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La habitación de Raito estaba totalmente a obscuras, con solo una pequeña vela en la mesita de noche, donde Terim estaba sentada en una esquina de la cama, con la mirada en el vacío.
-Cosita-
Raito se acostó en el regazo de la chica, pero todo si cuerpo aun en el suelo, arrodillado.
-¿Esta muerta?- Ni siquiera lo volteo a ver.
-Lo esta- Restregó su cara contra sus muslos vestidos.
Casi ronroneó cuando Terim acaricio su cabello.
-Perfecto- le murmuró.
-¿Que harás ahora?- Se acercó aun mas a su toque.
-...No lo se...-Admitió- Yo...no tengo ni idea- Se encogió de hombros.
-Tu...sabes que nos tenemos que casar-
...
-Tú... Raito...yo... no puedo, no puedo hacer eso-
-Por favor-
Tomó su mano entre las suyas.
-Si no puedo ser el primer amor de tu vida, por favor, déjame ser el ultimo-
No pudo evitar llorar.
-¿Solo contigo?- Le sonrió dolida.
-Con todos, todos te amamos-
-¿"Él" lo permitirá?-
-Sus hijos van a casarse con una bruja, ¿Qué mejor que eso?-
-¿Puedo tener un vestido bonito?-
-Tendrás el vestido mas hermoso de todos-
-Gracias-
No podía decidir si reír o llorar.
Pero, tenía que aceptarlo.
Tenía que aceptarlo desde hace mucho tiempo.
Yui era hermosa, pero nunca fue suya.
Tarde o temprano acabaría.
Yui era normal, tuvo que tener una vida normal, como cualquier otra persona.
Casarse, vivir con alguien, tener una descendencia, y después de años, morir.
Era humana, ese era su ciclo.
No importaba, moriría en algún punto.
Y Terim se quedaría ahí, sin poder hacer nada.
Terim siempre había cuidado de otros.
Cuido mucho tiempo de Yui.
Era hora de que la cuidaran.
Y ellos lo harían muy bien.
No lo sabia, pero eso es lo que quería.
Quería sentirse amada y a salvo todos los días.
Y lo haría.
Para toda la eternidad.
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