—Aunque, siempre lo vimos como nuestro pequeño, ansioso, jovial con nosotros, hasta un tiempo, que no percibió la caza de la misma forma, a nosotros tampoco, se alejó sin decir palabra alguna.

—A él nunca le importó nada de eso, él escupe en eso, con lo grande que lo concebíamos...

—¡¿Cómo?! —Entré imprudente en la conversación de ambos, sentía que me quedaba sin aliento por haber hecho eso—.

—¿Dijiste algo Isaac?

Viéndolos, escuchándolos, cada gesto y cada palabra, sentía una presión en el pecho, al escucharlos refiriéndose así de él, no pude evitar sentirme en el lugar de Henry.

¿Era esto lo que sentías cada día amigo?

—Por eso es que Henry es infeliz.

Maldición, que dije.

—¿Cómo? —Inquirieron ambos al unísono, pero quien siguió hablando fue el señor Austen quien me miraba enardecido—. ¿A qué te refieres?

Quizá actué por instinto, o por sentimentalismo, pero sentí una ambivalencia, entre qué era lo correcto y que esto se me había salido de las manos, pese a ello, llegados a esto, no me echaría atrás.

—¿Acaso no lo ven o es que lo ignoran ciegamente para no afrontarlo?

La mirada de ambos cambió, ahora sus pupilas se encogieron notablemente, tenían una mirada de disgusto increíble, iban a gesticular, pero preferí interrumpirlos.

—Henry odiaba la caza, odiaba matar animales, cosa que ustedes incluso gozan, siempre lo llenaron de expectativas, de sueños y metas que no eran propios de él, pero nunca pudo decirlo, nunca pudo afrontarlo maldita sea.

Ya no los veía de frente, sentía una vergüenza y un ansia indescriptible, solo quería terminar de hablar, dejar esto aquí, acabar con esto ahora.

—Es justo por eso que tuvo tanta prisa en irse, en alejarse de todo lo que tuviese que ver con ustedes, con su nombre incluso, aquello de lo que tanto han hablado, que consideran como un reconocimiento y respeto, él aborrece cada letra de él.

Ligeramente, sentía como dentro de sí una indiferencia y repugnancia hacia ambos, como si dijeran "ese no es nuestro problema" eso solo me irritó más.

—¡Maldición! Por eso... por eso está como está ahora, no lo reconozco, y ustedes como sus padres tampoco lo harán, quería libertad, quería decidir, quería ya no sentir culpa por lo que hacía, pero todo eso lo dejó como está ¡Ese ya no es Henry!

Sentía que se me saldría el corazón, lo tenía en la mano con cada palabra que vociferaba y la última parte hasta el dije entre sórdidos gritos, que sentía que vaciaban mis pulmones dejándolos sin aire; tras eso quedé parado frente a ambos padres, quienes me miraban estupefactos ante lo que había dicho, escucharon cada palabra, cada maldición y cada grito que les hacía, ni siquiera los podía ver a la cara, pero aseguraba que su expresión no era la más agradable del mundo.

Esperaba el peor de los sermones, la peor de las respuestas, pero al menos podría librar a Henry de su carga, quizá no lo hubiese querido de esta forma, pero ambos nos sentiremos mejor, al saber que ellos han escuchado lo que mi amigo se había guardado, como un asfixiante entramado de vocablos que yacían en su garganta.

No escuche nada durante unos segundos, ambos, quedaron dubitativos, pensando en cada cosa que había dicho, la primera en romper el silencio fue la señora Austen, quien profirió unas leves palabras.

—Así que, a esto hemos llegado...

—Vete, no queremos escucharte más —Atizó el señor Austen molesto.

Me fui sin más. Creo no los podré ver de frente durante un tiempo al menos.

En verdad, no esperaba algo mejor, es difícil aceptar algo como eso, conciliarlo, casi imposible, después de todo, somos prisioneros de nuestro corazón.

El tiempo era horrible, estando en esta temporada de lluvia, puedes esperar a cualquier hora del día un torrente que empapara todo. Pasaba entre la gente, que se acumulaba esperando a que se presentara el alcalde Got, y diera su comunicado poco habitual, sentí una navaja en mi cuello al pensar en él, y en Alida, al saber que cuando esta presentación acabe, tendré que obtener valor de quién sabe dónde, para poder decirle lo de su hija, en eso, chocaba con muchas personas, quienes poco o nada les importaba mi presencia, así que seguía mi paso.

Su mirar, era más apagado de lo que creía, algunos incluso, parecían tener una mirada fija a nada más que aquello que debía tener su atención.

Vislumbré a Chloe un poco más alejada de la multitud, un poco más lejos estaba Damián, quien aún tenía marcas resaltables por su paliza, bromeando junto a otras personas quienes no conocía en lo absoluto. Chloe me llamaba eufóricamente, hasta que hizo un mal movimiento, el cual le provocó un dolor en el brazo, me acerqué a ella, quien no paraba de hablar de los dibujos y el resto de cosas que encontramos en la cabaña, mientras que yo solo me limitaba a escucharla pacientemente.

Se escucharon fuertemente, uno, dos, tres toques al micrófono, los cuales llamaron la atención de todos quienes estábamos distraídos por alguna u otra razón particular.

—Buen día —Recibió Eugen Got postrado en el podio frente a todos.

AcluofobiaOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz