Capítulo 7

190 21 5
                                    

•C a p í t u l o  7•

Helados...

Allen

Salí del cuarto de baño con una toalla enrollada en las caderas. Ni siquiera quería vestirme. Así que me lancé a mi cama. Observe el techo de mi habitación suspirando.

Estaba frustrado, muy frustrado y un poco enojado. No lograba entender nada ¡Nada!.

Cerré los ojos y lleve las manos hacia mi cabello mojado.

Zoe... Zoe... Zoe... ¿Por qué razón no puedo dejar de pensar en ella?

Después de lo que hice en el parque, ella se comportó demasiado cortante. Incluso más que antes. Cuando estaba tratando, casi logrando acercarme a ella, hago una estupidez. Lo único que me quedaba claro en todo esto es que JAMÁS le volvería a pedir consejos a Diego, y mucho menos hacerle caso.

Porque si, lo que hice en el parque con Zoe fue su idea.

Me giré en la cama, enterrando la cabeza en la almohada. No comprendía su actitud.

—Joder. —murmuré, ya más frustrado de lo normal.

Después de todo, decidimos... Bueno, ella decidió que haría el trabajo sola y que cuando terminara me lo daría a mi para pasarlo a digital. Solo habíamos logrado hacer veinte páginas en la biblioteca. A mí me importaba muy poco ese maldito trabajo, y menos ahora.

Ese trabajo era mi única excusa para verla.

Escucho toques en la puerta de mi habitación, de seguro era mi padre.

—Adelante. —digo, en un tono alto.

La puerta se abre.

—Hola. —saluda mi padre. Yo levanto la cabeza para mirarlo.

—Hola. —trato de sonreír, pero solo logro hacer una mueca.

—Te traje esto. —me muestra un vaso lleno de jugo. —Es de toronja.

—Gracias. —susurro bajito. Él me entrega el vaso.

—¿Qué pasa? —puedo notar un poco de preocupación en su voz.

Tomo un sorbo de jugo antes de contestarle. —Es... No sé cómo explicarlo. —relamo mis labios.

—Es la chica de la otra vez ¿Verdad?

¿Cómo pudo saberlo?

No sabía si confirmárselo, mi padre era un poco intenso con estos temas. Igualmente, no tenía nada que perder.

—Sí.

—¿Qué sucede con ella?

¿Qué no sucedía? Era la verdadera pregunta, la chica me ignora, deja que la abracé, me habla cortante. Estaba en un punto alto de desesperación. No puedo hablar con ella. Ni siquiera se en donde vive, para por lo menos hablar con ella. A duras penas sabía su nombre.

¡Ah! Y que le gustan las fresas y el francés.

—Ella es... Muy complicada. —tomo un trago largo de jugo nuevamente.

—Bueno, en ese caso, podrías tratar de ir despacio. —ahí estaba el problema. Invadí su espacio personal y me adelanté como veinte pasos.

Hice una mueca.

—Allen ¿Qué hiciste? —entrecierra los ojos.

—Tal vez hice algo que ella no quería. —digo con nerviosismo.

El Color De Sus Ojos ©Where stories live. Discover now