Astas

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Me alejé un poco un tanto asombrado, mejor dicho, anonadado, para observar mejor tal escena, y vimos perplejos la forma tallada en la madera, como fue desgarrado producto de un tajo frenético y devastador. Nos quedamos asombrados, más aún Henry, quien observaba con mayor furor y paciencia, casi inspeccionando con detenimiento tal marca con una minucia impresionante.

—Para hacer algo así, debió pasar un animal inmenso —Objeté tocando con la palma una de las fisuras en los troncos—. ¿Cierto Henry?

Miré su cara, tenía una expresión de desconcierto notable, manteniendo un silencio absoluto, hasta que por fin replica murmurante.

—No... ¿Qué animal haría esto?

—¿Me estás diciendo que no conoces algún animal que haga algo así, incluso con todos los registros o vivencias que tienes?

—Ni siquiera un oso podría hacer esto.

—¿Qué? ¿Cómo qué no?

—Bro, debió ser algo más.

—¿Te parece bien sí?

—Buscamos, por supuesto, mientras no nos maten, quizá así mis padres me dejarán en paz —Tomó rápidamente, casi en un parpadeo su rifle y partimos en camino.

Estos parajes, los del frío bosque parecen a plena vista algo excitante, emocionante, lleno de vigor y energía, no obstante, en mi poca experiencia, siempre consideré que no fui hecho para estar en ese lugar, era en cierta medida exhaustivo, se sentía una humedad en mi pisar, y siempre sentía que pasaba los mismos árboles, los mismos troncos y mismas hojas, esta monotonía me desorientaba tanto que de no ser por Henry me perdería.

Creí que sería sencillo, pero había pasado un largo tiempo en nuestra expedición sin resultado alguno, le pedí a Henry desistir, pedía tan hastiado que diéramos vuelta, regresáramos y así nos conformásemos con la anécdota del desgarre inusual. Solo me dijo que, si no quería seguir, diera la vuelta solo, con una sonrisa burlona intentando contener la risa mientras lo decía, sabiendo perfectamente que no me iría solo.

Él era un poco insistente, mayormente terco a veces.

Exhausto, le mantuve el ritmo tanto como podía, y así mi mente empezaba a divagar, pensando ahora en aquella cosa que provocó la marca, creí que mi imaginación fue muy lejos cuando en un punto, creía ver a lo lejos entre los árboles al Este de nosotros, una figura semejante a una sombra, una estela de algo desconocido que pasó fugazmente, a penas la pude ver de reojo, pero al regresar la mirada, vislumbré de lejos a un ciervo tirado en el suelo con sangre que condecoraba sus alrededores.

Alarmado llamé de inmediato a Henry, ambos nos acercamos y observamos frente a nosotros el cadáver del animal, con una asta rota, seccionado por el abdomen, desgarrado por el cuello y su tórax, el cual parecía haber sido mutilado a hachazos. Ambos quedamos estupefactos, Henry solo señalaba que ningún animal que conocía hacía eso, afirmando que, incluso si fuese un oso, no lo dejaría ahí tirado, desmontando por completo mi teoría. Se me ocurrieron varias cosas, que expuse secuencialmente, siendo todas erradicadas en nuestro debate, ¿Qué era lo que le ocurrió a este ciervo? ¿Quién o qué comprendería un comportamiento así?

Siempre me he preguntado que era real, pues entendemos que nosotros somos reales, nuestras acciones y repercusiones son reales, pero ¿también sería así con nuestros miedos, nuestros pensamientos y nuestras emociones, ha de ser todo lo abstracto también real o tan solo un ancla que nos lleva a esta?

Quizá no parezca relevante, pero en realidad era algo que pensaba.

Para Henry, quien estaba dubitativo en nuestro regreso, afirmaría que esta era una clara muestra de lo que él creía, pues siempre ha tenido certeza de que había criaturas monstruosas, las cuales se escapaban de nuestra percepción. Desde pequeño ha tenido este particular pensar, que se reforzó notablemente desde hace un tiempo. Por mi parte solo me relegaba a escuchar, pese a que me ha parecido algo ridículo.

AcluofobiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora