Pudor y privacidad

95 8 16
                                    

Yuma el calenturiento (ಠᴗಠ)


Con las piernas cruzadas sobre la cama, Yuma Tsukumo también cruzó los brazos mientras adoptaba una expresión extraña que se esforzaba por disimular su vergüenza y aparentar una tranquilidad que no poseía

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Con las piernas cruzadas sobre la cama, Yuma Tsukumo también cruzó los brazos mientras adoptaba una expresión extraña que se esforzaba por disimular su vergüenza y aparentar una tranquilidad que no poseía. Por supuesto, sus intentos por ocultar su nerviosismo eran tan inútiles como desesperados, así que llegado un punto se vio obligado a rezar para no hacer el ridículo en semejante momento.

Pero, dios, ¿cómo se suponía que iba a mantener la calma cuando el chico con el que había estado fantaseando desde los catorce años estaba ahí, sentado frente a él en su habitación?

Astral tenía dieciocho años, unos hermosos y penetrantes ojos dorados y un rostro encantador, de rasgos afilados que resaltaban su ya de por sí desconcertante atractivo, haciendo que cualquier ser humano se viera obligado a prestarle atención, aunque solo fuera durante un par de minutos. Su personalidad tranquila y silenciosa no coincidía en lo absoluto con lo ruidoso y atrevido que era Yuma aún cuando intentaba comportarse de forma diferente. Quizás por eso la atracción entre ambos era tan evidente que todos a su alrededor podían notarla aún cuando el menor de ambos se esforzaba en negarla rotundamente.

En esos momentos la habitación estaba sumida en un silencio casi doloroso. Yuma bajó la mirada hacia las sábanas azules de su cama, sintiendo la mirada fija de Astral en su cuerpo.

Nadie le enseñó nunca qué hacer en ese tipo de situación, no tenía ni idea de si debía dar el primer paso o esperar que Astral hiciera algo, así que estaba hecho un auténtico manojo de nervios.

Ambos sabían que se gustaban, tarde o temprano terminarían sabiéndolo gracias a la torpeza de Yuma o a sus repentinos balbuceos cuando su mejor amiga mencionaba el nombre del joven de los ojos dorados, incluso cuando este estaba presente. Pero aún así, era la primera vez que ambos se encontraban en esa posición y aunque Astral mantuviera la calma como si no sintiera ningún tipo de vergüenza, Yuma Tsukumo a sus recién cumplidos diecisiete años, no tenía ni idea de qué cara poner mientras el tiempo corría en aquella habitación en la que solo estaban él, una timidez que sabría Dios de dónde había salido y el chico que tanto le gustaba.

Los dedos largos de Astral se posaron en su mano, obligándole a levantar la vista y mostrando el rubor en sus mejillas. Se sintió torpe ante esa penetrante mirada que parecía arrebatarle toda su confianza, pero en lugar de mostrarse más nervioso de lo que ya estaba, tragó saliva y acercó su rostro al de su compañero.

Los labios de Astral lo recibieron con gusto, eran suaves y cálidos. El primer beso fue corto, seguido por una pausa innecesariamente larga. Ambos compartieron una mirada incrédula y sin decir nada más comenzaron a besarse con algo de desesperación.

Yuma se sentía en el paraíso mientras las manos frías de Astral recorrían su cuerpo sin reparos. Entre beso y beso se le escapaban sonrisas tontas, pero no se sentía avergonzado cuando el joven de los ojos dorados le sonreía casi de la misma forma. Nunca esperó sentirse a gusto con tanta rapidez, esto pareció sorprender a Astral, quien abrió los ojos impresionado cuando notó que, entre besos, Yuma había logrado tumbarlo en la cama y comenzaba a desabrochar su cinturón sin separarse de sus labios.

La falta de oxígeno fue lo que obligó al entusiasmado adolescente a romper el beso para concentrarse en su tarea, feliz al no recibir queja alguna por parte de su acompañante.

Se deshizo de su cinturón rápidamente, desabrochando el pantalón una vez hubo terminado. Cuando sus dedos tropezaron con el elástico de la ropa interior de Astral, Yuma Tsukumo descubrió que se sentía demasiado excitado como para detenerse. Le alegró descubrir que la sonrisa en los labios de su compañero le decía de forma silenciosa, pero evidente, que no había motivos para detener sus impulsos, así que decidió tomarse todos los permisos posibles.

Bajo la elástica tela color blanco, el órgano palpitante de Astral estaba orgullosamente levantado pidiendo algo de atención. Yuma no se contuvo, ni disimuló la enorme sonrisa que delataba cuánto le impresionaba el tamaño de esa parte de la anatomía del mayor. Estuvo a punto de retirar la prenda, sonriendo emocionado y expectante, cuando unos golpes en la puerta de la habitación lo obligaron a detenerse con brusquedad.

Se paralizó al escuchar a su hermana gritando al otro lado de la puerta.

-¡Yuma! ¡Yuma! ¿Qué demonios estás haciendo?

El adolescente frunció el ceño con molestia, sintiendo cómo su excitación bajaba con rapidez mientras se veía obligado a retirarse para que Astral pudiera acomodar sus ropas. Este le dedicó una sonrisa tranquilizadora luego de sentarse otra vez en la cama con las piernas cruzadas. Yuma le sonrió e hizo el mayor esfuerzo posible por disimular su disgusto, a pesar de estar enfadado por la interrupción seguía estando más excitado de lo que podía admitir y no estaba dispuesto a que su hermana lo notara.

Respiró hondo.

-¿Qué quieres?-gruñó al poner un pie fuera de su habitación, cerrando la puerta con sumo cuidado.

Akari lo miró fijamente, sorprendida por lo irritado que sonaba el adolescente, ya fuera intencional o no. Estaba parada en el pasillo, vistiendo una camiseta gris y unos shorts celestes. Había pasado toda la mañana durmiendo después de una larga noche frente al ordenador, se le hizo extraño no encontrar a Yuma dando vueltas por ahí, así que cuando quiso entrar en su habitación para comprobar que estaba bien, se sorprendió aún más al descubrir que la puerta estaba cerrada cuando normalmente ella podía entrar y salir de ahí como si fuera su habitación propia.

Pero el verle tan enfadado la desconcertó aún más.

-¿Qué forma es esa de hablarle a tu hermana?-dijo antes de dejar caer un manotazo en la cabeza del enfadado adolescente, quien se quejó emitiendo un gruñido de molestia.

-¿Viniste a golpearme?

-Claro que no, idiota,-exclamó ella poniendo sus manos en su cintura mientras lo miraba de los pies a la cabeza, frunciendo las cejas irritada,-solo quería saber por qué demonios le pusiste seguro a la puerta. ¿No tengo derecho a saber?

Yuma frunció los labios enojado y apartó la mirada hacia otro lugar del pasillo. Sus mejillas enrojecieron al descubrir que no tenía ninguna excusa válida que justificara aquello. No iba a contarle a su hermana que estaba a punto de tener sexo con el chico que le gustaba, primero; porque no existía forma en la que pudiera decir eso en voz alta frente a un ser humano sin morirse de vergüenza (mucho menos si era su hermana) y segundo; porque Akari ni siquiera sabía que le gustaba un chico, él jamás encontró un momento para contárselo y no tenía ni idea de cómo iba a reaccionar, por lo que siempre mantuvo ese detalle en secreto, incluso cuando ella continuaba diciéndole que una novia le haría madurar al menos un poco.

Se sintió ridículo al no tener ni idea de qué decir, pero su enfado era mayor que su vergüenza, por lo que continuó protestando. 

-Por Dios, ¿no puedo tener un poco de privacidad en esta casa?-dijo apretando los puños mientras evitaba mirar a su hermana a los ojos.

Akari se cruzó de brazos, por un momento pareció a punto de echarse a reír, sin embargo, se mantuvo seria.

Recordó cómo en su adolescencia cuando ella quería estar sola, su hermano menor aparecía de la nada colándose en su habitación cubierto de lodo y con una gran sonrisa en el rostro. Solía molestarle que por mucho que se esforzara en decirle que se fuera, él continuaba entrando en su habitación y husmeando en sus cosas. Le hizo gracia encontrarse la versión adolescente de Yuma diciéndole que quería privacidad.

-¡Claro que no! Yo jamás pude tener privacidad, así que tú tampoco tendrás.

-Eres insoportable...-gruñó él mientras sus mejillas enrojecían.

Akari sonrió triunfante, ver a su hermano desesperarse de la misma forma en la que ella solía hacerlo era algo sencillamente maravilloso. Si le hubieran dicho que con el paso de los años molestar al Yuma adolescente se convertiría en su pasatiempo favorito, jamás hubiese imaginado cuánta diversión le proporcionaría.

El verle tan enojado y con las mejillas enrojecidas, hizo que su expresión se deformara hasta convertirse una mueca de diversión. Arqueó una ceja, señalándole discretamente con el dedo índice mientras sonreía.

-¿Estabas viendo porno?-preguntó.

-¿Qué?-gritó Yuma con el rostro enrojecido por la vergüenza.

La muchacha estuvo a punto de echarse a reír al ver su reacción. Él se percató de cómo el calor le subía por las mejillas sin que pudiera hacer absolutamente nada para ocultar su vergüenza.

-¿Qué estás diciendo, idiota? ¡Yo no veo esas cosas!

-Claro, eres el único chiquillo de diecisiete años que no ve porno en su habitación.

-¡No estaba viendo porno!-volvió a gritar.

Akari dejó salir una ruidosa carcajada antes de irse por el pasillo en dirección a la cocina. Yuma la vio alejarse con los ojos entrecerrados, escuchando su risa mientras decía que "sonaba muy creíble". Suspiró resignado, girándose para abrir la puerta manteniendo su expresión de enfado. Y le molestó mucho más descubrir que su hermana solo quería divertirse a costa suya.

-¿Sucedió algo?-dijo Astral girando un poco la cabeza al ver a Yuma entrar en la habitación.

Él se pasó la mano por la nunca, sus mejillas aún estaban rojas cuando se dejó caer en la cama, extendiendo los brazos y las piernas. El otro se recostó a su lado apoyándose en su codo izquierdo y comenzó a deslizar su dedo sobre el abdomen del adolescente, descubierto debido a que su camiseta se había levantado un poco cuando se tiró en la cama. Yuma miró la mano ajena, trazando un pequeño recorrido en su torso y descendiendo cada vez más hasta colarse entre de sus pantalones holgados y su ropa interior.

Su rostro volvió a enrojecer al sentir las frías yemas de los dedos de Astral acariciar su entrepierna delicadamente con una sonrisa gentil en el rostro.

-Mi hermana...-balbuceó atontado antes de sobresaltarse cuando su compañero comenzó a mover su mano,-me estaba preguntando si estaba viendo porno, ¿te lo puedes creer?

El de los ojos dorados arqueó las cejas y ladeó la cabeza, apoyando su mejilla contra su hombro mientras continuaba aumentando el ritmo de sus caricias usando el presemen como lubricante para evitar lastimar a Yuma.

-Podemos ver porno si quieres.

-¿Q-qué?-el adolescente se sobresaltó, sus pómulos enrojecieron de golpe, adquiriendo un rubor aún más intenso que el que ya mantenía debido la excitación,-¡Astral! ¿Qué estás...? ¡No voy a ver porno contigo!

-¿Por qué no?-él pareció sorprenderse ante la reacción de Yuma. Se levantó un poco para quitarle los pantalones mientras le dedicaba una mirada tranquila.-Sirve de mucho tener una demostración grabada, sería muy educativo para los dos.

Yuma Tsukumo, a sus recién cumplidos diecisiete años, no supo qué era peor entre el rumbo que la conversación había tomado o la extraña serenidad que Astral mantenía mientras se dedicaba a darle placer acariciando su entrepierna.


Extra:


Yuma palideció al encontrar a su hermana y a Astral sirviendo el almuerzo en la cocina. Había dormido unas dos horas y cuando despertó se le había hecho extraño no encontrar al joven de ojos dorados a su lado, pero jamás esperó verle reír junto a Akari mientras ponían los platos en la mesa.

La pelirroja sonrió de medio lado al notar la presencia de atónito hermano menor.

-Ven a almorzar, bella durmiente,-dijo al mismo tiempo que se sentaba a la mesa.

Yuma se sentó junto a Astral, quien le sonrió cálidamente antes de depositar un cariñoso beso en su mejilla. Él se petrificó y dirigió la mirada hacia su hermana, quien parecía muy orgullosa de las hamburguesas que había cocinado.

-¿Por qué me miras así?-Akari arqueó las cejas.

-N-no sé de qué hablas…-contestó él moviéndose incómodo en su silla.

La mayor de la familia Tsukumo hizo una mueca divertida. Astral, por otro lado estaba demasiado concentrado en su propio almuerzo como para notar las miradas de Yuma, quien suplicaba auxilio al no tener ni idea de qué hacer en esa situación tan incómoda. Akari suspiró y le dedicó una mirada de desaprobación demasiado falsa, pero que él se tomó muy en serio.

-Ya sabía que eras gay, pero podrías haberme dicho que tenías novio...

-¡¿QUÉ…?!

Desde ese día, Yuma vivió preguntándose si su sexualidad era tan evidente que su hermana la había notado a pesar de todos sus esfuerzos por disimularla.

【 Cᴀᴅᴀ́ᴠᴇʀ Exᴏ̨ᴜɪsɪᴛᴏ 】 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora