Alguna vez, hacía ya unos 12 años, aseveraba que había visto una figura de troll desde la ventana, afirmaba desde lo más profundo, asegurando que fuera había algo, que en verdad no existía.

Ahora no es más que una anécdota, pero luego de eso hemos tenido varios choques al momento de tocar el tema, anhelaba creerle, sin embargo, me era imposible, sencillamente no había razón para seguirle la corriente a algo así. Mientras que él contaba con euforia sobre criaturas de la noche y sobre demonios, yo siempre tuve la idea de que aquellos demonios que tanta abominación causan, ahora están junto a nosotros, pero si lo vieras a los ojos, dirías que es tan solo un ser humano.

Tengo que admitir, que me sorprende la capacidad que tengo para tornarme ciego ante aquello que no comprendo.

Dudamos si decir algo de lo ocurrido, ninguno era capaz de dar explicación a lo que hemos visto, entre ideas que chocaban nunca llegábamos a nada; al final, concordamos en no decir nada hasta saber más, y acerca del ciervo que yacía tendido entre las hojas, tomamos algo de carne, Henry dijo que su muerte sería honrada y el resto lo enterramos en un ataúd compuesto por unas cuantas hojas.

Yéndonos de regreso al pueblo, recordando el entierro del ciervo, su honra, el valor de su vida, me recordó a su familia o, mejor dicho, me recordó lo diferente que era de ella. Su pensar siempre generaba conflicto, tanto que, según su padre, "era indigno de su nombre", el nombre de los Austen. Quienes siempre eran recordados y hablados de buena manera, puestos en los reflectores con renombre desbordante de orgullo, orgullo que carcomía el ser de mi amigo, quien no esperaba otro día, que el día en que pueda estar por su cuenta.

Si mal no recuerdo, la casa con la que me encontraba ahora en frente, databa de por lo menos más de 500 años, hecha de la mejor manera, parecía más bien una pequeña mansión dedicada a la caza. Un legado que hace esos 500 años era activo, lleno de muchos miembros que la componían y se agasajaban constantemente, quien diría que tal legado ahora solo se componía por 7 personas que se mantenían dentro de esas 4 paredes, cuyo nombre cada vez es menos sonado. Quizá esto terminó haciendo que Gregor Austen, el padre de Henry tome un papel más acérrimo, e instruyendo impetuoso a su hijo.

Nunca entré, a esa casa, solo vi de lejos como los que ahora, los que son cabeza de la tan tradicionalista familia, recibe a su único hijo de complexión atlética, cabellos claros, semejantes a un rubio oscuro y ojos opacos, sin tildar a ser negros, semejantes a la vez que distantes a los de sus padres. Desde mi posición un tanto apartada de lo que ocurría, un árbol cercano donde las hojas de otoño caen sobre mi cabeza, escuchaba con una voz llena de disgusto que esperaban más de su cacería, miseros conejos y parte de un ciervo "¿Por qué no completo o igualmente su cabeza?" reprochaban la mente de su hijo, quien solo se mantenía en silencio.

—Dale a esta alma el descanso que merece–Terminó de enterrar el pesado cuerpo del ciervo entre las hojas.

Se veía triste, hastiado, con un extraño aire de benevolencia y culpa mientras arrojaba las últimas hojas.

—Un cuerno de ciervo inmenso sería un premio perfecto para cerrar de una vez por todas la boca del alcalde —Afirmó Gregor, magnificando su euforia, sus deseos, a la vez que inflaba su pecho.

Al final de tal reproche, toma el hombro de su hijo con su mano rígida, pero él solo miraba con cierta tristeza, enojo e impotencia la mirada de sus padres.

—Y verás, que luego vino de nuevo el mismo sermón de siempre, la tradición, que espera que fuera un gran cazador, ¡Que lo enorgulleciera y toda esa mierda! —Increpó cada vez más alto, de tal forma que casi grita en la última oración, desesperado, se halaba y revolvía los cabellos, maldecía hasta que ya no podía más, y por fin se calmó.

—¿Ya estás bien?

—Sí, diría que algo así. Pero no tolero esto.

Quizá como lo vieras podrías observar en él un temple irremediable, pero soportar su culpa podría ser la pesadilla que enfrenta en vida.

—Lo sé, pero también sé que, si alguien puede aguantar eso, eres tú.

—¿Esa es tu forma de alegrarme?

—Algo así, no soy bueno en eso.

—Tampoco sabes interpretar más allá de las palabras o de lo que se piensa fuera de vista.

—No he tenido muy buena visión, el árbol no me deja ver el bosque.

—Oye eso es cierto, igualmente con mi falta de control para beber.

—Ni lo menciones, te vuelves otro. ¡Pero hey!, no eres del tipo que mata a alguien sino de los que se parecen perezosos.

—Mejor ni digas algo así en el pueblo.

—¿Por qué?

—En definitiva, no sabes nada. ¿Acaso no te han hablado de "el bastardo"?

—Eso suena espantoso ¿A quién le darían un nombre así de horrible? Las relaciones públicas no deben ser su fuerte. Y no, sabes que casi no convivo con otros más que contigo, a penas hablo con Víctor y 5 personas más de nuestra edad. Además, mi padre casi no está así que te puedes hacer una idea.

—Bien, en algún momento tendrías que saber. Él hace algunos años, hizo tanto en su tiempo, que no sé qué es verdad y que es mentira.

Un hombre de este pueblo, que conocía a muchos y muchos lo conocían igualmente, imponente y hasta cierto punto famoso. Decían que era cariñoso, atractivo de ojos deslumbrantes, pero tenía aficiones... inmorales, algunos decían que tenía un culto, o profesaba lo satánico, cosa debatida entre las calles, pero se presume que fue eso lo que precedió a su infamia.

Un día, como cualquier otro, quizá hasta maravilloso, el hombre se despidió de su mujer, abrió la puerta, y lo siguiente que supo de él, era la ola de asesinatos que cometió. El nombre de bastardo, no era literal, pero le venía bien al ver las escenas que cometía, 7 cuerpos se hallaron, apuñalados, aporreados, desmembrados o decapitados, eso no importaba, al menos para él.

Aquel fue el día en que se apagaron las luces en el pueblo, dejándolo en completa oscuridad.

—Carajo.

—Pensé que por lo menos sabrías de eso, siendo hijo de policía.

—Hablando de cosas familiares —Me detuve por un segundo—. ¿Qué piensas hacer con la relación con tu padre? Tienes que hacer algo, no puedes vivir así.

—Dentro de poco, haré lo que quiera Isaac, siempre me ha interesado en la música, nunca lo he intentado. Me iré a una parte donde no tenga que ver a mis padres, me alejaré de mi nombre y lo que eso significa, si es que eso es lo que me atormenta. Isaac, quiero ser libre.

Desde muy temprana edad, concebí una idea, una idea muy clara y acendrada, esta era que los ojos, tan simples como los vemos, siempre han sido la forma más sutil y humana de decir algo; cada me gustas, cada asombro, cada tristeza, cada enojo es algo que contemplamos en nuestros ojos, los percibía como un reflejo de nosotros mismos, por ello los considero como la forma más sincera del ser humano.

En muchas ocasiones, veía con mayor detenimiento los ojos de Henry, llenos de fulgor, vivaces e impetuosos ojos color marrón, en verdad me cautivaban, contrastaban increíblemente con mi mirar, dado que en el espejo tan solo veía, unos oscuros ojos soñadores que en mi caso estaban apagados.

—¿Sabes? Ya quiero escuchar tu música. Entonces, ¿Será una promesa?

—¿Qué?

Siempre he observado a lo lejos, como otros son capaces de hacer hasta lo remotamente imposible, tan solo impulsados por un anhelo. Quiero creer que lo mismo ocurrirá con Henry, tengo la esperanza de que así sea.

—Una promesa, de ser libres de lo que nos aflige, cada uno por su cuenta, pero juntos.

AcluofobiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora