12. A veces uno hace hasta lo imposible

Start from the beginning
                                    

Me levanté de la cama, me miré al espejo, pudiendo observar las ojeras que yacían bajo mis ojos, los cuales estaban rojos de tanto llorar.

Me dirigí hasta el teléfono fijo, marqué el número de la cafetería, rezando por que lo cogiera Raúl, y efectivamente así fue.

Raúl... —Mi voz sonaba demasiado triste, se me notaba que había llorado.



¿Guillermo? ¿Te pasa algo?



E-estoy bien... ¿C-crees...? —Las palabras no salían de mi boca. Unas inmensas ganas de llorar, aparecieron de nuevo, haciéndome notar el ardor en los ojos y cómo mi vista perdía nitidez.



No te preocupes, no vengas por hoy si no quieres. Podemos apañárnosla sin ti, ¿de acuerdo? —Este chico era demasiado bueno. Sonreí al escuchar aquellas palabras—. Pero hazte un favor y descansa. Por tu voz puedo imaginar que no has dormido nada. Ya me contarás cuando nos veamos.



Muchas gracias, Raúl... Lo haré...



No tienes nada que agradecer. Hasta mañana.



Hasta mañana.





Colgué el teléfono y sin darme cuenta, en la pantalla de móvil, de nuevo, estaba su conversación.

¿Por qué me hacía esto? Al menos podría hablarme, aunque sea para decirme que no quiere nada conmigo...





(...)





Habían pasado un par de días y la situación no había cambiado mucho, respecto a mí, claro. Respecto a él, todo estaba igual. Seguía sin hablarme.



Le había contado lo sucedido a Raúl. El primer día no fui capaz de hacerlo, pero en el día de hoy me había obligado, prácticamente. Así que decidí decírselo, después de salir del trabajo.





—Imaginé que sería por ese chico. —me dijo—. ¿Y no sabes nada de nada de por qué actuó así?



—No. —No quería llorar, así que bajé la mirada hasta encontrarme con el suelo—. Sólo sé que no quiere nada conmigo. No me responde a los mensajes, no me coge las llamadas...



—¿Has pensado en ir a buscarlo? —me preguntó. ¿Que si lo había pensado? Claro que lo había pensado. Mil y una vez, pero no me atrevía. Me daba miedo que fuera peor de lo que había sido nuestro primer no-encuentro—. ¿Sabes dónde encontrarlo? ¿Dónde trabaja o dónde...?



—Estudia. —lo interrumpí—. No trabaja, estudia. Y sí sé dónde encontrarlo. Sé hasta a qué gimnasio va. Me lo dijo una vez en una de las conversaciones que tuvimos.

Wigetta: Número equivocadoWhere stories live. Discover now