la media vuelta.

—Vamos a ver... Pe-pensé que... Pensé te había pasado algo, coño. —se cruzó de brazos, intentando esconder su nerviosismo.

—Sí que te gusta mirar... —agregó en tono sugerente con una suave risa. Se irguió, apoyando sobre la zurda el peso de su cuerpo.

—¡Vam- pero vamos a ver, hombre! —protestó. —¡Estaba- estaba- estaba... asegurándome de que... de que siguieras... vamos a ver, pudiste sufrir alguna clase de accidente y vine a ver si seguías respirando!

Horacio respondió con una carcajada. —¿Y lo estaba? —preguntó con una sonrisa en voz baja.

Volkov se volteó para mirarle. El moreno había recogido la pierna derecha, acariciándose la rodilla con la diestra; había apoyado su peso sobre la zurda, escondiendo su cuello en el hombro del mismo lado. Ladeando el rostro, le observaba con una sonrisa pícara.

Tragó con fuerza, nervioso.

—Joder... —susurró en respuesta.

Un exquisito silencio se suspendió entre los dos. El ruido lejano del camino y el cantar de un pájaro cercano.

—¿Qué pensabas mientras me mirabas? —soltó de sopetón.

—¿Que qué pensaba? —repitió. —Que tus... pantaloncillos y camiseta son demasiado- son demasiado... pequeños. ¿Los-los has comprado en la sección de niño o cómo? —intentó devolverle una de las tantas que le debía.

Horacio volvió a soltar una carcajada.

—Es moda. —contestó burlón. —No lo entenderías. —agregó en tono arrogante. —Llevas un bañador negro que llega a medio muslo. No entenderías lo que es... La Moda.

—Pues... yo me hayo bastante cómodo con este bañador.

—Ya...

Volvieron a guardar silencio.

—Y también... —agregó el ruso, cortando el silencio. —Pensaba en... Pensaba en tus estrías. —el rostro confundido de Horacio. —No son algo malo, coño, yo también tengo algunas.

—Ya... —replicó en un susurro. —Pero, no son de... un momento que... Da igual.

—En los hombros. —insistió Volkov a la vez que tomaba asiento junto al moreno. —Aquí, ¿ves? —dijo apuntando su hombro izquierdo.

Bajo las cicatrices de los tantos tiros que recibió en el hombro, se podían observar unas líneas blanquecinas muy sutiles que cortaban su piel. La diferencia de color con su piel natural era mínima, pero si se miraba de cerca y con atención, podía percibirse.

—¿Aquí...? —dijo Horacio guiando su mirada con el índice derecho, recorriendo un pequeño tramo del hombro del ruso.

Un escalofrío le recorrió la espalda, tensando su cuerpo.

—Estás... —agregó el moreno. —Aceitoso. —dijo entre risas. —¿Qué te has puesto? ¿Aceite antes de venir a verme? ¿Acaso quieres seducirme?

—¡No, coño! —se apresuró a decir, intentando controlar los nervios que volvían a aflorar en él. —¡Es-es-es la crema solar, coño! Salí a tomar un poco de sol como dijiste, y me puse un poco de crema.

—Joder... —suspiró con un puchero. —Pudiste haberme dicho a mí de ponerte la crema... —le pareció que el moreno se mordía el labio mientras seguía buscando con el índice las líneas de las estrías en su hombro.

Oneshots VolkacioWhere stories live. Discover now