Sempiterno

17 2 0
                                    

Postrado en el campo de flores, intentando aún calmar mi temblar inconsciente. Aún sentía el temor, ese amargo e impetuoso sentir, que me hacía desvariar. Estuve algunos minutos, mirando desde lejos el maltrecho cadáver que estaba en mi sala, tan solo pensando, perdido entre la realidad y mis delirios fantasiosos.

¿Ese sería Henry? ¿Habré hecho algo irreconocible, producto de

mi desvarío? Debía corroborarlo, por muy mala que sea la respuesta.

10:00pm

Confuso, perdido, sumido en una idea que me desquiciaba, llegué a casa de Víctor, estaba anhelando alguna respuesta a todo esto, sin embargo, no estaba seguro si yo mismo me la podría dar.

Toqué una vez, agobiado y desesperado, incluso en cierta parte culpable, tenía un mal sabor de boca, me dolía la cabeza, parecía tener una fuerte migraña.

—Hola, Isaac —Dijo abriendo este la puerta.

—Oye, disculpa la molestia, pero ¿me puedes hacer un favor?

—No hay problema, pero ¿Estás bien?

—Sí, por supuesto.

No lo creyó, y era lo normal.

—Mírame, estoy perfecto —Mentí, intentando convencerle—. Es solo que tengo un pequeño detalle en el que necesito que me ayudes.

Vio en mi gesto la herida de mi hombro, preocupándose alarmado, por suerte la misma era poco visible, así que era fácil de ocultar.

—Es algo que me hice estos días ¿No supiste lo del oso?

—¿Eso del cuello también lo es?

—Sí, aunque me molesta un poco más.

Mantenía una mirada seria y detenida, inspeccionaba cada detalle, esperando para resaltarlo, sin embargo, no dijo nada.

—Claro, pero ¿Qué es?

—Tenemos que ver a Henry.

—¿Qué es lo que pasa con él? —Preguntó con un carácter y una forma de dirigirse a mi completamente diferente.

Estaba claro que no lo podría ocultar, cada cosa que hacía me delataba, tenía que responder con algo que lo convenciera.

—Bien, algo ha pasado, no he visto a Henry desde hace un tiempo, me preocupa un poco. Pero en serio, necesito que me ayudes, sin hacer más preguntas claro.

Se vio desconcertado, atento a cada gesto que hacía, torciendo más su mirar, desconfiando cada vez más de mis palabras, por suerte aceptó. En aquella instancia, no parecía que atendiera a la razón, ni siquiera pareciera que en mi cabeza hubiese una, Víctor lo sabía, normalmente no era alguien obstinado, era muy raro verme así. Creo que solo por eso atendió a mi petición sin pedir más explicaciones, aunque estuviera carcomido por la curiosidad y la intriga.

Nuestro trayecto era incómodo por no decir más, Víctor me veía con recelo, sin embargo, no preguntaba nada y yo por mi parte no decía nada. Llegamos a casa de Henry, desde la entrada podíamos observar que las luces estaban apagadas, notaba su tablón suelto era igual de molesto con su chirrido que sonaba con cada paso que dábamos, adentrándonos en el portón de la casa.

Estaba, exactamente igual que la última vez que vine.

Toc, toc, toc

Toc, toc, toc

¡Toc, toc, toc!

—Ya basta, no está. Vámonos.

Esta vez me tomó del brazo, interrogándome, preguntando qué ocurría, por qué actuaba de esa forma, qué era lo que ocurría con ambos, dejando entrever una expresión de disgusto y preocupación, pero, no respondí en absoluto.

—Vamos, vamos, ¡vamos por dios!

Empecé a malograr la puerta, golpeándola frenéticamente, desesperándome, alarmando a Víctor quien me tomó del brazo, y me volteó molesto, pude ver su rostro, pero en este caso estaba más que molesto, asustando. Preguntó nuevamente, ¿Qué era lo que pasaba, por qué mi actitud era así, por qué estaba tan desesperado? En mi estado, a duras penas pude verle el rostro al momento de hablar.

—Esto... esto no es bueno, ¡Para nada lo es!

—Me estás preocupando, dime que ocurre —Insistió con una voz trémula a la vez que firme.

Me sentí irritado, muy preocupado ¿Todo está bien cierto?

—No puede ser cierto.

—Lo maté —Indiqué con una voz tenue, casi en sollozos de lamento.

—¿Qué? —Interrogó de tal forma, que aún se notaba su desconcierto.

—Yo lo maté... Maté a Henry en mi casa. Creo que... no, en definitiva, me he vuelto loco —Afirmé con una voz rota, casi ronca.

—Dime, que me estás jugando una broma, dime que es algo de mal gusto —Me tomó de la camisa, empujándome contra la pared de la casa—. ¿¡Cómo que mataste a Henry?!

Estaba enardecido, furioso y temeroso. No podía explicarse tal suceso, no sabía qué hacer, o pensar.

Ambos pudimos oler algo que venía dentro de la casa, él solo hizo un gesto de disgusto, pero yo, reconocía aquel olor, recordaba aún tal fétido hedor. Paré la discusión de inmediato, rompí una ventana haciendo que el hedor saliera inundando el olfato de Víctor, quien ahora me ayudó a romper la puerta de la casa, dimos varias patadas hasta por fin romper la cerradura de la puerta, dejándola abierta.

Entró la luz a la habitación, encontrándonos con algo que hizo vomitar a Víctor, y yo, solo quedé estupefacto, horrorizado al ver la sala teñida de un color rojo tan oscuro que se asemejaba al negro, y en medio de todo, encontrándome un cadáver sin piel, corroído y descompuesto en medio del suelo.

En demasiadas ocasiones no le tememos a la oscuridad, sino lo que se halla tras ella sin nosotros saberlo, e incluso me atrevo a decir que es irónico, pues muchos de ellos podríamos encontrarlos en pleno día, siendo un mismo monstruo, siendo un mismo miedo.

—Perdón, perdón, perdón.

No sabía el por qué, pero me lamentaba agonizante y con poca voz, con cada perdón, el eco de mi vociferar se volvía más tenue, hasta ser un átono lamento.

Grité en un silencio desgarrador, negaba y pataleaba, frente al palpable cadáver con lágrimas en mis ojos, esto era mucho peor que una pesadilla, era la maldita realidad que ahora se postraba frente a mí.

No se suponía que acabara así ¿Cierto?

AcluofobiaWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu