8. Ruptura

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El video había culminado. Legrand se volteó y observó a Morandé con recelo.

—Ese no era yo, Legrand. El maldito se transformó.

—Es una evidencia contundente, Roel. El video ya pasó a manos de Asuntos Internos.

—¿QUÉ? Cómo pudiste, Legrand.

—Eres culpable hasta que se demuestre lo contrario —dijo Legrand, caminando hacia la puerta de su oficina—. No tuve opción.

—Yo estuve todo el tiempo con mi familia, Legrand. Y en el sepelio de Paul.

—Este incidente fue la noche anterior. Debes ser detenido, Morandé. Lo siento, pero todo te inculpa.

—No puedes creer esa mentira. ¡Es un demonio!

Legrand colocó su antebrazo en la boca, y habló mediante un dispositivo.

—¡Es hora!

—¿Es hora de qué? ¡Maldita sea, Legrand!

Roel apartó a Legrand y salió huyendo de la oficina. Corrió hacia la salida del Departamento. Pero en cuanto cruzó la puerta de vidrio, numerosas patrullas lo abordaron.

Muchos oficiales vestidos de negro, salieron de los vehículos portando fusiles de asalto.

Luego, una mujer se hizo presente entre la fuerza policial. Era Leonor Clement.

—Se acabó el juego, Morandé —dijo ella, acercándose a Roel—. ¡Arréstenlo!

—No puedes hacer esto.

—Ya lo estoy haciendo. ¡Hagan lo que les digo!

Dos oficiales se acercaron.

—¡De rodillas! Las manos donde pueda verlas —dijo uno de los oficiales.

—Clement; esto es un ultraje.

Roel fue esposado y llevado al frente de la mujer.

—Tiene derecho a guardar silencio.

—¡Leonor! No puedes hacerme esto. Soy el Comandante...

—Todo lo que diga puede y será usado en su contra en un Tribunal de Justicia. Tiene el derecho de hablar con un abogado y que esté presente durante cualquier interrogatorio. Si no puede pagar un abogado, el Estado le proporcionará uno.

—¡Soy inocente, maldita sea!

—Eso acláraselo al juez. ¡Llévenselo!

La fuerza policial se llevó a Roel. Ahora sería trasladado a la Unidad de Asuntos Internos de París para un Interrogatorio.

...

Roel fue ingresado en una Sala de Interrogatorios, y esposado a una mesa de metal. Solo veía su reflejo en el espejo doble, mientras dos policías lo vigilaban del lado contrario. En ese lugar, estaba una oficina con muchos artefactos de video, y paneles holográficos.

De pronto, el Coronel Bouvier entró en esta oficina, acompañado de James Courtois. Él era el Jefe de la Unidad de Asuntos Internos.

—Pueden retirarse —dijo Bouvier a los oficiales.

—Sí, Señor.

—¿Ese es tu héroe, Bouvier?

—Puedes guardarte la ironía para después, James.

—Es un asesino. Se aprovechó de las secuelas del juego para cometer este crimen.

—Quiero recordarte que han pasado años desde esos eventos.

Escondido, un Juego de MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora