(CAPÍTULO 3) Limbo

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Es normal prepararse para el final, cuando el principio es un completo infierno.

23 de Abril de 2037

Paris, Francia

Era una hermosa mañana de verano. Paul se hallaba sentado en su cobertizo, ingiriendo una cerveza. Observaba a sus vecinos ejercitándose, mientras una sonrisa se escapaba de su rostro. Minutos más tarde, Roel, Lena, y su nieto, llegaron de visita en su flamante auto de la época.

—¡Hola, suegro! —dijo Roel desde lejos.

—¡Abuelito! —exclamó Axel Morandé, corriendo hacia él.

—¡Mi campeón! No sabes cómo me alegra verte —dijo Paul.

—A mí también, abuelo. Mi padre me está enseñando a jugar Rugby.

—Ese no es un deporte para un niño.

—¿Ya comenzaste a criticarme, Paul? —preguntó Roel.

—Siempre que cometas una idio...

—¡PAPÁ! —exclamó Lena.

—Una locura... —dijo Paul, con pena.

—Ve adentro, cariño —dijo Lena a Axel.

—Sí, mamá.

—Papá, que gusto verte —dijo Lena, abrazando a Paul.

—A mí también me alegra mucho verte, hija.

—¿Para mí no hay un abrazo, suegro? —preguntó Roel.

Curie lo miró con desprecio.

—Lo tomaré como un no.

—Voy con Axel —dijo Lena.

—Sí, yo también. Espera, Cariño.

—¡Morandé! —exclamó Paul—. Quiero hablar contigo.

Lena y Roel se vieron por un instante.

—Te deseo suerte, cariño —dijo Lena.

—¡Gracias! La voy a necesitar.

—¡Por Dios! No soy un ogro.

—¿Y bien?

—Siéntate.

—¡Ok!

—¿Sabes cuántos años llevo sirviendo a la policía de París?

—Muchos, supongo...

—¡Sí! Realmente son muchos —dijo Curie, agachando la cabeza—. No me arrepiento de nada. Ahora tengo un hermoso nieto. Sinceramente lo adoro con toda el alma.

—Me estás asustando, Curie. ¿Qué sucede?

—Roel... Voy a retirarme.

—¿Pero qué estás diciendo? Aún eres joven, Paul. No creo que...

—Tengo cáncer.

Roel se quedó observándolo, y apoyó su espalda al asiento de madera.

—¿Estás bromeando? Porque si es una manera de vengarte de mí...

—Yo no jugaría con algo así, Roel.

—¿Cuándo fuiste al médico?

—Hace un par de días. No me queda mucho.

—¿De cuánto tiempo estamos hablando?

—Siete meses, aproximadamente.

—¿Zoé lo sabe?

—No tengo el valor de decirle.

Roel se levantó, y colocó las manos sobre su cabeza.

—No sé qué decir, Curie. De verdad lo siento.

—Son cosas de la vida, Morandé —dijo, levantándose, y tomando a Roel de los hombros—. Necesito que me prometas algo.

—Lo que sea...

—Que cuidarás a mi familia. Sé que lo has hecho bien. Axel es un buen niño, y un maravilloso estudiante. Pero... también hablo de Zoé. No quiero que esté desprotegida.

—No la dejaré sola. Te lo prometo, Paul.

—¡Bien! Entremos. La comida debe estar casi lista.

Morandé abrió la puerta, y Curie se quedó observándolo.

—¿Qué sucede? —preguntó Morandé.

Curie se acercó a él.

—Aleja a mi nieto de ese deporte.

—¡Ay, por favor! Es un deporte de hombres.

—¡Aléjalo!

—Eso no voy a prometerlo.

—Imaginé tu respuesta. Solo cuida de él, ¿ok?

—Descuida. Lo haré...

Ambos entraron a la casa, y disfrutaron de un almuerzo lleno de risas y alegrías. Pero lamentablemente, esa felicidad no duraría mucho tiempo. 

Escondido, un Juego de MuerteWhere stories live. Discover now